miércoles, 25 de marzo de 2020

A propósito del Estado de Alarma (4): Administración sin Estado y sin derecho


Stillmanm en ¿Dónde va la Administración Pública estadounidense? de 2008 al referirse al estado actual de la disciplina   afirma finalmente que en contraste, la  Europa continental, así como la mayor parte del resto del mundo, funcionan con un dominante sentimiento cultural de Estado como sustancia del gobierno, y esos países muestran una formación y estudio académicos de la Administración Pública mucho más precisos y racionalizados, países cuya ciudadanía todavía aprecia el rol del Estado en  el bienestar colectivo, incluso en escenarios de globalización,  descentralización, despublificación, antiestatalización, supranacionalidad o megalópolis. Stillmanm apunta hacia la oportunidad de nuevos debates en torno a la   ausencia de Estado/Estado negativo, el Estado firme, el pre-Estado o un Estado tecnológico. Propone un nuevo espíritu de la Administración Pública progresiva,  - no como el new deal - no en aras de una gran  Administración, sino hacia un buen gobierno, es decir en lo idiosincrático  americano;  Pensar en la Administración Pública, sin Estado .
Stillmanm da cuenta de que la Constitución norteamericana de 1787 no hace mención alguna del servicio civil, los presupuestos, la gestión Pública la organización ni de nada que huela siquiera a administración. Su razón última está en el acto constitutivo de la nación ya que la Declaración de Independencia de 1776 contiene en gran medida la necesidad de evitar los agravios administrativos regios de Jorge III, como razón fundamental de los colonos para incitar a la revolución.  Lord Acton,  afirmaría que la constitución estadounidense se concentró en proteger las libertades individuales o “negativas”. Así, en una nación en la cual la Constitución se reverencia como a la  Santa Biblia, la  Administración  es considerada por muchos como algo extra constitucional y hasta ilegítimo.   Si bien resultó que las grandes corporaciones o los grandes sindicatos, la inversión extranjera, la veloz urbanización, las innovaciones tecnológicas masivas, el peligro militar e internacional del extranjero, la inquietud ante la fuerza de trabajo y la administración, y los considerables trastornos económicos a partir de los inicios del siglo XX, transformaron la mentalidad hacia la necesidad de nuevos servicios gubernamentales proporcionados a una sociedad de masas.
Como describe a Morxtein Marx   considerando al gobierno federal como conjunto, el número de funcionarios se multiplicó por veinte durante la primera mitad de nuestro siglo, pasando de menos de 100.000 en 1900 a más de 2.000.000 en 1955. Antes de estallar la segunda guerra mundial (1939), el número de funcionarios seguía siendo poco más de seis veces el que había en 1900. lo que se explica porque  (…) en  1900 todavía se podía pensar en los Estados Unidos como en una nación poco poblada que vivía de la generosidad de un continente. El Gobierno federal se encontraba aún en el umbral del «estado administrativo», en comparación con la esfera de organización administrativa que la mayoría de los estados europeos. Los cuatro primeros departamentos ejecutivos   fueron los de Agricultura (1862), Comercio (1903), Trabajo (1913) y Sanidad, Educación y Bienestar (1953) tienen tantos empleados como los seis restantes departamentos juntos; sin contar los de Defensa y Correos que, como los dos patrones federales más grandes, constituyen una clase por sí mismos. La subida más rápida fue originada por la guerra y su segunda siega, con las incomparables tensiones internacionales, y las mayores obligaciones del gobierno federal.
 Así, pues, el salto de las cifras del funcionariado durante los últimos cincuenta años se explica, en parte, también por el paso con que el Gobierno americano, antes de la gran depresión económica de los años treinta, así como en su recuperación, se unió al resto del mundo occidental. En un tiempo relativamente corto, la nación desarrolló un sistema administrativo, que en cuanto a la gama de actividades y a su estructura organizativa ha llegado a parecerse mucho a la muestra familia en Europa (…)
Pero adviértase que la diferencia de Europa  donde hubo primero Estados administrativos fuertes y después constitucionalismo democrático, y los  Estados Unidos es que estos tuvieron primero su Constitución y sólo después, a regañadientes, creció su Estado administrativo para que, por último, hicieran su aparición  las ciencias administrativas. Ciencias que no han dejado de ser  inductivas, experimentales, fragmentarias, aplicativas, y casi siempre centradas en el cuestionamiento de los presupuestos ortodoxos, en especial la separación política-administración y sus diferencias o semejanzas con la gestión privada en aras del logro de la eficiencia.
Adviértase también que en nuestra tradición parte de un sentimiento de aprecio por el Estado y su función de mejorar en la democracia liberal y social, lo que invita a las teorías deductivas de arriba a abajo, bajo el principio de unidad de acción, centralismo, dirigismo político. El antagonista americano desde el  hecho inconcebible, de adoptar un Estado de arriba abajo, informado por una teoría administrativa deductiva tuvo que crear una teoría  inductivamente, desde las fragmentadas experiencias de un determinado sistema de servicio civil, ensayando sistemas  presupuestarios de allá, o desde la implementación de experiencias administrativas locales.
Sumemos que en lo jurídico en lugar de un nuevo derecho administrativo ad hoc utilizaron una   metodología de enseñanza e investigación, arraigada en su Constitución anti administrativa y en un derecho común basado en los precedentes   de casos previos. Esta situación supuso el éxito del primer texto de estudios sobre Administración Pública de Leonard White (1920) que optó por basar el nuevo campo en el proceso gerencial, más que en el fundamento del derecho. La administración científica de Taylor vino al dedo para congraciar una Administración Pública con la era progresista (1900-1920), y su idea de personas “respetables y tenaces propias de un hombre de negocios para dirigir un gobierno eficiente y económico. Los enfoques neoclásicos posteriores de Mooney (1931 y 1947) o Gulick-Urwick (1937) son meras adaptaciones y arreglos en el marco del impacto del New Deal.

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