viernes, 28 de diciembre de 2012

Fenómenos y epifenómenos de deconstrucción administrativa


Con esta entrada concluyo el año haciendo referencia a la deconstrucción administrativa como idea que he venido utilizando en este blog, más o menos desde mayo de 2011, para referirme al periodo actual de la historia administrativa. Si de 1900 a 1979 ha supuesto la etapa de la Administración pública Tradicional/Progresiva, y desde 1980 a 2005 la de la Nueva Gestión Pública (NPM), me parece que desde 2006 hasta el presente, nos encontrados en una etapa de Deconstrucción Político-Administrativa, caracterizada por las soluciones drásticas, continuas y expansivas de reducción de la organización pública para ajustar financieramente la prestación de los servicios públicos, como fenómeno que excede a las ideologías políticas y las contingencias nacionales. (vg. Portugal y Grecia lo han iniciado fundamentalmente como consecuencia del rescate UE, mientras que otros países lo han venido haciendo paulatinamente desde hace más tiempo y en el marco de la NPM).
Este fenómeno guarda relación con lo que el sociólogo Gónzalez Seara señala en su aportación “El bienestar social en una época insegura” en la obra Las estructuras del Bienestar. Propuestas de reforma y nuevos horizontes (2002). Describe al Estado del bienestar como un narcisismo autocomplaciente con un modelo de prosperidad rodeado de malestar por todas partes, apuntando a que el acontecimiento del 11-S hizo despertar al mundo occidental de que al welfare state le ha llegado su hora, de renovarse o morir.

Tambien la deconstrucción guarda relación con la afirmación del historiador Paul Kennedy sobre la entrada en una nueva Era, así como la controversia de si ayer Europa era la solución, hoy parece ser el problema. En el número 28 de la Revista Gobernanza, Revista para la cultura democrática del XXI un interesante trabajo intitulado “Las Cuatro Crisis de la Unión Europea” del Instituto Complutense de Estudios Internacionales cuyo autor indica que la Unión Europea atraviesa una profunda crisis en cuatro dimensiones que se consideraban consustanciales a la Unión: a) proyecto económico generador de bienestar. b) proyecto político de gobernanza cosmopolita. c) mecanismo de solidaridad transnacional. Y d) agente internacional influyente.
Todas estas cuestiones afectan sistémicamente a la Administración Pública, fundamentalmente en su rol ejecutor del Estado. Si lo extrasistémico (presiones del entorno-ambiente) influye en el sistema, hay sin duda efectos intrasistémicos (organización). De la misma manera los fenómenos causan epifenómenos dependientes de los primeros.
Así en este escenario de deconstrucción empiezo a observar un epifenómeno que se une a las dimisiones en el ámbito político por el desencanto, fustración o demás razones. Me refiero a la dimisión de altos funcionarios, relacionadas por otro desencanto, el profesional, redirigiendo sus esfuerzos y aportaciones hacia la sociedad civil. He tenido oportunidad en alguna asociación en la que participo de ver nuevas personas con alto bagage en el campo administrativo que han dimitido y ahora se ocupan de prestar servicios a la sociedad desde otra posición. Esta dinámica dimisionaria en personas próximas a la decisión pública responde a algo que al menos sociológicamente tiene que ver con el proceso de deconstrucción y el comportamiento organizacional que merece ser analizada con rigor como supuesto epifenómeno de dicho proceso.
Ya veremos como termina el proceso y supuestamente del análisis se extraeran consecuencias positivas de ajuste en el sistema, pero en el ínterin surgen normalmente cambios positivos. Puede observarse ya como algo destacable  en el marco de la actividad de fomento y de las políticas redistributivas que el programa “El árbol es vida” fue declarado como acontecimiento de excepcional interés público en los presupuestos generales del Estado 2012, de modo que las empresas que participen en él obtendrán deducciones fiscales además del aspecto positivo en su responsabilidad social corporativa. El programa ideado para mitigar los efectos del cambio climático y desarrollado por la Fundación Española de la Madera plantará diez millones de árboles por toda España durante los próximos cuatro años, asesorado por Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid. Así que Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, País Vasco, Aragón, Cataluña, La Rioja o Andalucía, se verán reforestadas con las especies más adecuadas de tal manera que no sólo las áreas arrasadas por los incendios empezarán a regenerarse, sino que será fuente de creación de empleo, con alto valor público.
Sería deseable al socaire de nuevos arboles de vida, replantar en la Administración Pública nuevos plantones nutrientes de valor público en forma de interés público, innovación, creatividad, rigor técnico, ... Hay que podar los arboles viejos para que rebrote la profesionalidad y el gusto por el rigor en el trabajo y la excelencia. Que no se produzcan dimisiones de buenos profesionales de lo público por mor de la fustración, la intromisión o la desviación y abuso del poder. Que surja savia renovada de respeto a la sana separación entre política y Administración, ambas orientadas hacia el interés colectivo.
Sirva lo dicho para reflexionar sobre el fenómeno de deconstrucción y ser cautos sobre muchos de sus aspectos ante tanta contaminación dimanante de los intereses perversos y maniqueos, pues una cosa es la valoración ideológica o sociológica que se haga en función de valores o de intereses y otra el cuidado por el aspecto técnico. Habrá que analizar al final el ‘que’ del Estado y ‘cómo’ de la Administración Pública, y esto está, en nuestro caso muy relacionado con las causas que han originado la crisis político-administrativa, cuyo combate, hemos señalado constantemente en el blog como una de las tareas urgentes e inmediatas.


jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Analistas de políticas o meros legitimadores de la decisión?

En la entrada ‘Asesores y asesorados’ de julio de 2011 ya tuve ocasión de hacer unas reflexiones sobre  los mecanismos de apoyo a la decisión pública, cuestión de la que en este último periodo docente he vuelto a repensar, ante la riqueza de acontecimientos que estamos viviendo, que lamentablemente no existe tiempo para analizar con rigor en su descripción, y sobre todo la de sus causas.
No sé si ha pasado ya el tiempo de la oportunidad de la metodología de políticas para sacarnos de la que estamos. Quizás de haberla utilizado, no estaríamos en esta situación, pero para salir de él me temo que dicha  metodología sea ya insuficiente por sí misma. Quizá pueda decirse que para  restaurar la Res Pública tampoco sea necesaria dicha metodología vista la causa de muchos de los problemas, reducibles, el buen ser y al buen hacer político.
Quiere decirse, se trata más una cuestión de ética que de técnica. Volver al orden político menos malo, supuesto que de momento parece que sigue estando sobre las bases republicanas clásicas  significa, hic et nunc, una democracia que respete la separación de poderes; que lo político no sea siervo o instrumento de lo económico; que los políticos sean elegidos entre los mejores – aunque no haga falta llegar a los postulados platónicos o aristotélicos del filósofo-Rey o los aristocracia -;  que la Administración sea sustancialmente  profesional y totalmente capaz; y   sobre todo que los mecanismos de apoyo a la toma de decisiones sean espacio para  una élite intelectualmente excepcional, a la que esté condicionada  la acción del  político de turno. También se dirá que los analistas existen  y ha estado en las estructuras de gobierno y decisión, al menos formalmente, en estos últimos tiempos (¿los 800 asesores de Moncloa?, ¿los asesores de Presidencias, Consejerías  y Alcaldías?). Pues  siendo    y conociendo algunas tendencias en la praxis, esta que exige precisar cuál es el rol de estos analistas.
Al proponerse por Y. Dror  ya en 1967 el rol de los analistas como servidores de los  Gobiernos, se partió de la hipótesis de que los analistas de sistemas al uso estaban demasiados influenciados por las decisiones  de tipo cuantitativo  y de obviar  la potencialidad de la factibilidad política, mediante, precisamente el uso del poder político. En este planteamiento seminal es precisamente la creatividad política, la exploración cualitativa y el pensamiento estratégico e imaginativo el que hace valer el rol del analista.
Un trabajo de 1995 (Asesores políticos para los Gobiernos) también de  Dror apuesta, en contra de la dinámica de la degradación,   por la necesidad de nuevas élites gubernamentales, capaces de de invertir el proceso del declive de las capacidades gubernamentales. El autor apuesta por una suerte de superprofesionales de la política, que estén permanentemente entrando y saliendo de las estructuras de Gobierno. Su objeto es estar en el núcleo del desarrollo de las políticas  y precisarían de una nueva reforma en la formación tradicional.  Se requiere así de una revolución conceptual con dos notas principales. Por un lado  capacidad  de construir puentes entre el conocimiento abstracto, histórico y comparado, con las realidades concretas, que supongan en definitiva, las mejores soluciones a los problemas planteado.  Y de otra parte, debe combinarse con una nueva capacidad de creatividad política que supere las opciones al uso.  A estas notas debe añadirse, reflexión frente a la irracionalidad emocional, ética profesional y capacidad clínica.
El autor no esconde  que nos encontramos ante una pretensión de elitismo - los mejores de entre los mejores -.  A esta élite le es  exigible una ultrarracionalidad en sus cometidos, apostando por crear escuelas ad hoc – escuelas avanzadas de Gobierno de tres años de duración – con curriculums interdisciplinares, que a la postre permitan resultados como aquellos que Platón exigía de  sus reyes filósofos. Quiere decirse que ahora también  deberían  decidir quienes tengan el conocimiento de antemano.
Las objeciones democráticas a la legitimación de esta dinámica ya son conocidas,    como también lo son a ciertas maneras de decidir en la UE (eurocracia). Pero no me parece que sea carente de democracia que exista un resorte muy cualificado al servicio de la acción del gobierno, con independencia de cómo se legitime a los representantes de  este gobierno. Los partidos políticos vuelven a ser el problema  y no la solución en esta cuestión, al estar en sus manos también quienes son los asesores y los asesorados. De igual manera y no pocas veces los políticos buscan en diversos espacios (Universidad, expertos,Think- Tanks,metaevaluadores,…) y a muy generosos importes, un mero  asesoramiento legitimador de su actuación ya decidida.
Autores expertos en la materia además del citado Dror  (Sharkansky,  Meltsner, … cuyos trabajos  obran en Clásicos de la Administración Pública, FCE, 1999)  dan cuenta de diversos aspectos para ese deseado rol efectivo de los analistas de políticas. Sin duda se parte del hecho de que el político necesita ayuda para determinar si una política es  apropiada para la acción gubernamental. Se habla de los siete pecados de los analistas para exponer  que la dinámica es pecaminosa al estar canalizada, ser distante, ser tardía, superficial, de temática limitada, caprichosa y apolítica.
En el análisis de políticas hay instrumentos y metodología sobre  cómo decir al político que acierte, siguiendo una serie de pasos en la toma de decisiones (tiempo suficiente, información cuantitativa y cualitativa razonable, opciones de las alternativas, consecuencias imprevistas, daños colaterales, eficiencias no paretianas…). También hay tendencias de las que hay que huir (populismo, partidismo, clientelismos, ideologías, predisposiciones técnicas o profesionales, presiones burocráticas, …)
Vemos pues vuela pluma que el análisis puede aportar contenido, proceso y método, cumpliendo su   premisas originaria de “ ... from to knowledge of …, to Knowledge  in …” Pero si  el analista se limita  a otorgar el visado de la legitimación de lo acordado, fruto bien del consenso, bien de una lectura incrementalista,  o  bien de entender la toma de decisiones como una mera asignación de recursos públicos disponibles, entonces, poca diferencia existe  entre este rol y el cometido habitual del personal asesor.  Pongamos un ejemplo desde las políticas sociales. Es conocido el denominado ‘efecto mateo’,   para reflejar que las políticas sociales de reducción de la desigualdad acaban favoreciendo a las clases medias y no a sus destinatarios originarios, que se excluyen por diversos factores como la desinformación, marginalidad,… Por mor del efecto, que alude a  la parábola evangélica, recibe más, quien más tiene.  Todo analista en  políticas sociales deberá, máxime en época de vacas flacas, incidir en evitar este efecto y  buscar la máxima prioridad y eficacia de los programas al efecto y alejarse de la mera justificación política de cumplir con los presupuestos.
Ciertamente para el cometido del analista es necesario la teoría cuantitativa, el análisis sistémico, pero debe profundizarse en el campo de la ciencia política y en el de la ciencia de la Administración Pública, si se pretende que el analista de políticas aporte verdadero valor público. No es un mega hombre, tampoco un mero voluntarista,  lo que se precisa es que sepa buscar el saber necesario y  canalizar los aportes necesarios para el problema concreto desde el análisis  histórico, comparado, sociológico, jurídico,…
El analista ha de situarse  disperso a lo largo de la tecnoestructura pública y  no sola o necesariamente  en puestos de gabinete ministerial, toda vez que  ha de contribuir al logro de la máxima racionalidad en la toma de decisiones, o incluso a evitar la máxima limitación de la misma por mor de la falta de tiempo y de información, además de las presiones, emociones, ideologías. Ha de aportar  un enfoque político, pero también científico aplicado al supuestamente racional y legítimo deseo ideológico de innovación o mero cambio.
Si el analista prende hacer la carrera del político, acabara convirtiéndose en un legitimador de éste, para luego, incluso hacer  lo mismo. Este no es en puridad una analista, pues en este rol  debe asesorar  al político sobre las posibilidades de éxito o de fracaso en su gestión. Ha de asumir la  consciencia  de la ambiguedad y de la frustración del mundo de la política, en modo alguno en manos de  ingenuos. Tiene en definitiva que ser consciente de que el análisis tiene un límite y muchos de los problemas son insolubles y ha de ayudar al decisor a enfrentarse a problemas sin solución, en cuyo caso por ejemplo  tendrá que luchar  por  evitar  los mayores males directos o colaterales.
Me parece además que ya no es momento para las Escuelas de negocios, los MBAs y demás propuestas para yuppies de los ’90. No  es esa la filosofía que se espera  y menos todavía de quienes las han venido sustentando y propiciando en los últimos tiempos. No son las finanzas las recetas primordiales, pues siendo importante la economía, no es el elitismo en sí y las buenas relaciones la clave del éxito organizacional, pues este ha de residir  por concepto en el valor añadido, en el valor público de la política y sus políticas derivadas.  Se trata de otros valores con los que hay que jugar la partida de ahora. Es la equidad, son nuevos escenarios dinámicos, es otro tipo de bienestar el que la política debe procurar. Recordemos que en 2009 dejamos anotado que  Mintzberg, en su obra ‘Directivos, no MBAs’, argumentaba ya  del error de la educación en gestión actual, fundamentado  que los  directivos precisan de  visión,  experiencia, y  ciencia. Esta última y el  entusiasmo por los resultados cortoplacistas hace al  trípode  cojo.
El análisis propuesto en esta consideración contribuirá a hacer de la política algo más exigente de lo que ha venido siendo y de la degradación de las élites decisoras. Hacer las cosas de otra manera, tal vez necesite el paso por esta lógica. 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Responsabilidad de visionarios y estrategas

He leído esta semana que una iniciativa política en Les Corts  Valencianes  ha pedido que el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) como  sociedad participada por la Generalitat Valenciana, mida en términos macroeconómicos el impacto de la corrupción para tomar conciencia de la dimensión del problema y a acabar con la permisividad social que se percibe en algunos casos. El objetivo es poner números a un problema que trasciende las cantidades concretas de dinero público malversado en cada caso de corrupción conocido, ya que, su efecto va más allá al generar desigualdades, pérdida de oportunidades, costes de financiación y desconfianza en el funcionamiento de las instituciones.   Me parece plausible la iniciativa para saber el alcance de la misma, y a ser posible la que también existe en los ámbitos empresariales, profesionales, fundacionales y demás.
En el último Índice de Percepción de la Corrupción presentado la semana pasada por   Transparencia Internacional,  los resultados dicen que Somalia, Corea del Norte y Afganistán ocupan el último lugar (174). Grecia es el país más corrupto de la eurozona (94), Italia ocupa el puesto 72. España se estanca en el  puesto 31 junto con Botswana, toda vez que  en los últimos 18 años España ha ido bajando del puesto 21 al 30.
Pero ya dadas  las consecuencias de todo lo sucedido en los últimos tiempos, también me parecería oportuno un estudio sobre el impacto económico del modelo político de los últimos años, esto es, los denominados grandes eventos, la red clientelar, la deficiente capacidad gestora y organizativa, una configuración administrativa muy poco racional,  las negativas a relacionarse según con quién, el maniqueísmo institucional, la captura de cierta prensa,…  
En Las Provincias edición de   6 junio   de 2009 dimos cuenta de la propuesta de integración de la CV en la Eurorregión, con relación a un trabajo que obra en link en este blog, por aquel entonces, me consta que la propuesta era políticamente incorrecta por aquello del  catalanismo o la disolución de nuestra CV bajo los imperialismos vecinos y demás. Era mejor apostar por una CV propia y políticamente autónoma, dueña de su futuro. Ya vemos el futuro de aquel entonces; hoy  nuestros bancos emblemáticos en la manos de terceros como la  Caixa, y nuestra autonomía financiera cautiva e intervenida.
Ahora con el cambio de Gobierno de esta semana tenemos a los mejores, - eso termino de leer -, pero en aquel entonces de la oportunidad de la Eurorregión por el 2005, también teníamos lo mejores gobernantes; una recua de visionarios sin parangón, eso sí legitimados por no sé cuantos millones de votos, que dicho sea de paso ya veremos si obtenidos legítimamente a tenor de alguna de las causas pendientes sobre financiación de partidos.
El caso es que mis alumnos me preguntan reiteradamente  cómo podemos pedir responsabilidades no sólo a los delincuentes sino a aquellos gestores tan ineptos, responsables de clamorosos desaciertos. No es suficiente, aunque afortunadamente ya sucede, que la justicia va haciendo lo suyo, desde aquel  caso Malaya, principio de un sin fin de  tropelías, de las que ya veremos cuantas quedan impunes o sin efectos, pues un estudio académico de la Universidad de Alicante concluye  que los delitos contra la Administración pública son los que más se indultan proporcionalmente.
Es necesario reflexionar sobre todo esto, sobre la impunidad en muchos casos de los corruptos y también la de los visionarios erráticos, por ineptos. También de esa impunidad de los que se sostienen por la red clientelar que se beneficia de ellos, cual príncipe títere. Mecanismos hay en el sistema político-administrativo, de los que pocas veces se hace uso, cual resulta por ejemplo  de la derivación de la responsabilidad patrimonial.
Hay que reflexionar sobre la causas de esto, precisamente en un época de bonanza y de libertad política como jamás hemos gozado, y parece que el modelo autonómico no es ajeno a esto, a tenor de los resultados empíricos. Un ex Senador de la UCD castellonense de reconocido prestigio y manifiesto servicio en su época  recientemente acaba de decir que  se siente pesimista,… tenemos una clase política muy mala, …España ha dejado de ser una democracia para convertirse en una partitocracia,… Fue un error el Estado autonómico,…. En la campaña electoral de 1977 en ningún momento se explicó a los ciudadanos que habría un Estado autonómico. Yo me enteré 15 días después de ser elegido senador. Los representantes de la soberanía popular no lo sabíamos, por lo que casi se rozó la trampa, …  Nos engañaron, lo asumo e incluso pido perdón por haberlo votado y firmado porque nos ha llevado a esta circunstancia actual. Lo que se planteó como una pura descentralización administrativa ha acabado utilizándose como plataformas políticas para pedir la independencia.”
Si los estudios mencionados  diera unos datos relevantes debería hacerse uso, aquí en la CV de lo previsto ex artículo 155 CE, hasta que se diera fianza bastante de que  los candidatos que van a gobernar gozan de garantías de, al menos sensatez y sentido común y de lo común.  Lo mismo para el resto de comunidades regionales o locales que no han sabido hacer uso de los instrumentos dados para la gobernabilidad.    

domingo, 2 de diciembre de 2012

Restaurar la Res-Publica

Ya conocemos la vuelta a la república clásica,   como un recurrente histórico cuando las cosas se estropean. La democracia mal funcionando, genera autoritarismos y estos  o se justifican ensimismos o en la vuelta a la república, tras un periodo de orden bajo el dirigismo gubernamental.
(…)Muchos políticos, algún sindicalista y demasiados empresarios sin experiencia bancaria(...). Este es el contenido de un informe en el que destacaba que parte de los males por los que atravesaba Bankia  y su matriz, el  Banco Financiero y de Ahorros (BFA), eran fruto de la “escasa profesionalización” de los integrantes de los consejos de administración de ambas entidades.  Este es uno de los diagnósticos sobre la consideración del ápice estratégico de uno de los entes más importantes de los últimos tiempos. La ineptitud e incompetencia para regir, decidir, administrar, gestionar … no sólo alcanza al aparato político stricto sensu, sino a todo lo que este toca, cual Rey Midas, y quizá así tengamos parte de la explicación del problema .
Un antiguo alumno del CEU con el que contacté recientemente en las redes, al hilo de la actualidad social me escribía (…) Como politólogo, ver lo que está pasando no me causa mayor indignación que la de un ciudadano normal. En cambio cuando hablamos de lógica política el desencanto es muy grande, ya que no hay lógica en los actos de los políticos de hoy en día. La ciudad, la región, la nación ya no son gobernados por hombre y mujeres con ideas cuyo origen proviene de un ideal de superación, mejora y bienestar. Ya no hay meta, línea de llegada.... Por desgracia la política y el poder no se fundamenta en el ser humano y la paz social sino más bien su fundamento ha mutado hacia la lógica del control social y la deshumanización global...no estamos volviendo ganado a las ordenes del sistema que ya ni siquiera el propio poder controla...vivimos en un tren al borde del descarrilamiento en que la próxima estación solo se nos muestra decadente (…)
Se describen por sí mismos y ninguno de los dos escenarios descritos me parecen admisibles en el sistema republicano clásico que tiene la bondad de corregir sus disfuncionalidades mediante la tecnoestructura del propio sistema, pero el nuestro o está colapsado sin solución, o es muy lento con o sin intención. De momento ya algunos políticos reconocen parte de sus culpa en  todo esto, de momento la justicia ya va reconduciendo algunos dislates, cual manos limpias, pero el sistema en sí parece seguir atrapado, y esto genera un escenario social de incredulidad, desasosiego y desesperanza.
No siento un entusiasta de la tesis de Fukuyama, sí merece su planteamiento originario digno de análisis y también me parece  que las soluciones deben de seguirse buscando bajo parámetros de  democracia occidental.  Cabrá preguntarse si el fallo está en la  clase política, en los mecanismos de apoyo a la toma de decisiones públicas, o en la propia obsolescencia del sistema. A partir de ahí a  redefinir, reinventar, reconducir,  reconceptualizar.

De la deconstrucción a la reconceptualización

En el programa de Conferencias del INAP  en curso "La reforma del Estado y de la Administración española” en la que correspondió a  D. Santiago Muñoz Machado con el título Repensar el Estado, señaló al inicio que casi nada funciona correctamente, … desde los parlamento a los sindicatos… . Al final si dio un espaldarazo a la experiencia de las Autonomías, con la necesidad de cambios en el modelo.
He tenido ocasión reiteradas  veces en este blog de referirme a los ajustes que hay que hacer en la arquitectura institucional del modelo político-administrativo y de hacer mención al origen de las causas  de las perversidades en lo público que se explican cuando se confunden los fines, los objetivos y las  funciones en las organizaciones.  La cuestión más grave reside más que en la cuestión técnica del manejo público, en la función de la  Administración Pública, y esto primordialmente es lo que se ha de reconceptulizar. Siendo importante ajustar el modelo autonómico en los términos expuestos por el conferenciante, más acuciante me parece salvar el Estado o de reconducirlo a sus funciones, fines y objetivos, a cuyo propósito debe reflexionarse en el marco de la crisis, de la globalización, de la fragmentación y de la crisis de gobernabilidad institucional su reconceptualización pues incluso Fukuyama asintió en 2004  que la debilidad del Estado constituye un asunto de primer orden tanto en el ámbito nacional como internacional  (Cfr.‘ La Construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el Siglo XXI’). Debatido esto los ajustes de la autonomías deben realizarse  en un Estado ya reajustado.
 En 2007   G. TiMSIT   fue el lector de  6ª conferencia Braibant, titulada  “Reinventar el Estado. Continuará” en el marco de las actividades del IIAS. Este académico señalaba
(…)De hecho, el Estado estratega no es simplemente un Estado responsable de «una función gestora racional», como se suele creer, o «la definición de un programa gubernamental» que debe ser implementado gracias a instrumentos como el «presupuesto marco», la definición de los techos de gasto y otras técnicas similares... El Estado estratega es un Estado que, por tener que dar cuenta a la comunidad ante la que es responsable, debe también asumir la Responsabilidad de garantizar misiones estratégicas que impliquen que es responsable de la sociedad.
La importancia que adquiere la reinvención del Estado se ve potenciada por otro valor básico en nombre del cual avanza la reforma: la solidaridad, la necesaria solidaridad impuesta por la expansión de la vinculación cívica y el desentrañamiento del tejido social característico de nuestras sociedades. El fracaso histórico del final del último siglo de revoluciones que tuvieron lugar en los países de Europa central y oriental (donde se había perpetuado una forma de control de Estado extremo) contribuyó enormemente a la desafectación del Estado.
Para estos y mucho otros países, el resultado fue una desacreditación y un distanciamiento del Estado en lo que concernía a sus cometidos en el ámbito social, particularmente, y del cual el Estado había sido responsable desde el principio. El fenómeno dramático de la exclusión social, que las sociedades contemporáneas están experimentando y que no pueden sino empeorar. A ello hay que añadir: la desterritorialización del fenómeno religioso que están generando las fluctuaciones migratorias en los países occidentales, agravada por la globalización. La consecuencia de esos factores ha sido a desacelerar el proceso desintegración de las sociedades. El viejo Estado administrativo, incluso en su versión más indulgente del Estado de Bienestar no podía seguir garantizando la gestión o la unidad de la sociedad. Precisamente en reacción a esta tan desastrosa evolución, comenzó el proceso de reinventar el Estado, un Estado cuya acción primaria debe ir más allá de las funciones obvias del Estado, centrándose en factores esenciales para la cohesión del grupo: empleo, sanidad, educación, cultura, por ejemplo, todos ellos sectores sin cuyo desarrollo sería imposible, impensable, reelaborar la vinculación cívica.
De esta forma podemos apreciar mejor las características y valores del enfoque normativo basado en el diálogo. La maquinaria utilizada en este enfoque, adaptada a los mecanismos de democracia tradicional —en algunos países, prácticamente dilapidada por no haber servido lo suficiente— sitúa la noción de legitimidad en el centro del proceso de Estado, una idea que, lejos de proyectar la atención hacia fenómenos intangibles e inmateriales, aporta, por el contrario, resultados directos específicos e inmediatos al proceso de reforma. He intentado simplemente esbozar el análisis. Al final de esta conferencia puedo observar, obviamente, lo imprudente que he sido al hacerlo. La verdad es que sólo estoy seguro de una cosa: reinventar el Estado es un proceso a continuar, será, en cualquier caso, un proceso que no tendrá final. (…)
Sirva esta exposición para fijar el debate, de la misma manera que en la 5ª Conferencia Braibant de 2006 del IIAS, Jocelyne Bourgon manifestó  la necesidad de que una nueva teoría sobre la  Administración Pública  se articularan en un Gobierno-Administración sensible/receptivo, responsable y respetado(confianza Pública). Esta postura sobre las características de los Gobiernos  tuvieron la crítica de C. Pollit y otros en cuanto a que en esas propuestas se estaba más en la búsqueda de una nueva Teoría de la democracia liberal, que una sobre la propia Administración, ya que  ciudadanía, participación …  son vistas como cuestiones políticas y no administrativas.
Cuestión peregrina ya que  cada modelo administrativo tiene su orientación en un modelo político y se ha venido progresando en función de los cambios políticos, siempre revolucionarios, cruentos o no. La revolución francesa, la de 1849, la república de Weimar, la era progresista americana o el final de la II guerra mundial  generaron  políticas administrativas distintas, distantes o antagónicas  de sus precedentes  y el resultado histórico está ahí.
Me parece que está pendiente de terminar de pensar las propuestas  R3/RRR - reconexión, reconceptualización y redesempeño – en cuanto suponen reconceptualizar propósitos, reconectar con la red de políticas, redefinir la racionalidad administrativa, recapitalizar los activos, redireccionar los recursos y revitalizar los valores constitucionales. De momento sólo percibo desconstrucción, malversación, cambio de élites y de redes beneficiarias, y sobre todo la fragmentación social vía desaparición de las clases medias, como gran logos de la segunda mitad del  Siglo XX. Me parece pues tarea previa fijar el qué y el cómo y hasta que alguien invente algo mejor para el progreso humano el sistema democrático, pero el de verdad, el que marcan los cánones teoréticos .