lunes, 12 de enero de 2015

Monarquía y Estado social o Monarquía social (y 2)

Nuestro muchas veces invocado Von Stein cultivó  la Sociología de manera preliminar y como  también hiciera Bonnin aplicó sus categorías al estudio de la Administración Pública. La administración de la vida social constituye un magno universo en el cual incide la actividad del Estado, pues trata de la policía social, la política social, la policía de la medicina, la asistencia pública, la administración del trabajo y el sistema de capitalización social. En el prólogo del libro La Teoría de la Administración, una frase resume dicha concepción: la constitución no debe considerarse como un mero ordenamiento político abstracto, sino como resultado de la “organización económica y social, que cuando se modela sobre la división de bienes materiales, hunde su historia en las posiciones recíprocas de las clases dominantes y las clases trabajadoras”.
La sociedad ha sido dividida por las  clases sociales,  que buscan controlar el Estado en función de sus propios intereses, impuestos a través de una revolución. La solución, en su opinión, no es otra revolución – se refieren su contexto a las revoluciones ’cruentas’ de 1848 por toda Europa y que vivió  en París en febrero de dicho año -, que solo implicaría la imposición de los intereses de una  clase sobre por sobre los de la sociedad en su conjunto, sino un Estado que estuviera  por encima de los intereses de todas las clases o sectores sociales. Ese estado se personificaría en una "Monarquía Social" - que en su tiempo correspondería a Federico Guillermo IV de Prusia (1840-1861) - y que  actuaría en el interés común, introduciendo las reformas necesarias para evitar desorden y confrontación social.
Estas ideas dieron origen a la propuesta del Estado Social, como un instrumento de reforma a fin de mejorar la calidad de la vida de las clases "bajas", evitando así, en sus palabras, "el proceso de las clases que buscan ascender socialmente"
Stein  aprovechando la buena imagen de las monarquías europeas en la tradición clásica de la filosofía política del mundo cristiano-germánico, quería para el monarca el rol de  árbitro institucional que represente al Estado, situándose por encima de los intereses de la sociedad. Von Stein – influenciado otra vez por Hegel – considera positivamente a la monarquía por su carácter histórico de integración y dinamización. (…)La monarquía occidental no ha funcionado como popa sino, como proa en la gran navegación del mundo europeo (…) llega a decir en un momento en que esta institución se siente más atacada que nunca. Así frente a las pretensiones revolucionarias y antimonárquicas del entorno europeo, sitúa a la monarquía en el centro de una consideración actualísima y racional de las cuestiones políticas.
Diría que si la sociedad es el orden de la dependencia, el Estado es el orden de la libertad. El Estado –representado por un estatus de intangibilidad en su representante el monarca – debe estar por encima de todo interés social. El hombre que represente la idea del Estado debe poseer una posición tan poderosa, rica, esplendida e intangible que todos los intereses sociales desaparezcan a su lado. Hay que colocarle tan alto que, al menos para él, las cosa humanas no aparezcan en su valor individual, sino en el general. El único interés del monarca es ser, el Estado mismo.
 (…) Este principio del Estado es el de la libertad ,principio por el cual todo miembro de la sociedad debe alcanzar el grado más elevado de desenvolvimiento personal. El principio de la sociedad, por el contrario, es el principio del sometimiento, según el cual, el individuo particular deviene dependiente de sí y de su propiedad … La monarquía ha de actuar con plena autonomía contra la clase dominante y en  pro del levantamiento de la clase inferior, hasta entonces social y políticamente sometida, utilizando en este sentido el supremo poder del Estado, confiado a ella. No existe en la tierra más elevada y divina misión, ni misión más difícil de llevar a cabo, pero tampoco existe ninguna que sean tan rica y segura en interna prosperidad y ventajas exteriores. La monarquía obrando así, no sólo, ganará para sí en general, con de la misma todo su futuro, la prosperidad del Estado, el amor y la confianza del pueblo con la existencia de la monarquía. La monarquía así identificará en seguida el trono con la idea de libertad, dándole así la más segura protección que pueda imaginarse. Libertad que no gozará solo la clase más elevada sino también la más baja. Respondiendo en su pueblo a su destino verdaderamente divino, la monarquía llevara así una doble corona (...)
Esta monarquía ideal llevara una doble corona, la de procurar el reino de la libertad tanto para la clase alta y como para  la clase baja. Toda monarquía que no tenga el  valor de convertirse en monarquía de la reforma social será una sombra vana, caerá en el despotismo o sucumbirá a la república.  La alternativa para la monarquía es la reforma social o la revolución. 
(Vid.  in extenso VON STEIN,Lorenz (1850), Historia de los Movimientos Sociales Franceses desde 1789 hasta el presente, pp. 198 y ss.)
La historia es conocida, Von Stein no tuvo éxito inmediato en sus propuestas, no obstante la influencia científica de su pensamiento en notables pensadores posteriores, toda vez que la monarquía alemana caería definitivamente con la república de  Weimar, si bien esta ya recogería algunos de los postulados del Estado social, aunque no explícitamente. También es sabido que el  Estado Social tiene sus antecedentes en la monarquía prusiana del despotismo ilustrado, a partir de Federico Guillermo II el Grande de Prusia y su  "landrecht" de 1794 al establecer que el "Estado sería considerado el protector natural de las clases pobres". Los hitos más notorios fueron en la época bismarckiana (Wohlfahrtsstaat), al establecer las primeras políticas sociales mediante un sistema  de seguros obligatorios de enfermedad en 1883, otros de  accidentes laborales en 1884 y el de enfermedad, jubilación y defunción en 1889 y que  por las fechas en tiempos de los últimos Fürst prusianos Guillermo I, Federico III y Guillermo II. Esta intervención del Estado liberal no sólo fue una estrategia frente a las ideas socialdemócratas sino una propia evolución en la concepción originaria del liberalismo, al entender que era deber social frenar la miseria y grandes desigualdades. La continuidad sería con el New Deal y el  Beveridge Rapport.
 
 (Vid.  DAWSON, W.H.  Bismarck and State Socialism. An  exposition of the Social and Economic Legislation of Germany Since 1870, London, 1890.) 
 Menos conocidas son las  expresiones  más antiguas tuvieron lugar en la China del siglo XI en China bajo la dinastía Song. El Primer Ministro  Wang Anshi, consideraba responsabilidad del Estado proveer a los ciudadanos de los servicios esenciales para un nivel de vida decente. Bajo su dirección, el Estado inició una serie de préstamos agrícolas y nombró comisiones a fin de regular salarios y planificar pensiones y jubilaciones para los ancianos y enfermos. Esas reformas fueron conocidas como Xin Fa o "Leyes Nuevas".

Monarquía y Estado social o Monarquía social (1)


Esperanza, futuro y España fueron  las tres palabras más utilizadas por Felipe VI en su mensaje navideño, que  a mi juicio pone un punto y aparte en la nueva definición de la arquitectura institucional. Dijo el monarca en términos descriptivos

·  Estamos viviendo tiempos complejos y difíciles para muchos ciudadanos y para España en general.
· La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro.
· La importancia de algunos de nuestros problemas políticos genera inquietud.
· Las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocan, con toda razón, indignación y desencanto.

En términos prescriptivos señalaría;

· Necesitamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar.
·  Necesitamos un gran impulso moral colectivo y una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable.
·    Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción.
·   La honestidad de los servidores públicos es un pilar básico de nuestra convivencia en una España que todos queremos sana, limpia.
·   La lucha contra el paro debe continuar siendo nuestra gran prioridad.
·   El sacrificio y el esfuerzo de los ciudadanos durante toda la crisis económica exige que los agentes políticos, económicos y sociales trabajen unidos permanentemente en esta dirección, anteponiendo sólo el interés de la ciudadanía.
·   La economía debe estar siempre al servicio de las personas.
·   Debemos proteger especialmente a las personas más desfavorecidas y vulnerables.
·   Debemos seguir garantizando nuestro Estado de Bienestar, que ha sido durante estos años de crisis el soporte de nuestra cohesión social, junto a las familias y a las asociaciones y movimientos solidarios.

Concluye que  todo tiempo político tiene sus propios retos y ahora corresponde poner al día y actualizar el funcionamiento de nuestra sociedad democrática y conseguir que los ciudadanos recuperen su confianza en las instituciones. Hay que regenerar nuestra vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son los  grandes retos. A su vez en la pascua militar el Rey instó a recordar el principio de que “mandar es servir”, a su patria y a sus ciudadanos, con la entrega de la vida si hiciera falta.

Las revoluciones no cruentas y  de corte fabiano  suelen producirse cuando el ápice del poder reacciona a la presión social que se inicia desde abajo, aun cuando es alentada por ciertas élites. Debemos entender aquí la revolución (cruenta o no) como cambio social sustancial, formal o material, en este caso querido por muchos, supuesto el eskhaton de las próximas elecciones . Dicho en términos de políticas públicas, articulado con nuevas políticas constitutivas,  propias de análisis comprensivos y radicales que han de ser  seguidas de otras reglamentarias y distributivas, y que tienen su origen en un nuevo pacto social.    Como suele ocurrir en las situaciones  pre revolucionarias  las instituciones  intermedias entre la base y el ápice suele negar la realidad por cuanto son quienes, institucionalmente  se benefician de ellas  (políticos, burócratas, rentistas del sistema, apesebrados, red clientelar cautiva,supervivientes del caos,…).

La prensa recoge con justicia  que el mensaje fue considerado  realista, certero, y oportuno. Sin embargo no gustó en Moncloa y se sugirieron  algunos cambios, de tono menor. El tono  general pesimista y sombrío no fue del gusto del Ejecutivo y menos todavía el enfoque demasiado social con críticas  a la situación económica, la insistentes menciones del desempleo, de los vulnerables, desfavorecidos.

En el discurso en dos ocasiones se cita  la fórmula Estado de Bienestar cuando don Juan Carlos sólo la utilizó una vez en sus 39 discursos navideños. Se ha calificado como un discurso de regusto socialdemócrata, con la mirada puesta en el Estado más que en la iniciativa privada, diametralmente alejado de determinado  liberalismo de algunos.  Al gobierno le hubiera gustado más un  discurso como el del Rey Guillermo de Holanda en su toma de posesión en  septiembre de 2013, en el que abogó por la sustitución del Estado del bienestar por una sociedad participativa, discurso curiosamente  impulsado por un gobierno de centro izquierda (liberales y socialdemócratas).

Hasta aquí podrá decirse que lo que ha pasado es que esta monarquía apuesta por el Estado social, en un momento de crisis del mismo, lo que no significa que no haya que reformularlo, sobre todo en lo que a sus gestión corresponde.  Esto coincide plenamente con estudios  politológicos, como el que la comisión trilateral, en el año 2000, encargó a PUTNAM Y PHARR  una revisión de los cambios acaecidos en las democracias avanzadas en el último cuarto de siglo. En el informe sobre  la gobernabilidad   se afirmó la ausencia de “evidencia alguna en ninguno de los países analizados que indique que la democracia esté en riesgo de ser suplantada por otra alternativa”  ni  “evidencia alguna de compromiso declinante respecto de los principios de gobierno democrático. Por el contrario, el compromiso público respecto de la democracia per se ha crecido en el último medio siglo”.

El informe del año 2000 presentó, sin embargo, dos diferencias importantes respecto del de 1975 (de CROZIER,HUNTINTONG y WATANUKI) pues el tema más importante hoy, en los albores del siglo XXI, no es si la democracia sobrevivirá o si está en crisis, sino en qué medida los líderes y las instituciones democráticas podrán satisfacer las expectativas y necesidades de la gente. Por ello, proponen centrarse en el análisis de la problemática de la desafección ciudadana respecto de la democracia.

Parece claro que en el discurso del Felipe IV se asume  y comprende los motivos de desafección de la ciudadanía hacia las instituciones  y la conjunción de la presión desde abajo y desde arriba contribuirá a los propósitos de cambio. Lo cual aconseja centrar las propuestas alternativas al modelo teniendo en cuenta los problemas propios de cada país, si bien  parece que el común denominador sociológico e intelectual apostaría por ni más (Estado) ni menos (social). 

La constitución establece el rol actual  del  monarca y desde el él citado discurso merece los elogios recibidos y los que aquí tributamos. En su día pensadores de fuste le atribuyeron el gran rol de ‘monarca social’ en los términos que siguen en la siguiente entrada.


Me alegro de coincidir en lo sustancial con lo que termino de leer en ¿Republica o monarquía, el dilema de la paz? de  mi amigo el sabio Antonio Colomer en Las Provincias del día 9.01.2015, de recomendable lectura