Durante los últimos tiempos se ha entendido que era suficiente para la buena administración seguir una modas administrativas – en puridad, argumentos administrativos en consonancia con la reforma y modernización administrativa - . Estas modas no eran sino replicas, mutantes o no, que se compraban en los mercados de la consultoría publica, fruto de las policy tranfers o en realidad respondían a intentos de adaptarse a las necesidades del entorno vía modernización/innovación. Estas modas han pasado por la gestión de la calidad, las cartas de servicios, los planes de empleo –pocos y malos – las privatizaciones y fundaciones, la inserción en los distintos niveles administrativos de las áreas de, medio ambiente, inmigración y de participación ciudadana, los mecanismos de cuasi mercado, la Administración 2.0 y el open goverment, la E-administración. Seguiríamos con otras expresiones pero todas ellas no son sino reflejo de los avances técnicos puestos a un servicio concreto.
La buena administración es algo más que técnica aplicada, es un arte, es ética y es filosofía , es un principio que se comprende como el conjunto de reglas que rigen la gestión de las Instituciones públicas y que impone a estas últimas un comportamiento que permita alcanzar un equilibrio entre el respeto de los derechos de los administrados y la preservación de buen funcionamiento del sistema de Administración Pública.
Como filosofía y praxis no se hace efectivo sino se acompaña de la otra cara de la moneda que resulta del buen gobierno, estos es la tendencia hacia la óptima asignación y gestión de recursos para responder a problemas colectivos. Se caracteriza por la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, el imperio de la ley, la eficacia y la equidad.
Para Aucoin requiere que el gobierno ejecutivo sea; a) políticamente responsable y b) capaz de formular e implementar políticas públicas sustantivamente valiosas.
Estas dos exigencias, de acuerdo con Aucoin, sólo pueden satisfacerse si el gobierno ejecutivo incluye un cuerpo de funcionarios públicos de carrera separado de y subordinado al ejecutivo político
Un tercer aspecto es que el Gobierno-Administración obtenga además la legitimación institucional. Se considera buena institución a aquella que lleva a cabo con eficacia la tarea que le ha sido encomendada, pero manteniendo un gran respeto por y con otras instituciones o sus valores. La institución es buena si es capaz de elaborar reglas que restrinjan la maximización individual cuando es colectivamente destructiva, y si además es capaz de hacer cumplir estas reglas.
La Administración será buena institución si pondera todos los intereses de las redes de políticas, haciendo que prevalezca el interés público, como expresión de la sinergia de todos aquellos intereses colectivos en juego para el desarrollo de la colectividad.
La buena administración es algo más que técnica aplicada, es un arte, es ética y es filosofía , es un principio que se comprende como el conjunto de reglas que rigen la gestión de las Instituciones públicas y que impone a estas últimas un comportamiento que permita alcanzar un equilibrio entre el respeto de los derechos de los administrados y la preservación de buen funcionamiento del sistema de Administración Pública.
Como filosofía y praxis no se hace efectivo sino se acompaña de la otra cara de la moneda que resulta del buen gobierno, estos es la tendencia hacia la óptima asignación y gestión de recursos para responder a problemas colectivos. Se caracteriza por la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, el imperio de la ley, la eficacia y la equidad.
Para Aucoin requiere que el gobierno ejecutivo sea; a) políticamente responsable y b) capaz de formular e implementar políticas públicas sustantivamente valiosas.
Estas dos exigencias, de acuerdo con Aucoin, sólo pueden satisfacerse si el gobierno ejecutivo incluye un cuerpo de funcionarios públicos de carrera separado de y subordinado al ejecutivo político
Un tercer aspecto es que el Gobierno-Administración obtenga además la legitimación institucional. Se considera buena institución a aquella que lleva a cabo con eficacia la tarea que le ha sido encomendada, pero manteniendo un gran respeto por y con otras instituciones o sus valores. La institución es buena si es capaz de elaborar reglas que restrinjan la maximización individual cuando es colectivamente destructiva, y si además es capaz de hacer cumplir estas reglas.
La Administración será buena institución si pondera todos los intereses de las redes de políticas, haciendo que prevalezca el interés público, como expresión de la sinergia de todos aquellos intereses colectivos en juego para el desarrollo de la colectividad.
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