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En los orígenes la
política de la Administración y el Derecho Administrativo integraban la Teoría General
de la Administración. Se distinguía a la
Ciencia de la Administración (Verwaltunswisenchaft) o doctrina de la Administración (Verwaltunglehre) como la exposición
científica de los principios concernientes a la
Administración Pública. Se postulaba una división en Derecho Administrativo (Verwaltungrecht)
cuyo objeto son los principios jurídicos concernientes a la
Administración Pública y política
de la Administración Pública
(Verwaltungpolitik) que se refiere a los puntos de vista de la conveniencia
administrativa.
-La Ciencia de la Administración estudia aquellos
fines para cuya realización debe intervenir la
Administración Pública y la naturaleza y límites de su intervención para
obtener el máximo útil con el esfuerzo mínimo.
La Ciencia de la Administración es una Ciencia Política pero no la
Ciencia Política, es una fracción de la política general.
Se afirmaba que la Ciencia de la Administración es la filosofía del Derecho Administrativo o
que éste es lege data mientras que la
Ciencia de la Administración es el lege ferenda.
- La posición primigenia de Ciencia
unitaria volvió a ser reinvindicada intentando un camino de
vuelta a la unidad, ya que de un tronco común surgieron, si bien con la
pretensión de darle un contenido más amplio de los que se tuvo en el
cameralismo o postcameralismo. En el
transcurso de la Ciencia de Administración Pública moderna, ha sido menos
eficaz que el Derecho Administrativo, el cual
por vía de la coerción y reparación ha subsanado lo que la otra no ha
conseguido, al no haberse superado la dicotomía poder-servicio del poder
político-administrativo, con una clara apuesta por el primero. Mientras la Policía
y el Cameralismo servían para el mantenimiento del poder, la Ciencia de la
Administración fue concebida para el servicio único a la sociedad y a su
progreso.
- La Ciencia de la Administración para ser
aplicada tiene un momento político y un momento técnico, una secuencia lógica
que no puede romperse. Dicho en otras palabras La ‘argumentación’ de una
política de Gestión Pública implica una argumentación administrativa cuya
‘filosofía’, al incorporar los principios culturales, debe ser asumida en el
momento político, y los ‘argumentos administrativos’ informar a las decisiones
técnicas.
- La política ha juzgado a la Ciencia
Política desautorizándola en función de sus intereses, de tal manera que sólo
es científicamente aceptable aquello que
legitima la ideología o intereses en el poder. La heteropraxis condena a la
ortodoxia, lo que invita a pensar si los fundamentos teóricos son erráticos,
irreales, inverosímiles o utópicos.
Heterodoxia, ortopraxis, ortodoxia o heteropraxis están bajo sospecha, al no
ser aplicativos los principios legitimadores del sistema.
- En
suma para el cambio hay que reivindicar ya la regeneración institucional de
la Administración Pública, el momento
científico para la política que deje atrás a diletantes y curanderos. El momento científico que se reivindica no es neutro, no es mera tecnocracia, debe
estar teóricamente fundamentado en principios normativamente orientados al
progreso y al bien común de la sociedad.
- La Universidad
no ha demostrado su capacidad para preparar personas para una mejor Gestión
Pública. Es más quienes consiguen estar en instancias de decisión pública
acaban siendo absorbidos y/o contaminados in
mala partem, por el subsistema político, a salvo de los héroes y/o
dimisionarios.
- Aquí hay un reto de gran calado para la
propia comunidad científica – fuertemente aquejada de soberbia, fragmentación y
rivalidad – Mientras que no haya unidad, seguirá siendo débil.
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POLLIT señala la falta de una teoría en estos veinticinco
años de NPM en el que ha sido imposible encontrar una visión de conjunto a los
diversos programas e iniciativas que relacione las distintas y sucesivas reformas que muestran las experiencias comparadas.
Lo que hace falta es precisamente el
desarrollo de una Teoría integral, algo muy difícil en la disciplina ante la
diversidad del pensamiento académico en la materia en el último siglo y las
importantes diferencias epistemológicas y empíricas que originan enseguida
reacciones críticas a cualquier pretensión teorética y a la vez el imperativo
político exige atribuir a los fracasos argumentos organizativos, y nunca,
cuestiones de naturaleza doctrinal. El citado autor mismo señala que el Manual de Gestión Pública de Ferlie,
Pollit y Lynn de Oxford de 2005 a pesar
de integrar a los mejores 38 profesores
de la cada materia no ha dejado de ser una venta de artículos de segunda mano
bastante teórica y sin ningún consenso terminológico.
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