Tras
las elecciones de mayo pasado quisiéramos superar ya - como se afirma en una gran obra novela
sobre el origen de la ciudad de Valencia - la historia llena de cadáveres
que han sacrificado su vida por defender - sin saberlo - la soberbia de personajes que bajo excusas
políticas o divinas, se han movido únicamente por su descomunal ambición. Una vez más se vive eso
de que por muy nobles que parezcan los principios de grandes personajes, en el
fondo sólo se mueven por codicia, vanidad y gloria, arrastrando en su
enfermedad a todos aquellos idealistas simples y vocacionales. Dinámica que no
cabe en un mundo desbocado y con unos retos muy claros para asegurar el
progreso universal de la humanidad.
El
tiempo que vivimos se parece a una especie
de neofeudalismo (eclesial, universitario, empresarial, político,
sindical,…) que se nutre de las miserias del sistema económico y del ejército
de reserva de súbditos. La depredación de hoy, por el momento, consiste ahora
en quitar los meritos a los otros, aprovecharte del talento ajeno, sustraer
dinero ajeno. Algo hemos avanzado pues antes la depredación era sobre la vida y
su supervivencia.
Cuando
escuchamos por doquier discursos en
torno a la economía social, del bien común, de la comunión, …, que apuestan más por la dimensión del trabajo personal y de su desarrollo espiritual, creativo, intelectual,
colectivo, que aquella que lo hace a favor del capital en sus aspectos financieros,
especulativos, beneficios, productividad, parece nos acercamos mas a los
postulados seminales de la Ciencia de la Administración, y a la par, a lo que
demanda la sociedad actual, algunos sectores religiosos, filosóficos, o de
pensamiento económico. Ya en los ’80 del S. XX, Diez del Corral señalaba sin ambages la injusticia
científica para con Von Stein frente al triunfo
de C. Marx. Stein diría en 1850 (…) la sociedad, definida como sistema de sujeción de carácter fundamentalmente económico. La economía es la
infraestructura de la sociedad y determina sus formas según un orden riguroso de vinculaciones y dependencias y sujeciones. El orden social se
encuentra articulado en dos grandes clases; la de los que poseen y la de los
que no poseen. Esto genera una dependencia del trabajo respecto de la
propiedad, puesto que la materia solo la disponen un pocos frente al trabajo
que lo poseen todos. La actividad humana destinada de un modo
ordenado y sistemático a la elaboración de bienes económicos es el trabajo…
La vida de todo individuo consiste en la
elaboración de bienes» y que «el acrecer el valor de los mismos se convierte en
misión vital de la personalidad». Pero, además, el trabajo da lugar a una
segunda dimensión de la personalidad en cuanto los bienes por él creados
pertenecen, en principio, a quien los ha elaborado, se identifican con la
personalidad y, por consiguiente, son tan -inviolables como la persona misma.
Pero ni el trabajo ni la propiedad individual bastan por sí mismas para
satisfacer las necesidades de los hombres, sino que para ello han de ser
enlazadas con el trabajo y la propiedad de los demás. De este modo se origina
un sistema de conexiones interhumanas, producido por la esencia misma de las
necesidades y ordenado (…)
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