Ya sabemos
que en nombre del interés general se hacen políticas frívolas, partidistas,
clientelares, o se hace todo para que nada cambie. El interés general lo decide
el gobierno de turno en primera instancia aunque en ocasiones se lo revise el pretor.
En nombre de un supuesto interés general
se juzga a la ciencia, a la sociedad y
los fundamentalistas incluso a la misma
verdad, si esta no casa con su praxis.
Hemos visto que la estrategia de confianza de la OCDE – en el
marco del último paradigma ‘Trust in Goverment‘ - tiene que ver con las relaciones de los
ciudadanos por el Estado, y más concretamente la "congruencia entre las
preferencias de los ciudadanos - su interpretación de lo que es correcto y
justo y lo que es injusto - y el funcionamiento real percibido del
gobierno".
Veamos dos sucesos que no darían una pista
sobre la coincidencia de un invocado interés general y el bien común.
En la coronación de Fernando III como Rey de los
Romanos en Viena, la corte de Felipe IV celebró diez días de bailes, monterías,
mascaradas,… que costaron 420.000 escudos a las arcas reales. Con una cifra así
de dinero se podría haber pagado el salario anual de 8.500 hombres en la Guerra
de Flandes, donde el Imperio español se jugaba la hegemonía europea.
Los Reyes actuales han dado continuidad a la tradición, instituida por Alfonso XIII, de premiar los méritos de
carácter civil de aquellas personas ajenas a la Administración y que hayan
prestado relevantes servicios al Estado. Entre los premiados de este año se
encuentran quienes no dudaron en arriesgar su vida en el rescate de las
víctimas del accidente del avión AIRBUS 400M, ocurrido en Sevilla en mayo.
El Proyecto
BRAIN - entender cómo funciona el cerebro - , financiado por el gobierno USA y apoyado
por los dos grandes partidos es un proyecto nacional que se extiende
independientemente de los partidos, y
aunque cambien las administraciones, estos proyectos seguirán adelante.
Como sucedió con los programas Apolo o el Proyecto Genoma Humano. Con el citado
proyecto BRAIN, la humanidad se conocerá
por dentro, con una supuesta liberación de nuestros prejuicios atávicos, y un tratamiento mejor de unos con otros. Aquí con este proyecto perderían las
sectas, las mafias, la banca, y cualquier colectivo o individual que gane
dinero a costa de la ignorancia de los demás, que no han sido pocos en la
historia del mundo.
En el final
de la obra de ‘Los miserables’ – en cartelera desde 1985 en Londres - el incorruptible Inspector Jabert al cuestionarse entre la ilegalidad o la justicia, elige el
suicido. Muchos gestores ante tal dilema que como en la obra de Victor Hugo
afectaría al bien común, lo tiene más
fácil, dimitir.
Buscar el
bien común es más sencillo de lo que parece como los es reconducir hacia el mismo el interés general. En El bien
común. Elogio de la solidaridad de Ricardo Petrella, 1997 se nos dice que en
el occidente desarrollado, más allá del Estado del bienestar poco queda de
cosas en común. Ahora nos interesamos más por nuestro bienestar personal
(formación, sueldo, casa, vacaciones) y más allá de la lucha por la
supervivencia, poco queda de interés sobre el bien común. Tesis que coincide
con la de Ulrich Bech y la era del
individualismo. Para Petrella ahora el
Estado promotor y garante del interés
general, de la res pública, no es buena cosa. Hay que recuperar la idea d un
proyecto colectivo mundial sustentado en la búsqueda de la justicia, fraternidad
y la solidaridad, para lo cual hay que cambiar la la agenda y retorica dominante.
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