miércoles, 28 de mayo de 2014

La Administración Pública (y 15): También todo puede seguir igual

En los catorce apartados previos hemos dado cuenta de posiciones y discusiones teóricas sobre la Ciencia Administrativa, pero también debe hablarse de actuaciones prácticas para promover el cambio.  Tuve ocasión de participar en el  proyecto de I+D+i 'Los Institutos de Administración Pública en España: evaluación y metaevaluación de su actividad formativa e investigadora de 1999 a 2005' , igualmente he tenido ocasión de intervenir en el Seminario: Administración y Pública y Gobernabilidad: El necesario impulso de un nuevo modelo, celebrado en la UCH-CEU de Valencia, lo mismo con las Jornadas sobre liderazgo público de la UPV, o en los congresos GIGAPP, entre actividades de las que puedo hablar. En todas ellas he oído aspectos innovadores de parte de conocedores de la Administración Pública y, sin duda, cada día crece la opinión de la necesidad urgente de un nuevo modelo político-administrativo. Las urnas en las recientes elecciones europeas, dicen que el sistema está colapsado, que tenemos un problema grave de gestión. Lo que nos recuerda  al informe de PHARR y  PUTNAM  del año 2000, en el que se replanteo la desafectación de las democracias, más en términos de gestión  del modelo. El Raport de 2007 de la OCDE recomendó en lo que a Gestión Pública se refiere, atender el envejecimiento de la función pública, a la disciplina presupuestaria, a la trasparencia e integridad en el servicio público y  a la   necesidad de  reducir la carga administrativa para el ciudadano e impulsar la E-adm. En el Raport de 2008 y 2009 se insistió en los mismos  temas añadiendo la necesidad de evaluar el desempeño y eficacia de las administraciones, fomentar la innovación y la participación ciudadana. En todo esto se ha hecho poco o muy poco, entre otras razones porque el talento humano al servicio de la Administración Pública, tanto político como administrativo, esta envejecido biológicamente y anticuado sociológicamente. Los comportamientos al uso, son  viejos, del siglo XIX,  en algunos casos hasta feudales.
Vimos con satisfacción de la inclusión de materias de Ciencia de la Administración  en los temarios para TAG en al AGE. Hemos oído de fusionar las escuelas de formación de funcionarios, emulando el modelo francés de la ENA, lo que es alentador. Hay que revisitar con orgullo el pasado español y observar que  la primera escuela de Administración Pública se situó  en España en 1843 – en  Francia en    1848 – en la que se desarrolló una Ciencia de la Administración autónoma, pero sin disociación  de lo político. En 1843 Gómez de la Serna,  siendo Subsecretario de Gobernación promovió la creación de una Escuela de especial para los estudios de Administración. En 1841 ya propuso  la creación de una  Facultad nueva, con la denominación de ‘administrativa’, en la cual se comprenderán los estudios necesarios a los que hayan de servir al Estado en todos los destinos públicos, civiles y administrativos. La intención política era que (…) Transcurridos que sean los años que se prefijen para esta carrera, el Gobierno no podrá nombrar para ningún empleo civil o administrativo a ninguno que, no habiendo servido algún destino antes de la promulgación de la presente Ley, no haya obtenido el grado de licenciado en la facultad administrativa. (…). El proyecto fracasó como consecuencia de la caída del Gobierno. La Regencia del General Espartero retomó la idea, canalizándola a través de una escuela especial, que se crea por Decreto de 29 de diciembre de 1842. Esta escuela estaba destinada a los funcionarios públicos, ya que la experiencia diaria acredita la necesidad de que se exijan estudios previos a los que han de desempeñar cargos importantes de la Administración pública. En ella se enseñaría el derecho político, el internacional, la economía política, la Administración y el Derecho Administrativo.  
Por lo tanto las nuevas generaciones de empleados públicos están llamados a hacer inexorablemente las cosas de otra manera, tal y como se evidencia en buena parte de los políticos  jóvenes.
La teoría y la praxis se necesitan en este momento crucial, y seguir todo igual seguir igual significa seguir alimentando  la desafección hacia lo público. Un interesante trabajo (Gobernantes y Directivos: La Dirección política de la Administración Pública              como   factor      clave    de cualquier reforma” en ‘Desafíos de la Administración General del Estado en la España del Siglo XX’ en  Documentación Administrativa nº 286-287, 2010)   con sabor a   Dror  y a Maquiavelo, y realizados por altos funcionarios de los cuerpos generales y especiales de la AGE describe  la realidad dominante del sistema político-administrativo  con palmaria  exactitud  y con una loable  franqueza acerca de los errores habituales en el  comportamiento estándar de los dirigentes políticos, y que deberían evitarse, así vemos por ejemplo;
a) La obsesión por el marketing y el titular 
b)  Que  los medios se conviertan en fines en la  actividad reguladora.  
c)  Fracaso en la lectura de riesgos sistémicos y coyunturales.
d) Caer bajo el influjo de aduladores y otros tipos peligrosos.
Este merece detallarse conforme a las afirmaciones genuinas  de los autores quienes señalan sin ambages que “la falta de  capacidad de un gobernante (sobre todo si cuenta con una Administración profesional que sepa amortiguar sus errores), el de rodearse de aduladores o halagadores, aprovechados (del trabajo ajeno) o que van de "listos', y ladrones  o corruptos, aunque  estas características suelen convivir en los mismos sujetos. Son - junto a los que teniendo que hablar callan o miran a otro lado- los grandes apoyos y cómplices de la incompetencia. Un gobernante incapaz atraerá a este tipo de perso­nas con extraordinaria frecuencia pues suelen encontrarse al acecho del poder y solo  los muy avispados (y seguros de sí mismos) son capaces de detectarlos y no sucumbir a sus encantos.
Estos errores junto a otros déficits culturales hace que los autores aboguen por una escuela de gobernantes, escuelas que pueden seguir  el modo ENA o, mejor aún,    bien de las propuestas de Dror. (Cfr. “Asesores políticos para los Gobiernos”  en Documentación Administrativa n º 241-242, 1995.)

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