miércoles, 23 de noviembre de 2016

Promesas electorales, discurso partisano y dinámica de las políticas (1)

 Según expresión del Consejo científico de evaluación francés de 1990. La evaluación de una Política Pública tiene por objeto investigar si los medios jurídicos, administrativos y financieros aplicados permiten lograr los efectos esperados de dichas políticas y la consecución de los objetivos asignados.
Evaluar en suma supone conocer para mejorar la acción, para determinar los errores y las restricciones y en su caso las responsabilidades, pues toda  política final es la resultante de un proceso de aproximaciones sucesivas a un problema, pues como señalara Lindblom en 1959 (…) La política no se hace de una vez por todas; se hace y se rehace interminablemente. La decisión política es un proceso de aproximación sucesiva a algunos objetivos deseados, en que lo deseado mismo sigue cambiando a cada reconsideración.  Hacer política es, en el mejor de los casos, un proceso difícil. Ni los sociólogos ni los políticos ni los administradores públicos saben lo bastante acerca del mundo social para evitar cometer errores repetidos al predecir las  consecuencias de las medidas políticas (…)
En otras palabras la evaluación en términos metaevaluativos debe cumplir las funciones de información, legitimación y la de reasignación de objetivos y recursos, para aproximarnos cada vez más a la solución más eficaz para el problema y a la par, siempre buscando al menos incremental o marginalmente más eficiencia y economía. Aquí se sigue una racionalidad instrumental de medios a fines, formal y materialmente, como nos diría weber
Pero es muy posible que una política esté mal diseñada, sea insostenible, impertinente, inoportuna, no aporte valor público, o sea errática en su concepción sustantivas – ni existe el problema ni lo quiere la ciudadanía - , o incluso que simplemente no guste al nuevo gestor político, ni en su concepción o en su implementación. Si así sucede tras una evaluación son razonables tres decisiones al respecto: su terminación o su transformación parcial.
Sin embargo constatamos – de una mera  lectura de la prensa de hoy – que políticas  programas o actuaciones que en su día fueron objeto de implacable ataque por la oposición u otro nivel político-administrativo cuando están dichas políticas están en sus manos, dichos programas siguen o no de alteran sustancialmente. Hay un engaño electoral y además un actuar contrario a la sana gestión al mantener recursos hacia actividades o fines indebidos. Ello puede deberse a que fueron evaluados  con mucha ligereza, con fines e interés  encubiertos y no abierto hacia la mejora de la actividad de gestión.  También puede suceder que haya una ineptitud para concebir alternativas  o una imposibilidad para su factibilidad, o que hay un captura de sus  programas por actores fuertemente posicionados. Al final lo que hay es un mero ejercicio gatopardista y de marketing, que en modo alguno casa con una evaluación desde criterios metaevaluativos, el análisis de la evaluación, que responda a un buena normatividad sobre  qué , cómo y para qué evaluamos.

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