El subtítulo de este blog hacia una
Gestión Pública más científica,
significa una apuesta crítica por
reformar el estatus predominante en las decisiones. Esta crítica se desprende
de la contraposición de la deducción de los postulados normativos con su
antagonista, la inducción que obtenemos al describir la realidad diaria. Se
trata de minorar la brecha entre el un deber ser más científico y el ser muy
poco científico.
Fue
T.R. Dye quien en 1972 definió la política pública como “aquello que los Gobiernos eligen hacer o no hacer”. Significa pues
que la decisión publica que se concreta en las políticas que se hacen, las que
cambian, que se dejan de hacer, o no se hacen nunca, son decisiones en las que
confluyen muchas lógicas, dinámicas y factores; compromisos, ideologías,
emociones, reglas,racionalidad....
Entre estos factores, el
que destaca desde lo normativo es la racionalidad instrumental de medios a
fines, racionalidad que para Weber no solo es formal sino también material – conforme a valores
éticos o políticos, - de tal
manera que el apostar por más ciencia en
el momento decisional, no puede suponer
eliminar la lógica política. Por ello hemos rehusado el decisionismo, la
tecnocracia y otras tentaciones, a favor de la teoría democrática de la
Administración Pública, pues en suma la misma
lo que se trata es de mejorar la acción con más ciencia tendente a que la
ciudadana obtenga actos de implementación
de las políticas, más eficaces y más eficientes.
Aquí hay pues una equivalencia en términos de racionalidad instrumental
– formal y material - entre las ideas politológicas de la modernidad con las
más próximas en los tiempos anunciadores de la postmodernidad y las posiciones normativas de Laswell en el
origen de las ciencias de políticas y su concreción en la orientación del
‘conocimiento de’ al ‘conocimiento en’ o en los modelos normativos óptimos
propuestos sobre la decisión pública como Dror.
Como es
sabido Lindblom, influenciado por la
idea de racionalidad limitada de de Simon, ve ya imposible el método
raíz en 1959 (exhaustivo-sinóptico- compresivo) y paulatinamente va buscando
métodos más acomodaticios (rama-incrementalismo,I,II y III y ajuste partidario)
a la realidad y llega a la conclusión en 1997 de que es imposible demostrara
que una decisión es objetivamente mejor que otra desde el punto de vista
genuinamente científico. Al final siempre hay valores y opiniones también
racionalmente limitadas. En suma al final
en sede de políticas como producto de las decisiones, los gobiernos tiene que
decidir, y aquí – en el escenario de lucha política - no se trata de
reconciliar posiciones científica ni opiniones, sino de que algunas personas
impongan su decisión sobre otras, coactivamente o por consenso. Y concluye que
en políticas al final es la política la que decide, y esto, es más músculo que
cerebro. Dicho de otra manera no es el
conocimiento el que convence, es el poder el que se impone, lo que significa esto que la ciencia, el conocimiento
cede como argumento a la posición de fuerza de los actores decisionales, esto
sucede inductivamente como una ley general.
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