En Francia según las cifras publicadas el 26 de octubre por el ministerio del Trabajo, el número de solicitantes de empleo sin actividad aumentó hasta los 2.780.500 personas mientras que la tasa de paro en la zona euro alcanzó el 10,2% de la población activa en septiembre, su más alto nivel histórico, ligeramente por encima del 10,1% registrado en agosto.
Las cifras de desempleo en España ya empiezan a preocupar por que se aproximan mucho a aquellas que contribuyeron al surgimiento del totalitarismo alemán. De una población activa de 25 millones de trabajadores en una población de 64 millones de habitantes, de los 2.850.000 parados a finales de 1929 se pasó motivado por el crack mundial al verano de 1930 a 5.000.000 para alcanzar en diciembre de 1932, la cifra máxima 6.500.000.
Ya sabemos de las medidas tomadas a partir de 1933, en Alemania en el nuevo régimen nazi: el incremento del gasto militar - 800 millones de marcos en 1932 a 1.900 millones en 1933 - , industria de defensa - de 80 aviones en 1933 se pasó a 3.000 en 1939-, construcción de edificios públicos, construcción de 7.000 kilómetros de autopistas, medidas de protección de la industria alemana,…
El resultado es que en los parados fueron 200.000 en septiembre del 38, y desde 1936, Alemania tenían problemas para encontrar mano de obra.
Como ya conocemos el resultado en el que termino la expansión económica de Alemania no nos entusiasma demasiado este devenir germano, en la dinámica ‘ad exemplum’, por lo que es traído para recordar la formula keynesiana y su encaje en el Estado industrial, y sobre todo el peligro de los altos niveles de desempleo para generar la desafección democrática.
Sin duda la guerra ya no puede ser el motor económico y sin duda la economía ya no puede ser amoral ni contraria al hombre ni a costa del sujeto individual. A las tesis del historiador Paul Kennedy de que estamos ya en una nueva era, - disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU – añadiría un análisis sobre el origen y consecuencias de esta crisis político-económica.
Las cifras de desempleo en España ya empiezan a preocupar por que se aproximan mucho a aquellas que contribuyeron al surgimiento del totalitarismo alemán. De una población activa de 25 millones de trabajadores en una población de 64 millones de habitantes, de los 2.850.000 parados a finales de 1929 se pasó motivado por el crack mundial al verano de 1930 a 5.000.000 para alcanzar en diciembre de 1932, la cifra máxima 6.500.000.
Ya sabemos de las medidas tomadas a partir de 1933, en Alemania en el nuevo régimen nazi: el incremento del gasto militar - 800 millones de marcos en 1932 a 1.900 millones en 1933 - , industria de defensa - de 80 aviones en 1933 se pasó a 3.000 en 1939-, construcción de edificios públicos, construcción de 7.000 kilómetros de autopistas, medidas de protección de la industria alemana,…
El resultado es que en los parados fueron 200.000 en septiembre del 38, y desde 1936, Alemania tenían problemas para encontrar mano de obra.
Como ya conocemos el resultado en el que termino la expansión económica de Alemania no nos entusiasma demasiado este devenir germano, en la dinámica ‘ad exemplum’, por lo que es traído para recordar la formula keynesiana y su encaje en el Estado industrial, y sobre todo el peligro de los altos niveles de desempleo para generar la desafección democrática.
Sin duda la guerra ya no puede ser el motor económico y sin duda la economía ya no puede ser amoral ni contraria al hombre ni a costa del sujeto individual. A las tesis del historiador Paul Kennedy de que estamos ya en una nueva era, - disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU – añadiría un análisis sobre el origen y consecuencias de esta crisis político-económica.
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