Los
intentos de desarrollar de manera interdisciplinar las ciencias de política a
partir de la premisa de una fortaleza unificadora de un núcleo metodológico
común, condujo a las antípodas de lo buscado; su fragmentación en lugar de una integración de
una nueva disciplina aplicada con un marco teórico suficiente e idóneo. La rebaja científica respecto de la
pretensión unitaria-primigenia tendría
dos reacciones en el mundo académico de
su tiempo, configurándose así dos
corrientes cuyas características más notorias fueron dos puntos vista casi
antagónicos: Los que adoptaron la expresión ‘Policy Analysis’ (denominados sinópticos) con orientación
empírico-analítica, reemplazaban la política por el conocimiento, e identifican
con el análisis de sistemas como metateoría, el empirismo estadístico como
metodología y la optimización de valores como criterio de decisión.
Los
que adoptaron la expresión ‘Policy Sciences’ (o
antisinópticos), se interesaron en el proceso decisorio, reemplazando el
conocimiento por la política e
identificando el pluralismo como
metateoría y la racionalidad social como criterio de decisión.
El debate teórico mostró el
conflicto entre análisis de sistemas y política, métodos cuantitativos y
análisis de caso, muy bien explicado entre la dicotomía analistas-bomberos y que institucionalmente, quedo reflejado
en la escuela Harvard de los
trituradores de números vs. escuela Berkeley de los politiqueros según
calificaría R. Nelson en 1979 - como
refleja Aguilar - conforme a lo siguiente;
(…) Las
maneras de nombrar esta dualidad de corrientes son varias: cuantitativistas y
contextualizadores, uni y multidisciplinarios, normativos y positivos, más bien
economistas y más bien político-administradores, sinópticos y
antisinópticos o, dicho con la metáfora
irónica de R. Nelson, los “trituradores de números” (númbers crunchers) y los
“politiqueros” –que mucho recuerda en nuestro medio la distinción entre
“tecnócratas” y “políticos”– los que se interesan en el “contenido” de la
política y los que se interesan en el “proceso” de la política, los que quieren
“reemplazar la política por el conocimiento” y los que quieren “reemplazar el
conocimiento por la política” (…) ( Aguilar, 1992b).
Garson pone de manifiesta esta ruptura de la
unicidad lasweliana ya desde los ’50-’60 haciendo suya la idea de Lindblom de
sinopsis como visión global del todo, reflejada en el análisis de sistemas
mientras la visión antisinóptica sostenía
la limitación o imposibilidad
del conocimiento racional para abarcar sistemas enteros de acción(Garson, 1986).
La
historia que vivimos es el resultado de los ideales que perseguimos diría Waldo.
Para algunos la política era un asunto de valores -ideológico/normativos-, para
otros una estrategia, diseño o programa, y para otros abarcaba ambos. De tal
manera que dependiendo de la opción el análisis de políticas es más científico
en sus formas, que en la sustancia.
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