domingo, 24 de abril de 2016

Administración Pública, Burocracia y Democracia (2)




Weber diría que si el Estado quiere modernizarse y ponerse a la altura de su tiempo debe contar con unos medios idóneos en su seno que la dirijan (políticos) y que la manejen (funcionarios) y que él representa mediante una contradicción entre  los tipos ideales o construidos vs el tipo real o promedio.
Para Weber, un tipo puro(ideal) es un concepto que se distancia de la realidad que supone el tipo promedio(real) que se constata empírica y estadísticamente. Esta idealización responde a la idea de racionalidad instrumental de adecuación de medios a fines, sirviendo para el conocimiento de la realidad. Los roles tipo -  psicológicos, éticos -  son meramente metodológicos, -como lo serían  el homo faber y el homo sapiens, homo administrativus, homo oeconomicus - una analítica en el marco de la sociología comprensiva weberiana, en la que lo comprensivo tiene por objeto la  política como  la dirección o la influencia sobre la dirección de  un Estado  como el mismo Weber afirma en El Político y el Científico.  El tipo ideal o construido no se forma como promedio de una totalidad, sino que es el resultado de acentuar unilateralmente  un punto de vista ‘ejemplar‘o ’axiologico’.  Refleja el intento de avance en la formación de conceptos sociológicos desde una etapa de descripción y generalización empírica hasta la construcción de sistemas teóricos o modelos.
Para el político dirá Weber;

(…) Por eso el político tiene que vencer cada día y cada hora a un enemigo muy trivial y demasiado humano, la muy común vanidad, enemiga mortal de toda entrega a una causa y de toda mesura, en este caso de la mesura frente a sí mismo. La vanidad es una cualidad muy extendida y tal vez nadie se vea libre de ella. En los círculos académicos y científicos es una especie de enfermedad profesional.   Ya no es posible que esa nación pueda ser gobernada sólo por diletantes. … Ya no es suficiente la administración de diletantes … Necesidades puramente técnicas e ineludibles de la Administración impulsan esta evolución.
   O se vive “para” la política o se vive “de” la política. La oposición no es en absoluto excluyente. Por el contrario, generalmente se hacen las dos cosas, al menos idealmente; y, en la mayoría de los casos, también materialmente... La diferencia entre el vivir para y “el vivir de” se sitúa entonces en un nivel mucho más grosero, en el nivel económico. Vive “de” la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive “para” la política quien no se halla en este caso.

Para el funcionario;

(…)Los funcionarios con un alto sentido ético, tales como los que desgraciadamente han ocupado entre nosotros una y otra vez cargos directivos, son precisamente malos políticos, irresponsables en sentido político y por tanto, desde este punto de vista, éticamente detestables. Es esto lo que llamamos gobierno de funcionarios, y no es arrojar ninguna mancha sobre el honor de nuestro funcionariado el decir que, considerado desde el punto de vista del éxito conseguido, este sistema es políticamente falso.
…Y el poder del funcionario no sufre ninguna merma allí donde debe estar. Un <>  con una formación especializada es superior en su gestión técnico-profesional a su ministro (salido también a menudo  del funcionariado) , tanto en Inglaterra como entre nosotros(aunque ya no de modo tan absoluto). Y así debe ser. Pues la capacitación especializada se ha convertido en las actuales circunstancias en requisito indispensable para el conocimiento de los medios técnicos que llevan a la consecución de fines políticos. Pero fijar fines políticos no es un asunto técnico, y la política no la debe fijar el funcionario especialista como tal.
... El funcionario ha de desempeñar su cargo sine ira et studio, sin ira y sin prevención. Lo que le está vedado es, pues, precisamente aquello que siempre y necesariamente tienen que hacer los políticos, tanto los jefes como sus seguidores. Parcialidad, lucha y pasión (ira et studio) constituyen el elemento del político y sobre todo del caudillo político. Toda la actividad de éste está colocada bajo un principio de responsabilidad distinto y aun opuesto al que orienta la actividad del funcionario. El funcionario se honra con su capacidad de ejecutar precisa y concienzudamente, como si respondiera a sus propias convicciones, una orden de la autoridad superior que a él le parece falsa, pero en la cual, pese a sus observaciones, insiste la autoridad, sobre la que el funcionario descarga, naturalmente, toda la responsabilidad. Sin esta negación de sí mismo y esta disciplina ética, en el más alto sentido de la palabra, se hundiría toda la máquina de la Administración.
... Si se ha de ser fiel a su verdadera vocación, el auténtico funcionario no debe hacer política sino limitarse a “administrar”, sobre todo imparcialmente. Esta afirmación también ha de ser válida para el funcionario político mientras no esté en juego la razón de Estado, es decir los intereses vitales del orden predominante (...)

En suma es  pues un recurso socioanalítico el que se hace (Weber,1918,1919,1922) para describir y prescribir sobre la acción política de su época. Refleja pues un  contraste entyre el ser y el deber ser del político diletante y  el político que vive apasionadamente para la política, y a su vez, éste es  contrastado con el del  funcionario que no se apasiona, sino que sirve objetivamente mediante su teckne. 
Pero los tipos ideales no existen o rara vez lo hacen y siendo válido para una eficaz aplicación prescriptiva no se pueden  obviar  las  críticas y mejoras del enfoque posterior neoestructuralista – lo de posweberiano estaría por demostrar  - por parte de notables autores (Crozier, Mayntz,Etzioni, Blau, Scott)   presentarán soluciones  a modo de  síntesis de las corrientes de la administración científica y de las relaciones humanas, en el intento de conjuntar en un mismo análisis las dimensiones estructural y procedimental con la dimensión personal individual y colectiva. Tendríamos un conjunto de prescripciones en forma de técnicas orientadas a la suavización, la dirección y el control de los conflictos dentro de una organización ante la imposibilidad de resolver todos los problemas y las contradicciones estructurales.

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