ABC Comunidad Valenciana
17 mayo 2008
La XVI edición del Foro Universitario Luís Vives, titulada “P@rticip@”, termina este mes invitando a los jóvenes a participar. Se ha hablado de los diversos cauces para el ejercicio de la participación democrática ante el escaso atractivo que despierta en los jóvenes, a diferencia de la generación de la transición y primeros años democráticos.
Tuve la ocasión de participar en uno de sus cursos y hablar de la problemática del sindicalismo y de hacerlo rodeado de comprometidos y veteranos entusiastas militantes del sindicalismo plural. Mi perspectiva fundamentalmente sociológica y sistémica (la contribución al sistema social como entorno y ambiente objeto de gobernabilidad) comenzó dando cuenta de las afirmaciones realizadas por el sociólogo Alain Touraine en nuestro país. En el 2003 en unas jornadas de la politécnica valenciana, diría que el modelo de la sociedad del bienestar, como conquista última de movimiento obrero, se extingue. En el Fórum de Barcelona 2004, afirmó que se podía certificar el final del sindicalismo conocido, debiendo éste acercarse éste a los movimientos sociales. En el año 2005 en un artículo de la prensa española titulado ‘Hacia un nuevo modelo de bienestar’ postuló que los países europeos se han enriquecido lo suficiente como para que los individuos deban hacerse cargo de una parte de los gastos sanitarios, de educación o de jubilación.
Estas afirmaciones, en nada gratuitas, se justifican al fin y al cabo porque de una parte, se han logrado cotas, incluso inimaginables de bienestar general, gracias a la lucha sindical. De otra parte, los sindicatos y partidos políticos, ya no son los agentes sociales únicos, ni a veces principales - como sucedía el neocorporativismo de postguerra - , pues ahora deben compartir el terreno con otros movimientos sociales emergentes.
Se ha criticado que el análisis de los procesos productivos ha estado muy sesgado por el trabajo industrial de la gran empresa, cuando se han venido produciendo paulatinas transformaciones en el mundo del trabajo; por cuenta propia, a domicilio, familiar,… Las categorías de trabajo no estructurado, informal, precario, pone en evidencia y en crisis el trabajo estable de por vida , toda vez que la figura del empresario se va diluyendo en no pocas ocasiones.
Este mes en un reportaje de un periódico español se ha descrito a los jóvenes italianos, desilusionados, resignados, cansados de una política vieja que no deja paso a nadie y unos sindicatos falsos y corporativos. En otra publicación de este mes ciertos autores se cuestionan la obsolescencia de nuestro sistema democrático, afirmando que los partidos se están convirtiendo cada vez más en maquinarias de conquista del poder, siendo poco o nada democráticas internamente.
Siguiendo una metodología propia de sociología de las organizaciones, puede decirse que en la acción sindical se han cumplido los objetivos de arraigarse en cada uno de los centros productivos; los fines de defender los intereses del movimiento obrero; y, las funciones de contribuir a una mayor cota de bienestar colectivo, de paz social y, en definitiva, a la gobernabilidad.
La diversidad y fragmentación de objetivos y fines han ocasionado una lucha inter e intra sindical, el narcisismo de grupo, el protagonismo y la lucha de poder colectiva e individual, el prebendalismo... Factores de desconfianza hacia la participación en los sindicatos, toda vez que el retraso en la edad de incorporación al trabajo, ha hecho que a los jóvenes les resulte un tanto lejano e incluso extraño el mundo industrial. En todo caso, la participación se ha limitado al asociacionismo estudiantil. Otros movimientos emergentes como las ONGs, han surgido ocupando nichos reivindicativos en pro de la lucha por la igualdad y la justicia social y han merecido un mayor atractivo para la juventud en el espacio de acción pública.
Resulta patente el cambio del hábitat tradicional donde se ha instalado el movimiento sindical. Hubo un sindicalismo para la era industrial anclado en la lucha por la supervivencia del proletariado y otro para la post-industrial, reivindicando el reparto del bienestar social. En la era actual, el reto es la universalización del bienestar medio, a fijar entre un superestar minoritario y un malestar aún excesivo que pugna dialécticamente entre lo local y lo global.
La adaptación pasa por un cambio de objetivos y rediseño de fines, aunque manteniendo las funciones sociales. Para despertar un interés juvenil hacia el sindicalismo, sería conveniente, más allá de las acciones puntuales y sin pérdida de lo conquistado, un reenfoque de la atención sindical hacia la formación e inserción socio-laboral de los jóvenes, las nuevas formas de trabajo, los excluidos del trabajo – foráneos o domésticos –, el medio ambiente, la vivienda, la contribución a una justa globalización e intercambio en el comercio internacional,… Estos retos han de ser también objeto de la acción prioritaria en coherencia con la función tradicional de solidaridad y justicia social, que ha de ir complementada con el mantenimiento de la transmisión de los valores personalizantes inherentes al trabajo como compromiso personal y comunitario.
En definitiva, desde el criticismo revisionista, pero con profundo reconocimiento de lo conseguido en pro de la gobernabilidad, esperamos que la acción sindical se vea acompañada por nuevas opciones políticas, ilusionadas por fortalecer las instituciones. Si pretendemos que los jóvenes participen en el presente y comiencen a diseñar y responsabilizarse de su propio futuro, las instituciones deben renovarse, en términos de reingeniería, en aras de su fortalecimiento y revitalización. Es decir, nuevos procesos para el logro de nuevos productos finales, so pena de caminar derechos hacia el colapso.
Que no suceda lo de Santiago Nasar, el protagonista de la crónica de una muerte anunciada de Vázquez Figueroa. Es momento de renovación.
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