Union-web.com 21 enero 2004
La celebración en Valencia de la Copa América en su 32ª edición para el 2007 y la regeneración del barrio de Ruzafa como dos realidades que aparecen en un horizonte próximo, nos hacen pensar que si Valencia puede y quiere ser gran ciudad, no podemos dejar que esto suceda sin un orden y sin un modelo.
El que parte de los grandes proyectos de la ciudad (plan estratégico 2015) se vean ahora como realidades inmediatas y no meros posibles podría romper todas las teorías de la decisión pública ancladas en el Public choice, entendida la elección pública, como estudio económico del proceso de adopción de decisiones en un contexto ajeno al mercado. Quiere decirse que los megaproyectos de que trata dicho plan (Ave, Balcón del Mar, Parque Central, Plan de expansión del puerto, ampliación del aeropuerto de Manises...) ahora se ven puestos en marcha, cuando se presentaban con dificultades no hace mucho. Dificultades en algunos técnicas y sobre todo, económicas y muy serias.
Pero en Ciencia Política rigen el principio de incertidumbre, como también resulta de aplicación la Teoría de los juegos, lo que significa que factores de azar o meras variables no previstas ni imaginadas pueden al final hacer ganar la partida o perderla. No es irracional para la política que esto pueda pasar. Ahora está sucediendo con la ciudad de Atenas y la próxima edición de los juegos olímpicos, ayer fue la regeneración de Poble Nou, La Barceloneta y El Born barcelonés. Mañana de nuevo el norte de la ciudad condal con el Forum 2004, y pasado mañana sucederá con el Nazaret valenciano. Lo irracional sería esperar que suceda sin más como un Deus ex machina. Lo irracional es pensar que le toque la lotería a uno sin haber jugado un céntimo y estas ciudades prepararon unas infraestructuras o al menos, presentaron unas posibilidades para ello,
Como ha sucedido el evento y tenemos hasta comisionado especial, nos encontramos con un antes y un después, una realidad previa y un cambio. El progreso pasará, por el tradicionalmente degradado barrio de Nazaret, tras el empuje que supone la ZAL tiene posibilidades de regenerarse y sobre todo de integrarse en la gran ciudad. En menor medida, podrá pasar con El Cabañal y aledaños con la nueva configuración del port y la esperada prolongación del paseo al mar, y desde su paso ningún habitante de barrio alguno tendrá que seguir diciendo ¡ me voy a Valencia ¡. Ya no tendrá sentido seguir hablando de poblados marítimos si Valencia decide mirar y vivir de cara al mar para siempre, ya ahora dispone del evento inercial para hacerlo.
Igualmente hemos visto anunciadas unas medidas de nuestro gobierno local para iniciar una regeneración global de nuestro querido y tan valenciano barrio de Ruzafa. No sólo medidas de corte policial, muy necesarias, pero insuficientes sino van acompañadas de otras que garanticen un futuro sostenible. La regeneración no sólo debe acontecer a la seguridad ciudadana, sino al urbanismo, a la salubridad y sobre todo a los valores de tolerancia y tradición cultural. La unilateralidad e intolerancia cultural no puede invocarse desde lo doméstico, ni imponerse por lo foráneo.
Dos oportunidades se presentan para la Valencia grande, en su centro y en su límite geográfico al unísono, pero para que los grandes proyectos se traduzcan en progreso, y homogeneización de zonas urbanas y servicios públicos, necesitan de la implicación y compromiso de todos los actores. No dejemos atrás la realidad de que todas las reformas institucionales metropolitanas (RIM) que se están produciendo en la UE necesitan frente al monopolio de lo político, como nuevo paradigma, de la implicación e interacción de los actores políticos y económicos, como ha señalado C. LEFÈVRE con la advertencia de que no esto no se consigue fácilmente. Ahora nos encontramos con oportunidades únicas para la implicación de los agentes económicos.
No es suficiente la participación de estos actores si no que también se precisa la de la ciudadanía y W. HAVEL ya nos advirtió del gran problema que se encontró en sus Chekoeslovaquia, al no hallar casi rastros de una sociedad civil que ayudara en su proyecto de cambio post-comunista.
Un estudio reciente sobre la incidencia de la ciudadanía en Barcelona y Madrid como grandes ciudades realizado por A. WALLISER ha resaltado que la participación formal e informal en la elaboración de sus Políticas Públicas depende del color político; de la estructura institucional; y de la cultura asociativa y política, variables que han llevado a resultados distintos en función de cómo ha jugado en cada ciudad de manera distinta cada una de las variables.
Conociendo la idiosincrasia valenciana apostaríamos por la preeminencia de la estructura institucional fundamentalmente a través de la desconcentración y descentralización administrativa de la Administración local que permitan modelos basados en la resolución del conflicto vía consenso, frente al de la confrontación. (Cabañal, ZAL, Barrio del Carmen...) Ahora nos planteamos si el modelo de ciudad puede influir en este deseo de participación ciudadana y de los demás actores sociales. S. RUEDA, ha señalado dos concepciones de ciudad: La ciudad compacta y diversa frente a la conurbación difusa.
Es la ciudad difusa la que tiene de todo y mucho pero disperso, separado funcionalmente (la universidad, la industria, la residencia, las áreas comerciales, las oficinas... se separan físicamente) y segregado socialmente, uniendo las partes a través de una densa red de carreteras y vías de comunicación y transporte. Lo que supone una multiplicación del consumo del suelo, de energía y materiales, y sobre todo de tiempo.
En esta ciudad el barrio se transforma exclusivamente en zona residencial, deja de ser un lugar social para convertirse simplemente en un lugar de exclusión. El hogar aparece como centro de operaciones en el que el individualismo se acentúa y el núcleo familiar se convierte en la institución afectiva casi única. Los barrios, que son el terreno de juego donde se hace cotidiana la esencia de la ciudad, se eclipsan. La ciudad en estas condiciones deja de ser ciudad y se convierte en asentamiento urbano donde el contacto, el intercambio y la comunicación se pierden y transforman los suburbios o los barrios periféricos en aislamiento, inseguridad, delincuencia y en ocasiones, marginación.
Como contraposición a la ciudad difusa aparece la ciudad compacta y diversa. En ella la esencia es el contacto personal. Al estar todo cercano y resultar accesibles los diversos servicios, la persona se mueve a pie, en bicicleta o en transporte público lo que facilita la comunicación y reduce el estrés. Mientras las ciudades compactas responden a la cultura mediterránea, las difusas son más propias de culturas anglosajonas.
ROJAS MARCOS en su libro "La ciudad y sus desafíos" nos muestra como el mayor reto de las grandes ciudades a la empatía, es decir, la capacidad de interrelacionarse con el otro ciudadano. Relación frente al narcisismo y el egocentrismo, y en esto parece mejor mecanismo el que ofrece la ciudad compacta. Frente al culto al individuo como patología propia de nuestro tiempo y de nuestras urbes, - el narcisismo como actitud de prepotencia y supremacía moral -, la empatía conlleva la capacidad de participar genuinamente y con afecto en la realidad ajena. Supone adoptar una perspectiva de relativismo personal por vía de la humildad al sentirse parte de un todo, la humanidad que evoluciona y progresa pero que a la vez, es frágil y limitado y sometido al principio de incertidumbre
Subyace aquí una compartida concepción de ciudad como sistema orgánico, vivo, abierto y antropocéntrico que puede verse ya en la denominada Carta de Atenas de 1933 del arquitecto LE CORBUSIER quien desde una perspectiva funcional del urbanismo contempla los subsistemas, clave y autónomos, de habitabilidad, trabajo, esparcimiento y circulación.
En esta opción por las bondades de la ciudad mediterránea y compacta implican esa perspectiva de ciudad como sistema en la que ésta es sobre todo, contacto, regulación, intercambio y comunicación. Las ciudades son sistemas abiertos y por ello interaccionan con otras realidades externas. Se nutren de materia, energía e información del exterior que les ayudan a mantener su estructura y pervivencia. Por eso no es incompatible el diseño de una ciudad compacta y que a la vez sea diversa y heterogénea. La existencia de barrios diferenciados por etnias u otras características es ajeno a esta concepción si en ello hay exclusión o autoexclusión, lo que es muy distinto de la identificación cultural y necesidad de acogida por iguales pioneros, cuando te encuentras con una realidad extraña.
La concepción de ciudad difusa o compacta no depende sólo de la variable superficie. Una ciudad puede ser grande pero estar próxima entre sí. Comunicaciones rápidas, homogeneidad de servicios... u otros factores permiten a una ciudad grande ser compacta y la vez, diversa y heterogénea, y que estas características se vivan en el dinamismo diario.
Si atendemos a las previsiones de S.P. HUTTINGON en su libro "El choque de las civilizaciones" habremos de estar preparados para que aquí ese choque no se dé, al menos de manera tan confrontada. Valencia como el resto de grandes ciudades euromediterráneas está llamada a ser crisol de las grandes civilizaciones imperantes - occidental, sinaica y del Islam -, y esto se concreta en la concepción de Valencia como città apertta. Apertura a la acogida, al reconocimiento del otro y a la de sus circunstancias y necesidades.
Grandes acontecimientos, proyectos, infraestructuras ... son los instrumentos de los que servirse para el progreso, y que dependen en gran medida de los actores políticos y eonómicos. Pero quien hace el posible el auténtico progreso humano, con el consiguiente cambio cultural de ciudad de provincia a gran ciudad es la ciudadanía, participando en las estructuras institucionales y comunicándonos entre nosotros en los diversos foros ad hoc o espontáneos.
Pero la ciudadanía somos la hacemos cada uno de nosotros. La empatía no es un es virtud que pertenece a lo personal, y como tal virtud, ha de suplir al narcisismo y recelo que nos invade desde la cultura burguesa y la concepción económica del hombre que nos totaliza.
Que los acontecimientos, previsibles o azarosos, sean los acicates para empezar a sentirnos y a ser miembros de una gran ciudad en la que ni en su corazón ni en su periferia puedan anidar los guetos. | |
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