miércoles, 22 de mayo de 2019

Precursores entre pioneros de la Ciencia de la Administración española (1): Sainz de Andino

Lo que hemos den0minado ‘pensamiento político-administrativo español  de  primera generación   se corresponde con el lugar  común en los administrativistas conocido como ‘decada prodigiosa’ (1840-1850). Ahí se encuentran De Burgos, Oliván, Posada, Ortiz de Zúñiga … que desde la impronta en la revolución  francesa  supone un terreno común de derecho y de Ciencia Administrativa, que se balancea más hacia uno u otros según autores y resulta más afrancesado o más autóctono también según éstos.
Sin embargo entre 1829-1833 dos autores se muestran como eslabón perdido o precursores pero no se incluyen por la fecha de sus obras en esta década clásica (así lo hizo Nieto Garcia en  Apuntes para una historia de los autores de Derecho Administrativo general español” en 34 artículos seleccionados de la Revista de Administración Pública con ocasión de su centenario (A.Nieto), INAP, Madrid, 1983).

1º) Sainz  de Andino   utiliza por primera vez en España la expresión ‘Ciencia Administrativa’ considerado el puente entre el S.XVIII y la Ciencia de la Administración y el Derecho Administrativo.  Doctor y Catedrático  de la Universidad de Sevilla, escribió en 1829 Una exposición sobre la situación política y su restauración como memorial -recogido por Fernando de los Ríos en el  El Sol el  14 de junio de 1829 -. dirigido a Fernando VII, criticando a aquellos hombres de Estado que se creen capaces de dirigir los negocios públicos sin saber nada de la Ciencia Administrativa. La exposición contiene cinco apartados y en de  Administración civil pública, propuso al Rey la creación del Ministerio del Interior y la apuesta por una Administración Pública para salir de la crisis en que se encontraba el país en aquel momento, pues el hombre puede influir en los acontecimientos políticos utilizando el arte del gobierno para conservar, fomentar, robustecer, curar y reparar a los cuerpos políticos, y ésta es la ciencia peculiar de los hombres de Estado.
Para el autor unos ‘Principios de Administración’ estaban por fijarse y coordinarse en muchos  países y la Administración Pública era una ciencia porque (…) no solamente consiste en cuidar de que  las leyes se cumplan, sino que busca a cada necesidad social su satisfacción y fomentando intereses legítimos se encuentra en contacto con todos los individuos y en presencia de todas las eventualidades, teniendo que confiar una multitud de cosas a la sagacidad, prudencia e ilustración de los agentes. Como ciencia que enseña a conocer las necesidades y los intereses, y el mejor modo de darles satisfacción y fomento según los casos, tiene su teoría, o lo que es lo mismo, su sistema de principios metódicamente ordenados y la aplicación de la teoría a la práctica constituye el arte de los administradores (…)

Esta  Administración afirmaría

(…) tiene sus principios, sus reglas y su teoría, que pueden reducirse a nociones elementales, que faciliten y generalicen la posesión de estos conocimientos, disipen la incertidumbre bajo la que actualmente  se procede (…)
  
Diría también que el arte de gobierno permite al hombre de Estado, entre otras cosas:

1º Conocer las estructuras de las sociedades, calcular la combinación de las fuerzas en conflicto y encontrar el equilibrio que conserva a las máquinas políticas.
2º Prevenir oscilaciones violentas y tener bajo sujeción a aquellos que hacen que funcionen las instituciones políticas, y por tanto, a los funcionarios públicos.
3º Permite detectar los síntomas precursores de la relajación de los nudos sociales, e identificar los vicios del desorden, dando tiempo a los estadistas para tomar las medidas adecuadas.
4º Conocer y deslindar los principios seguros del fomento, prosperidad, orden, seguridad, fortalecimiento y engrandecimiento de los Estados.

Con este arte y con la firmeza  del Rey y  de la Administración se podría combatir los males que padecía España, entre los cuales incluía   a   la pobreza del tesoro del reino, la gran deuda financiera, el descrédito nacional, la pobreza extrema de las clases sociales, el atraso de la agricultura, la pasividad de las fábricas, la corrupción de la moral pública, etc…

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