Entre los que siguen
beneficiándose del desorden establecido, se encuentran como factor de gran
promiscuidad diletante con los benefactores del nepotismo que supone la,
recolocación masiva e industrial de familiares variopintos en las
Administraciones Públicas (sic) en lo
referente al Gobierno de la Nación y a su Administración General del Estado, y
sin duda en otros escenarios más discretos. Esta dinámica tiene una especial
trascendencia sobre lo que se espera de la gestión Pública en momentos
difíciles.
España vive
en una grave fractura política y social según reciente análisis de los sociólogos,
con un rechazo global a todos los partidos,
situación que no había ocurrido desde la transición. En el post precedente
hemos hecho mención al diletantismo político.
Se habla de Falta ejemplaridad en
la clase política; Rechazo a todos los partidos sin excepción; clamor por una reformar
del status quo del modelo autonómico; síndrome de la traición del voto.
En esta semana que estamos leemos que un auto judicial se justifica la manifestación del 25-S en el
marco de la libertad de expresión, ante la convenida decadencia de la
denominada clase política. Leemos
también que la clase política y de los partidos políticos en general como uno
de los principales problemas que tiene España - el principal problema que
existe actualmente en España para un 26,9% de los ciudadanos -
Pero también el Primer ministro británico David Cameron es cuestionado
por su propio partido ante las críticas sobre su incapacidad para sacar al país
de la recesión y ha de someterse a una evaluación próximamente. Ítem más, acaba de señalar Bernard-Henri Lévy que sobre la UE, Federalismo o Muerte, ya no hay elección: o la unión política, o la muerte. Todo lo demás, los encantamientos de unos, los pequeños arreglos de otros, los fondos de solidaridad, lo bancos de estabilización... lo único que hacen es retrasar el fin y mantener viva la ilusión del moribundo de que aún puede recuperarse (sic).
Seguimos con las descripciones y resulta que el profundo malestar social
incubado durante la crisis económica está derivando en un problema de confianza
en el sistema político. Sin esperanza
en que los recortes presupuestarios
enderezcan el estado de la economía, se
ha instalado la idea del agravio comparativo en el reparto de las cargas. Para 9 de
cada 10 ciudadanos la crisis la pagan todos, menos los bancos y los más ricos.
Resulta igualmente que la situación de Grecia, Portugal o Irlanda ha empeorado
desde que se les lanzó el supuesto salvavidas europeo, toda vez que el 77% de los ciudadanos comparte los
argumentos de los que se manifestaron en las cercanías del Congreso de los
Diputados, aunque no las formas dadas. El temor al empobrecimiento y la
debilidad de la política crea en el imaginario colectivo graves premoniciones sobre la frecuencia de las manifestaciones masivas, el incremento de
la inseguridad ciudadana, asaltos a comercios, boicoteos a bancos,…, es más ya
se piensa que la ley no es la barrera ante la que siempre hay que detenerse. Otro dato recientísimo que hay que mirar con
cuidado cuando se estima por la Seguridad Social que España perderá casi un millón de
habitantes en lo que resta de década porque la emigración de ciudadanos al
exterior será mucho más acusada que la llegada de inmigrantes.
Estos no son más que síntomas de que
la fractura social va en aumento, cleavage entre los que sufren de
manera especial la crisis. Una apuesta es terminar en posible con las actitudes
políticas diletantes, las descritas ahora y otras muchas que no caben en este
espacio. Por ello hay que leer con
atención ese artículo del Profesor Martínez Sospedra intitulado ‘La revolución
es una señora maleducada’ coincidente en el diagnóstico con el final del libro
‘El desgobierno de lo Público’ de Alejandro Nieto.
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