Así se titula el primer epígrafe
del apartado primero del capítulo II de la obra “Anarquía o Jerarquía”
de Salvador de Madariaga. En 1934 se refería al fracaso de las clases
directoras como uno de los factores que
más ha contribuido al descrédito de las democracias liberales. En contra a los
sistemas autoritarios, las democracias por su tendencia natural a debilitar los
resortes de la autoridad políticas, necesita que sus directores gocen de una
alta autoridad moral y personal.
Para Madariaga las clases directoras no se han dado cuenta de la
verdadera índole orgánica entre la sociedad y el Estado, absortos en los datos
estadísticos que les legitiman, por mor de los votos. Para el autor la democracia debe estar
exigiendo pruebas constantes de la capacidad de sus dirigentes.
Ya en su tiempo habla del aumento de la complicación de la vida
colectiva, en la que en la vida ciudadana se ve invadida por una expansión del
rol del estado de una parte y de otra de la lógica de la técnica. Hay, más
todavía, otra poderosa invasión en la
vida colectiva por parte de los poderes
financieros y económicos. Resalta Madariaga la incongruencia del sistema
liberal en el que si la política respectaba el ámbito de la política, no ha
venido sucediendo lo mismo al revés. Es decir, la economía se interesa cada
vez más en la política, invadiendo su esfera propia. Tenemos pues una economía condicionada por la tiranía
de los productores y la correspondiente lucha de clases, lo que conlleva a que
el ciudadano lleve una vida económica malsana. Añade el autor que, en su
tiempo, - el mundo se hallaba gobernado por la banca oficial y que como poder
dominador e irresponsable era extraño a Platón y al mismo Montesquiaeu. Es tal
su poderío que no necesita ensuciarse en la política, pues su poder de crear
dinero mediante el crédito constituye una de las causas más significativas de
disgregación del Estado liberal-democrático y de la perdida de la fe en la
democracia y en la libertad.
Se ocupa finalmente el epígrafe comentado en referirse a la internacionalización del poder y de la entrega
de la prensa al servilismo de unos cuantos; la conclusión es que “el efecto combinado de todas estas
aberraciones, confusiones y malas prácticas no se dejase sentir sobre el
funcionamiento de la instituciones políticas (sic)” lo que conlleva a la
degeneración y descrédito –merecido ayer y hoy decimos– de las instituciones liberal
democráticas
El dictum de Don Salvador estaba en el temor de las derivas
totalitarias de la época por mor de la decadencia democrática, apostando por
profundos cambios aunque estos fueran heterodoxos a la tradición. La deriva
desde 1934 es conocida; un escenario
totalitario, una guerra civil internacionalizada, otra mundial, otros totalitarismos,… y al final, tantas voces a posteriori gritando
¡¡¡ para qué que tantos sufrimientos ¡¡¡.
Que diría el autor del origen y dinámica de la crisis, de lo que
ha sido de sus bestias y de sus víctimas. Yo sí digo que como en su tiempo, hoy
tampoco existen políticos directores capaces de
dominar su escenario, la política y dejarla, - a pesar de todo su poder de coerción
legítimo y del uso monopolístico de fuerza - a salvo de la invasión de los titanes de
ayer y los nuevos de hoy, ni en España, ni en la UE, pues lo que le pasa a
España, no es sólo un problema con origen en causas e idiosincrasias domésticas.
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