El reto político de hoy no es más que establecer un modelo de bienestar cuyo logro se va atribuir nuevamente al Estado-Administración y la sociedad misma, en convivencia de los entes supranacionales. Hoy parece que no sólo hay que regular estas relaciones entre el Estado y sociedad o mejor dicho en palabras de García Pelayo las interacciones del metasistema resultante. En ese bienestar tiene mucho que decir si al final la política dominará a la economía o seguiremos al socaire, lo que en realidad no deja de ser una aporía.
Con precaución los planteamientos totalitarios hay que volver a rebuscar en la idea de “Administración conformadora del orden social” de FORSTHOFF, plasmada en 1938 en su obra “La Administración como soporte de prestaciones”, en la que expresa la teoría de la Procura Existencial, que muy sencillamente significa que el Estado debe proporcionar sino a todos, a una mayoría, el mayor grado de bienestar posible respecto a aquellas necesidades que el individuo no pueda proporcionarse por sí mismo.
Lo que hoy no puede proporcionarse a sí mismo el individuo es distinto del momento anterior a la II guerra mundial, y este marco hoy esta prefigurado en nuestra carta magna, la cual a pesar de sus deseos no garantiza la exigibilidad de muchas de las prestaciones como derechos públicos subjetivos. Ahora sancionada por el Rey la reforma constitucional del art 135, todavía menos al haberse fijado un límite al déficit público.
El escenario que busca la mayoría de la ciudadanía es aquel en que los enemigos no son los meramente adversarios. Un partido en el gobierno, no puede utilizar a la Administración para destruir al adversario político como si fuera un enemigo social. Es nefasta la praxis que revela una muerte de Montesquiaeu. Rousseau necesita a éste para distribuir poder, potestad, funciones y control. El escenario socio-político requiere definir bien a los enemigos. El malo del Estado del bienestar es la mafia, la delincuencia organizada, el terrorismo, la desigualdad, los políticos depredadores, los insolidarios, los gorrones sociales, los vagos, los sinvergüenzas…
Hay más de un objetivo por el cual merece mantener un modelo de bienestar sostenible pero este objetivo debe revisarse, siguiendo la teoría de la organización, en función de sus fines y funciones. El qué del nuevo modelo de bienestar reside en buena parte en un nuevo pacto social que redefina objetivos, fines y funciones del Estado.
Ya hablamos en su día del bucle reformador propuesto por E.Morín, y vuelvo a citar a E. Mounier “La revolución moral será económica o no será, la revolución económica será moral o no será”.
Para comenzar a convivir con ‘este nuevo resplandor’ que empieza a desvelar un nuevo escenario tendremos que actuar como Diógenes hizo con Alejandro magno. Cuando el político de pacotilla se nos dirija para ver que necesitamos y pedirnos nuestro voto, le diremos sencillamente, ‘apártate que no me dejar ver el sol’.
Con precaución los planteamientos totalitarios hay que volver a rebuscar en la idea de “Administración conformadora del orden social” de FORSTHOFF, plasmada en 1938 en su obra “La Administración como soporte de prestaciones”, en la que expresa la teoría de la Procura Existencial, que muy sencillamente significa que el Estado debe proporcionar sino a todos, a una mayoría, el mayor grado de bienestar posible respecto a aquellas necesidades que el individuo no pueda proporcionarse por sí mismo.
Lo que hoy no puede proporcionarse a sí mismo el individuo es distinto del momento anterior a la II guerra mundial, y este marco hoy esta prefigurado en nuestra carta magna, la cual a pesar de sus deseos no garantiza la exigibilidad de muchas de las prestaciones como derechos públicos subjetivos. Ahora sancionada por el Rey la reforma constitucional del art 135, todavía menos al haberse fijado un límite al déficit público.
El escenario que busca la mayoría de la ciudadanía es aquel en que los enemigos no son los meramente adversarios. Un partido en el gobierno, no puede utilizar a la Administración para destruir al adversario político como si fuera un enemigo social. Es nefasta la praxis que revela una muerte de Montesquiaeu. Rousseau necesita a éste para distribuir poder, potestad, funciones y control. El escenario socio-político requiere definir bien a los enemigos. El malo del Estado del bienestar es la mafia, la delincuencia organizada, el terrorismo, la desigualdad, los políticos depredadores, los insolidarios, los gorrones sociales, los vagos, los sinvergüenzas…
Hay más de un objetivo por el cual merece mantener un modelo de bienestar sostenible pero este objetivo debe revisarse, siguiendo la teoría de la organización, en función de sus fines y funciones. El qué del nuevo modelo de bienestar reside en buena parte en un nuevo pacto social que redefina objetivos, fines y funciones del Estado.
Ya hablamos en su día del bucle reformador propuesto por E.Morín, y vuelvo a citar a E. Mounier “La revolución moral será económica o no será, la revolución económica será moral o no será”.
Para comenzar a convivir con ‘este nuevo resplandor’ que empieza a desvelar un nuevo escenario tendremos que actuar como Diógenes hizo con Alejandro magno. Cuando el político de pacotilla se nos dirija para ver que necesitamos y pedirnos nuestro voto, le diremos sencillamente, ‘apártate que no me dejar ver el sol’.
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