Tras los experimentos neoliberales de estos últimos 25 años que en la historia administrativa tiene su expresión en la Nueva Gestión Pública (NPM) y el paradigma del Estado Neoadministrativo o desactivado, que en términos generales no han servido más que para una adaptación tecnológica y neoburocrática al entorno, la Ciencia de la Administración debe plantearse su papel pero en el marco de una Ciencia del Estado.
Las propuestas de ‘Responsive Governance’ (Gobierno sensible/receptivo/responsable) como bases hacia una nueva teoría de la Administración Pública, expuestas por J. Bourgon en la V Conferencia Braibant de 2006 del Instituto Internacional de ciencias administrativas. Éstas tuvieron la crítica en la doctrina (C. Pollit y otros) de que en esas propuestas la autora estaba más en la búsqueda de una nueva Teoría de la democracia liberal, que una sobre la propia Administración, arguyéndose que desde su punto de vista tradicional los aspectos de ciudadanía, participación han sido vistos como cuestiones políticas y no administrativas.
A esas objeciones habría que añadir cuestiones que se están suscitando desde la crisis financiera de finales del 2008, hasta el presente. Quiero decir que la Administración, o las bases para una nueva concepción o paradigma de la misma, va a depender de variables muy complejas. Entre ellas destaca el nuevo modelo de bienestar keynesiano que ha de reformularse desde el rol del Estado, y una revisión del concepto del bienestar en el que, entre otras cosas, lo político predomine sobre las fuerzas económico
Por el momento la Ciencia administrativa presenta como modelo alternativo a la NPM, el paradigma neoweberiano, como una mera revisión del Estado administrativo burocrático tradicional, fruto de la modernización administrativa, que además de adaptación sistémica a las demandas del entorno, eficacia y eficiencia, respetuoso con la legalidad y transparencia, la profesionalización del servicio público, la participación ciudadana en la Gestión Pública y un enfoque hacia modalidades de gobernanza.
Pero esto no es suficiente, precisamos un Estado sensible a los retos y necesitamos un Gobierno activo, o mejor proactivo, que además quede legitimado democráticamente. La honestidad va de suyo.
No es tarea fácil para la Ciencia de la Administración actual, que debe ser más prescriptiva. Los acontecimientos, dejan obsoleta a una ciencia que se ha dormido en la dinámica meramente descriptiva. La procura de la felicidad de la comunidad no es ajena a la Ciencia de la Administración y menos todavía a la Ciencia de la Policía de antaño. Sin felicidad no hay bienestar y sin este no hay progreso humano integral. Pero sobre todo hay que contemplar que sí es posible el bienestar sin el progreso económico, cuando, como sucede en nuestras latitudes, las necesidades vitales -Daseinvosorge -están suficientemente cubiertas.
Las propuestas de ‘Responsive Governance’ (Gobierno sensible/receptivo/responsable) como bases hacia una nueva teoría de la Administración Pública, expuestas por J. Bourgon en la V Conferencia Braibant de 2006 del Instituto Internacional de ciencias administrativas. Éstas tuvieron la crítica en la doctrina (C. Pollit y otros) de que en esas propuestas la autora estaba más en la búsqueda de una nueva Teoría de la democracia liberal, que una sobre la propia Administración, arguyéndose que desde su punto de vista tradicional los aspectos de ciudadanía, participación han sido vistos como cuestiones políticas y no administrativas.
A esas objeciones habría que añadir cuestiones que se están suscitando desde la crisis financiera de finales del 2008, hasta el presente. Quiero decir que la Administración, o las bases para una nueva concepción o paradigma de la misma, va a depender de variables muy complejas. Entre ellas destaca el nuevo modelo de bienestar keynesiano que ha de reformularse desde el rol del Estado, y una revisión del concepto del bienestar en el que, entre otras cosas, lo político predomine sobre las fuerzas económico
Por el momento la Ciencia administrativa presenta como modelo alternativo a la NPM, el paradigma neoweberiano, como una mera revisión del Estado administrativo burocrático tradicional, fruto de la modernización administrativa, que además de adaptación sistémica a las demandas del entorno, eficacia y eficiencia, respetuoso con la legalidad y transparencia, la profesionalización del servicio público, la participación ciudadana en la Gestión Pública y un enfoque hacia modalidades de gobernanza.
Pero esto no es suficiente, precisamos un Estado sensible a los retos y necesitamos un Gobierno activo, o mejor proactivo, que además quede legitimado democráticamente. La honestidad va de suyo.
No es tarea fácil para la Ciencia de la Administración actual, que debe ser más prescriptiva. Los acontecimientos, dejan obsoleta a una ciencia que se ha dormido en la dinámica meramente descriptiva. La procura de la felicidad de la comunidad no es ajena a la Ciencia de la Administración y menos todavía a la Ciencia de la Policía de antaño. Sin felicidad no hay bienestar y sin este no hay progreso humano integral. Pero sobre todo hay que contemplar que sí es posible el bienestar sin el progreso económico, cuando, como sucede en nuestras latitudes, las necesidades vitales -Daseinvosorge -están suficientemente cubiertas.
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