Con el nombre de «Tzadikin Nistarim», en el Talmud se habla de que en todo tiempo siempre hay 36 justos sobre la faz de la tierra y cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Este fascinante concepto de la mística judía los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas, hasta tal punto que ellos mismos desconocen su condición de sustentadores del mundo, en medio de la maldad humana. De ahí que, por sí mismos, justifican la continuidad de la creación ante los ojos de Dios, cuando Este clama por las atrocidades del mundo y se ve tentado a destruirlo.
«Corruptio optimi, pessima», esta expresión latina dice en forma breve que «la corrupción de los mejores es la peor de todas». La corrupción no es una práctica de hoy, ni de aquí, lamentablemente es de siempre y para todos. Pero, al igual que para Cicerón, la corrupción representaba un grave problema, máxime cuando esta venía de quienes se habían considerado «mejores». Y ciertamente, cuando en las altas magistraturas de los poderes públicos e instituciones de relevancia social se cometen tropelías, abusos y ridículos bochornosos, la ciudadanía se resiente porque pierde el sentido de su contribución a lo público. Hay momentos en los que los escándalos afloran, unos detrás de otros, gracias a la información democrática, y parece que la función de 'agentes de asuntos internos' está llamada a ser la protagonista de muchas vacantes en las diversas Administraciones públicas españolas.
De otra parte, esta semana pasada el profesor de Relaciones Internacionales en la London School of Economics and Political Science, Fred Halliday, nos ha visitado en la Universidad de Valencia, y tanto allí, como en una televisión local, al hablar de los problemas sobre el islam, ha recordado el triste negocio de los políticos de recurrir a los sentimientos religiosos para legitimar sus actuaciones políticas. Tentación manipuladora que abarca a todas las religiones y a todo el espectro político, democrático o no. Esta manipulación sobre aspectos que generan crispaciones es más habitual en lugares y momentos donde no se ofrecen soluciones a los problemas más acuciantes, siendo este tipo de engaño bastante más sutil que el del pan y circo.
Tuvimos ocasión en esta tribuna de hablar de la crisis hace unos meses («Tiempos de incertidumbre», 23/2/09), y en lo que llevamos de este mes de mayo se siguen escuchando voces clamando en el desierto desde la objetividad que ofrecen los datos macroeconómicos que pueden sintetizarse en que «para encontrar un periodo de recesión de la actividad económica como el actual hay que retrotraerse a la guerra civil».
¡Corrupción, manipulación y crisis! ¿Qué tiene que ver la alusión a la mística de los 36 justos? Pues viene a cuento de si sería posible encontrar 36 justos entre tanta cutrería, confusión e incertidumbre. Para mí, la respuesta es que sí, pues aunque se diga que la sociedad -en su sentido sociológico, amorfo e impersonal- está vacía de valores, carente de reflejos, de valentía..., lo bien cierto es que en cualquier calle de España podemos encontrar a estos justos anónimos. Desde los que las limpian y vigilan cada noche, hasta los que discretamente trabajan a diario por sus familias, por sus enfermos o desinteresadamente se ocupan de los prójimos no próximos, sin ponerse medallas ni promoviendo homenajes y demás vanidades, tan propias de la feria política actual.
Pero a buen seguro que 36 justos también los encontramos en los políticos que defienden la constitucionalidad frente a los bárbaros y que no tienen tiempo de velar por sus haciendas porque andan a cuatro ojos cuidando del pan y la vida de cada día. También los encontraríamos en los concejales de municipios pequeños en los que se dejan su tiempo y su hacienda en pro de la colectividad, sin esperar más que la satisfacción del deber cumplido, y, por qué no, de su reconocimiento social. Así seguiríamos hablando de justos en los sindicatos y asociaciones empresariales, en las diversas profesiones y empresas, o en las distintas manifestaciones de ordenación religiosa, moral o educativa. Hay más de 36 justos, a buen seguro, por lo que todavía nos queda fuelle.
Mientras hay personas que se dejan la vida, otros se la ganan inmerecidamente; pero esta es la historia de la humanidad, siempre necesitada, y agradecida, al menos de 36 justos.
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