En una reciente entrevista al presidente de la república francesa, manifiesta que en nuevo rol gubernativo "es la calidad de mi trabajo lo que ahora importa, no la cantidad, hay que dar tiempo a la reflexión, pensar antes de actuar,…". Añade “Yo creo en los valores de la ciudadanía republicana. El trabajo, el mérito, la recompensa, la promoción social. "La laicidad, es crucial...en la que el ciudadano es libre de tener la religión que quiera".
Sobre la crisis afirma que “Francia resiste, de momento, algo mejor que los otros, quizás porque fueron menores los excesos del periodo anterior, pero quizás también porque las medidas que hemos tomado empiezan a surtir efecto” “Tenemos la suerte de contar con un sistema de protección social desarrollado. Lo que no impide que tengamos que hacer más por esas personas.... Debemos, a la vez, atender lo urgente, mejorando, por ejemplo, las condiciones de indemnización del desempleo parcial, y preparar el porvenir, ayudando al crecimiento empresarial y a la modernización de las universidades”.
Tras el regreso a su nación después de la visita a nuestros país Sarkozy ha señalado que "El Gran París es la respuesta de Francia a la crisis", y que la ciudad de “Le Havre, ubicado a será el nuevo puerto de París, se plantarán un millón de árboles en los aledaños del aeropuerto Charles de Gaulle; se edificarán 75.000 viviendas anuales de aquí al horizonte de 2030; y que se construirán 130 kilómetros de metro sobreelevado.” Todo ello se realizará en el plazo de una década, cuya financiación requiere la tutela estatal, la implicación de la industria privada y la sensibilidad de las instituciones crediticias “.
En nuestro país se ha propuesto desde la izquierda del Gobierno medidas para crear 1.900.000 puestos de trabajo en tres años, mediante el impulso de la economía real, la inversión pública y la mejora de los servicios públicos; un nuevo modelo productivo capaz de generar un desarrollo humano y ecológico, el futuro de una banca pública de carácter más, y la inversión pública en la ley de dependencia, y la sanidad y educación públicas.
Sin duda parte de lo afirmado por el político francés, desde algunos escenarios politológicos resultaría contradictorias. Recientemente hemos escuchado que, no hay salida a la crisis desde propuestas de izquierdas, para acto seguido contraatacarse, manifestando que la salida a la crisis será social o no será (emulando a Mounier).
El citado Enmanuel Mounier exactamente señalo que ”la primacía de lo económico es un desorden histórico del que es preciso salir, por ello la revolución ha de ser, sin duda total. La revolución moral será económica, o no será, la revolución económica será moral, o no será nada. El tener, asfixia al ser, el que sólo busca tener, lo que intenta es evitar ser”. Añadiría que “el desorden está ahí establecido en las entrañas de una sociedad mentirosa, injusta y cruel, que coloca al hombre en situación de no poder gozar de un mínimo vital” , Y este término de ‘desorden establecido’ lo utilizaría Mounier para describir la situación deplorable en la que se encontraba el ser humano para realizarse como persona en una civilización burguesa e individualista”.
A vueltas con Sarkozy señala éste que moralizar el capitalismo significa primar al emprendedor sobre el especulador, el largo sobre el corto plazo, la economía real sobre la ficticia. Al mismo tiempo se ha de reconstruir un sistema mejor regulado, más ordenado y transparente; volviendo a los valores fundamentales del capitalismo: trabajo, esfuerzo, responsabilidad. El discurso de Sarkozy no es contradictorio, en su apuesta por lo público y la defensa de lo individual. Al menos desde la lectura que hace la Ciencia de la Administración moderna en su rol de la Administración como sujeto conformador del orden social no es gratuita ni casual. Tiene causa en las políticas precedentes ordenadoras de una Administración específica diseñada tras la revolución de 1789 y que no ha dejado de progresar . En un momento determinado de ese progreso (Von Stein, 1865) señalaría que ahora lo característico en la Administración no es el momento de la limitación frente a los derechos individuales, sino el de la actividad al servicio de la sociedad, es decir, la idea unitaria del Estado que trabaja, la Administración era el Estado que labora La Administración es el Estado pensado en actividad. En esta tradición se progresaría en dicho pensamiento, (Forsthoff, 1938) se calificaría a la Administración como conformadora del orden social, garante de la procura existencial” y “soporte de prestaciones”. De ahí al Estado del bienestar no hay más un instante. El discurso del Presidente Francés, es el que se mantiene en el espectro del centro-izquierda o centro-derecha francés y Alemán y tiene en su propia tradición político-administrativa, la justificación y la premisa para que se gestionen las políticas frente a la crisis de una determinada manera.
Lejos de los tópicos y tabúes de los discursos simplones y estereotipados de izquierda o derecha podemos mantener una supraideología de ordenación de la polis desde una perspectiva de la Administración como capitán, timonel o remero, en función del contexto de actuación, en la que no hayan antagonismos entre el Estado, la sociedad y el individuo, sino una sana complementariedad sustentada por la idea de servicio.
Sean bienvenidas las buenas propuestas que apuestan por una buena gestión pública como instrumento de gobernabilidad, tanto si vienen de Francia, Alemania o Canadá, o especialmente si se cuecen de España. Lejos del papanatismo y de atavismos políticos que entorpecen acertadas dinámicas o se dejan arrastrar por derivas erráticas, hay que saber recepcionar la difusión de experiencias administrativas comparadas para traducirlas a nuestros contextos, pero sobre todo, hay que saber ser creativos y auténticos, para resolver nuestros propios problemas, lejos del ‘que inventen ellos unamuniano’.
La tarea del buen gobierno actual es que el Estado establezca las condiciones y asegure el ejercicio de los derechos y libertades individuales y colectivas por la sociedad y a la vez , fruto de una innovación constante, para hacer frente a los retos emergentes, utilizar a la Administración para mantener la gobernabilidad dentro de un modelo social y de bienestar preestablecido, y para ello, debe, desde el espíritu democrático escuchar, todas las propuestas y contemplar todos los intereses en juego, para al final, diseñar e implementar aquellas medidas que mejor respondan a resolver los problemas desde el criterio de atención al interés general y el de sana gestión.
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