domingo, 27 de enero de 2019

Postverdad y populismos vs. fortaleza moral del Estado Social administrativo


Hablando en una reciente y entrañable  comida con amigos de mi primera socialización - con los que compartí bachiller, veraneo, tardofranquismo y expectativas políticas y económicas – surgio como no el escenario político y la tendencia al voto de castigo mediante las opciones populistas. No solo estaba yo como detractor de esta inútil opción que rechazo especialmente por lo errático de las opciones retrotópicas – utopía del pasado – para la ciencia política sino también por el perfil de sus abanderados (chamanes y casta en su día y ahora anticasta para volver a ser casta). Los peligros que esta tentación entraña en España y Europa fueron expuestos en el reciente congreso de esta semana en el CEU y  pueden verse bien argumentados en foros científicos de  rabiosa actualidad, de los  que ahora destacamos el siguiente
En agosto de 2016, The New York Times denunciaba abiertamente en el artículo titulado por Williams Davies “The age of post-truth politics” las informaciones inexactas, incompletas o directamente falsas difundidas durante la campaña del Brexit, alertaba del “declive de la autoridad de los hechos” y reclamaba para los periódicos el “deber de resistencia frente a la demagogia populista”  
En la misma línea, The Economist editorializaba en septiembre de 2016 sobre el riesgo de las noticias falsas y la creación de un estado de posverdad política que podría desembocar en acontecimientos similares al Brexit. En “Art of the lie”, The Eco­nomist alertaba del riesgo de este tipo de campañas políticas basadas en los sentimientos, no en los hechos, campañas que, como en el caso del Brexit, obligan a los oponentes a “luchar en terrenos que ellos no han elegido”
La posverdad consiste en un contexto social propicio para que los hechos objetivos (logos) sean relegados a un segundo plano del debate público por la irrupción de mensajes simbólicos con una acusada carga emocional (pathos). De donde se infiere que el éxito de estos mensajes depende de cómo sean interpretados por los ciudadanos en lo que Thomson (1997) llama “proceso de apropiación hermenéutica” de la realidad. Además, como señala José Ortega y Gasset (1914), el hombre está en un sistema de creencias que configura su estructura mental y que se impone en el proceso de atribución de signifi­cados a las cosas que percibe (realidad patente y realidad latente(…)
Con relación a esto hace cerca de cinco años tuvimos ocasión de  dar cuenta de la mejor politología al respecto de las tentaciones populistas y la crisis de las democracias liberarles;
(…)HERMAN HELLER a finales de la década de los ’20 del S. XX en plena crisis del parlamentarismo y auge  de los totalitarismos avisaría de la necesidad de transformar el Estado liberal  hacia un contenido económico y social, idea que terminaría positivizándose constitucionalmente en Alemania en Ley fundamental de  Bonn de 1949. La Constitución de Weimar introdujo por vez primera en la historia del constitucionalismo democrático occidental una lista de derechos sociales en el texto constitucional, aunque continuara manteniendo la formulación de la República como Estado de Derecho, lo cual supuso reconocer, en el ámbito de la Constitución, el fin de la concepción liberal del ED .
 La fórmula del  «Estado social de Derecho» (ESD) no aparece como tal hasta el turbulento período de la República de Weimar y concretamente de la pluma del teórico del Estado de orientación socialista Hermann Heller quien en un famoso artículo titulado Rechtsstaat oder Diktatur de 1930 , mantiene el planteamiento del Estado de Derecho liberal (ED) es ya caduco, a la vez que se posiciona  frente a las formulaciones sociales totalitarias del Estado, bien  de origen nacionalsocialista o bolchevique.
Heller introduce el adjetivo social en la fórmula originaria de ED para hacer valer su contenido original, esto es, recuperar los valores a los que estaba asociada la fórmula cuando sirvió de arma en la lucha contra el absolutismo . Así, el ESD se configura frente al concepto formalizado y desnaturalizado del ED,  como consecuencia del impacto de la revolución de 1848, la positivización del Derecho y el establecimiento del principio de actuación de la Administración conforme al criterio de calculabilidad del Derecho, para  conformarse,   la fórmula ESD como una recuperación del sentido original asociado a la idea de justicia social y de igualdad .
Injusto sería no referirse a  los  antecedentes de  mediados del siglo XIX, y que  el jurista y politólogo alemán W. ABENDROTH  observó en las primeras agrupaciones obreras que desencadenaron la revolución parisina de 1848. Concretamente, Abendroth  lo verá  en las reivindicaciones obreras, que exigían la consideración del trabajo como un derecho a proteger por el Estado  y en la exigencia de creación por el Estado de centros de producción gestionados por los propios trabajadores cooperativamente .
Madariaga hablaría del ‘fracaso de las clases directoras’  al referirse a las mismas  como uno de los factores que más ha contribuido al descrédito de las democracias liberales. En contra a los sistemas autoritarios, las democracias por su tendencia natural a debilitar los resortes de la autoridad políticas, necesitan que sus directores gocen de una alta autoridad moral y personal. Para Madariaga las clases directoras no se dieron  cuenta de la verdadera índole orgánica entre la sociedad y el Estado, absortos en los datos estadísticos que les legitiman, por mor de los votos.  Para el autor la democracia debe estar exigiendo pruebas constantes de la capacidad de sus dirigentes. Ya en su tiempo se refería al aumento de la complicación de la vida colectiva, en la que en la vida ciudadana se ve invadida por una expansión del rol del Estado de una parte y de otra de la lógica de la técnica, además de la  poderosa invasión en la vida colectiva por parte de los  poderes financieros y económicos. Igualmente se  ocuparía de  la  internacionalización del poder y de la entrega de la prensa al servilismo de unos cuantos con la conclusión de  la degeneración y descrédito  de las instituciones liberal-democráticas. (…)

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