martes, 8 de enero de 2019

¿La burocracia es la solución o el problema? (3) La banalidad del mal

 Pero es la expresión ‘banalidad del mal’ acuñada por Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén.  Un informe sobre la banalidad del mal es el recoge la verdadera lógica de una perversidad político-administrativa  del uso de la empresa estatal de dominación.  Según Arendt, Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó simplemente por deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes de superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era realizado con celo y eficiencia, y no había en él un sentimiento de «bien» o «mal» en sus actos. Para Arendt, Eichmann (…) no era el «monstruo», el «pozo de maldad» que era considerado por la mayor parte de la prensa. Los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero estos actos no fueron realizados porque Eichmann estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio (…).
Sobre este análisis Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo por el cumplimiento de las órdenes. La tortura, la ejecución de seres humanos o la práctica de actos «malvados» no son considerados a partir de sus efectos o de su resultado final, con tal que las órdenes para ejecutarlos provengan de estamentos superiores.
La frase es utilizada con un significado universal para describir el comportamiento de algunos personajes históricos que cometieron actos de extrema crueldad y sin ninguna compasión para con otros seres humanos, para los que no se han encontrado traumas o cualquier desvío de la personalidad que justificaran sus actos. En resumen: eran «personas normales», a pesar de los actos que cometieron.
Por lo tanto es la burocracia en sí un instrumento neutra para fines buenos en el contexto weberiano; democracia y capitalismo  necesitan de un formalismo jurídico, técnico -organizativo y sociológico para el progreso social y el  ente gestor es el Estado-Administrativo. La Administración Pública weberiana es un agente instrumental; racionalizador de la sociedad; incrementador de la riqueza social disponible y  marginador del conflicto social (Estado social y administrador).
Hoy por hoy no hay alternativa a esta racionalidad instrumental, y  menos todavía después de las posiciones neoestructuralistas y  otros avances en la técnica organizativa (tecnoburocracia, neoburocracia, neoweberianismo, adhocracia,…) otra cosa será la racionalidad material ideológica del nazismo, el comunismo, el polpotismo, el maoísmo y tantos –ismos, en nombre del Príncipe, el  Estado o de la política al uso.  
En 1941 del dramaturgo Bertolt Brecht en la obra La resistible ascensión de Arturo Ui, le hace decir a uno de los personajes: (…) la perra que engendró a esta bestia (Hitler) está nuevamente preñada. Por Europa va la perra buscando un sitio donde dar a luz su cría. Esa perra está entre nosotros (…). 
La burocracia democrática de hoy puede ser un buen antídoto para evitar nuevas industrias de la muerte y del sufrimiento y si tenemos dramaturgos que nos vayan avisando de posibles nuevas bestias, tanto mejor.

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