¡¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen
señor!¡
dice el más famoso - número 20- de
todos los versos del Cantar de Mío Cid. Sobre él ha habido dos interpretaciones; ¿quiere decir
«¡Ojalá que tuviese buen señor!» o «Sería buen vasallo si tuviese buen
señor»?». Con el Cid en el destierro se ha apostado por la segunda en
virtud de la mentalidad feudal ya que el exiliado dejaba de ser vasallo de su
rey y, para subsistir, solía buscar a un nuevo señor al que prestar sus
servicios (cfr. Partidas, IV, XXV, 8 y II).
Sentido
parecido se puede encontrar en los versos 992-993 del Perceval de Chrétien de Troyes – el primer novelista
occidental y gran difusor de la mitología artúrica - , allí donde el rey Arturo
comenta acerca de Perceval, aquello de “qu’il
a esté a malvais mestre; encore puet preus vassax estre” . Es decir «y
que ha tenido un mal maestro; más podría
ser un valioso vasallo»
Por lo que oigo y veo habrían muchos buenos ciudadanos/administrados/contribuyentes
(preus vassax) si no tuviésemos malos gestores de lo público (malvais mestre),
que en suma es lo que parece reflejar la
prensa al socaire de lo que vamos viendo cara a las elecciones inmediatas y que
se resume en esa opinión de que (…)la ignorancia de los políticos encierra
muchos peligros” pues (…) estar en manos de personas que no leen ni piensan, constituye
un mal presagio de lo que pueden hacer cuando leguen al poder (…)
Ya parece
que no hay duda que las multicrisis que sufrimos innecesariamente – momento de
grandes oportunidades de bienestar- son fruto de mala gestión, perversión egoísmos,..
Y lo digo expresamente por el asunto del
ISIS/DAESH, el paro, la corrupción, el medio ambiente y el malestar psicológico.
Los poderes (económicos,
religiosos,educativos,políticos) en general han administrado mal su poder, desde
su legitimación de servicio. Se han ocupado más de proteger sus intereses organizativos
y su autopreservación, incluso reinterpretando la ortodoxia que los fundamenta,
que atender a sus fines, funciones y objetivos propios.
La democracia,
en franca recesión ya, no hay superado
su estatus de poliarquía (R. Dahl) ni su deriva elitista (G. Mosca). Dicho bajo
las categorías de la Administración
Pública y las Ciencias de Políticas, no ha habido una filosofía y una praxis propia del buen gobierno, como tendencia hacia la óptima asignación y gestión
de recursos para responder a problemas colectivos. Asignación supeditada a la
vez a la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, el imperio
de la ley, la eficacia y la equidad.
El buen
gobierno requiere que el gobierno ejecutivo sea políticamente responsable y capaz de formular
e implementar políticas públicas sustantivamente valiosas. La Ciencia de la
Administración actual (Aucoin) considera
que sólo puede satisfacerse si el
gobierno ejecutivo incluye un cuerpo de funcionarios públicos de carrera
separado, aunque subordinado al ejecutivo político.
El
Gobierno-Administración ha de obtener además la legitimación institucional y,
para ello, ha de conseguir la eficacia de
la tarea que le ha sido encomendada, y mantener un gran respeto por y con otras instituciones
o sus valores. Una institución será buena si es capaz de elaborar reglas que
restrinjan la maximización individual cuando es colectivamente destructiva, y
si además, es capaz de hacer cumplir estas reglas. La Administración será buena
institución si pondera todos los intereses de las redes de políticas, haciendo
que prevalezca el interés público, como expresión de la sinergia de todos
aquellos intereses colectivos en juego para el desarrollo de la colectividad.
A la Ciencia
de la Administración, las Ciencias de Políticas, la Ciencia Política, la Filosofía
Política desde sus diversas ortodoxias
no les resultará difícil calificar de ‘malos
maestros’ o de ‘buenos señores’ en función de estas categorías precitadas. Y
seguro que la sociología o la psicología social podrá aportar mucho sobre la explicación
de la relación causal entre el comportamiento político-administrativo y el resultante en el social,
bajo la especie de buenos o malos vasallos.
Esto respondería
a un planteamiento científico social, con sus limitaciones epistemológicas y
de método pero podría aportar explicaciones
sobre la veracidad de ese gran aserto de
Y. Dror al afirmar que (…) Las mejoras en
la formulación de políticas deben venir acompañadas de un perfeccionamiento
mora de los gobiernos y de salvaguardias contra la utilización incorrecta de su
capacidad de acción (…)
Y apuesta por un inconcebible (…) modificar los valores prevalecientes en
la esfera pública, fundados en la razón de estado, orientándolos en cambio
hacia la razón de humanidad, y hacer mayor hincapié en la virtud en el gobierno
(…)
Las diversas
crisis actuales son un momento histórico para el cambio axiológico y sin duda
el buen vasallaje vendrá de la mano ipso facto, este sea real.
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