Como se sabe en el siglo XVIII Mandeville escribió La fábula de las abejas , que llevaba por subtítulo ‘‘Cómo los vicios privados contribuyen a la prosperidad pública” y, que bien podría tener su versión actual en “como los vicios públicos mejoran ostensiblemente la prosperidad privada individual o la de grupo. La fábula comienza describiendo el panorama del panal rumoroso señalando que cada parte estaba llena de vicios, pero todo el conjunto era un paraíso. Y termina cuando la deidad desterró los vicios y todos los ineptos o quienes sabían que sus servicios no eran indispensables se marcharon; no había ya ocupación para tantos. Los precios de las casas y de las tierras decayeron y el arte de construir está casi muerto, los artesanos no hallan empleo.
Parece que el espectáculo actual de la política no es tan novedoso e incluso casi sería axiomático que si muchas abejas se benefician del desorden, las que están en el panal lo hacen todavía más, y como nadie los zánganos.
Los faraones y sus gobernadores locales han vivido a costa de la cosecha que ellos mismos han plantando. Ha sido abundante y provechosa para muchos que callan y señalan, e incluso se atreven a pontificar. Se han vuelto a construir pirámides y esfinges, llegando casi a la plena ocupación, cumpliéndose casi de libro las previsiones científicas que siguiendo la ley de Okun, - relación ente el crecimiento del PIB y disminución del desempleo. El problema ahora es que hay poco que repartir ya que no se cosecha apenas, volviéndose a cumplir los presupuestos de Okun. De momento sólo se me ocurre desmontar las pirámides y llevarlas a otro lugar, no muy lejano, aunque esto solo diera para algunas abejas y algunos zánganos.
Hemos visto esos días un entreacto del sainete autonómico valenciano con la dimisión formal del presidente. No sé si es para reír o para llorar - de tragicómico se ha calificado - , aunque me inclino por lo segundo porque entre otras cosas mucho me temo que no están todos, ni todos están. Es más algunos siguen estando, y a veces lo gregario exige que o todos o ninguno. Me parece que para el juicio saldrán más y lo que es peor es que hay más en otras comunidades, municipios, más en otros partidos, más en otras instituciones públicas. Pero espero que no se dé lo peor. Aquello que clásicamente ha denominado “corruptio optimus, pessimi” , es decir la de aquellos que han de juzgar, es más, la de los que han de juzgar a los juzgadores. No podemos dejar que caigan más Ángeles.
Parece que el espectáculo actual de la política no es tan novedoso e incluso casi sería axiomático que si muchas abejas se benefician del desorden, las que están en el panal lo hacen todavía más, y como nadie los zánganos.
Los faraones y sus gobernadores locales han vivido a costa de la cosecha que ellos mismos han plantando. Ha sido abundante y provechosa para muchos que callan y señalan, e incluso se atreven a pontificar. Se han vuelto a construir pirámides y esfinges, llegando casi a la plena ocupación, cumpliéndose casi de libro las previsiones científicas que siguiendo la ley de Okun, - relación ente el crecimiento del PIB y disminución del desempleo. El problema ahora es que hay poco que repartir ya que no se cosecha apenas, volviéndose a cumplir los presupuestos de Okun. De momento sólo se me ocurre desmontar las pirámides y llevarlas a otro lugar, no muy lejano, aunque esto solo diera para algunas abejas y algunos zánganos.
Hemos visto esos días un entreacto del sainete autonómico valenciano con la dimisión formal del presidente. No sé si es para reír o para llorar - de tragicómico se ha calificado - , aunque me inclino por lo segundo porque entre otras cosas mucho me temo que no están todos, ni todos están. Es más algunos siguen estando, y a veces lo gregario exige que o todos o ninguno. Me parece que para el juicio saldrán más y lo que es peor es que hay más en otras comunidades, municipios, más en otros partidos, más en otras instituciones públicas. Pero espero que no se dé lo peor. Aquello que clásicamente ha denominado “corruptio optimus, pessimi” , es decir la de aquellos que han de juzgar, es más, la de los que han de juzgar a los juzgadores. No podemos dejar que caigan más Ángeles.
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