Este entusiasmo
académico duraría poco pues las propuestas de los diversos ‘principios científicos de Administración’ vistas supra serían
severamente cuestionados por Herbert SIMON
en 1946 en su trabajo Los
Proverbios de la Administración al demostrar que tales principios están bastante
lejos de servir como fundamentos científicos, pues más que enunciados fácticos,
no eran más máximas y parábolas.
Así
afirmaría que (…) la administración no puede estar fundada en proverbios, sino que
debe establecer vínculos entre la teoría y la realidad: entre la
"filosofía de sofá" y la experimentación.
… La
mayor parte de las proposiciones que integran el cuerpo de la actual teoría
administrativa comparten, por desgracia, este defecto de los proverbios. Casi
para cada principio podemos encontrar uno contradictorio, no menos plausible y
aceptable.
… Es un defecto fatal de los principios
actuales de la administración el que, como proverbios, ocurran en pares. Para casi
cada principio, uno puede encontrar uno
contradictorio igualmente plausible y aceptable. Aunque los dos principios del
par llevarían a recomendaciones organizacionales exactamente opuestas, no hay
nada en la teoría que nos indique cuál es apropiado aplicar.
En
el trabajo cuestionaría en concreto la
validez de los principios más comunes que aparecen en la bibliografía sobre la administración, tales como estos:
I) La eficiencia
administrativa aumenta por una especialización de la tarea entre el grupo.
II) La eficiencia
administrativa aumenta si se dispone a los miembros del grupo en una
determinada jerarquía de autoridad.
III) La eficiencia
administrativa aumenta si se limita el alcance del control, en cualquier punto
de la jerarquía, a un número pequeño.
IV) La eficiencia
administrativa aumenta si se agrupa a los trabajadores, con propósitos de
control, según propósito, proceso, clientela y lugar.
Además de la crítica contraargumentativa
concreta a cada uno de estos cuatro principios afirmaría en general que (…) dado que esos principios parecen
relativamente sencillos y claros, diríase que su aplicación a problemas
concretos de la organización administrativa sería concreta, y que su validez
podría someterse con facilidad a la prueba empírica. Sin embargo, no parece ser
el caso.
… Podrá objetarse que la
administración no puede aspirar a ser una "ciencia"; que por la
naturaleza misma de su tema no puede ser sino un "arte". Esta
objeción, sea verdadera o falsa, no tiene nada que ver con nuestro actual
examen. Sólo la experiencia podrá responder la cuestión de hasta qué punto
pueden hacerse "exactos" los principios de la administración. Pero no
puede haber discusión sobre si deben ser lógicos o ilógicos. Ni siquiera un
"arte" puede basarse exclusivamente en proverbios (…)
Este
argumento termina con la pretensión normativa de los principios por no ser ‘lógicos’
ni aplicables, además de acientíficos. Pues
añadiría (…) El proceso administrativo es (o puede ser) «ciencia aplicada» desde
la construcción de un marco teórico a
partir de las siguientes premisas:
a) Para que una ciencia
pueda desarrollar principios, debe contar con conceptos por tanto, la primera
tarea de la teoría administrativa debe ser construir un conjunto de conceptos
que posibiliten la descripción de las situaciones administrativas en términos
de una aplicación teórica.
b) Para ser científicamente válidos los conceptos deben ser
operativos. Corresponde determinar los hechos observables y verificables
empíricamente, abarcando los
conocimientos referentes a los servicios, a los órganos, a las personas y a la
acción de las Administraciones Públicas.
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