Donald Kettl
en Sistema bajo stress, el desafío
a la gobernabilidad del siglo XXI (2013), analizó el sistema político de
EE.UU a la luz de los retos del 11S, el
huracán Katrina, la crisis financiera y
las reformas llevadas como consecuencia
de todo ello, para concluir que está en duda que la Administración (en sus
funciones fiscal,reguladora, de control,…) esté hoy mejor preparada para
predecir y gestionar eficazmente las crisis financieras futuras. Este año de 2016 ha publicado Escapando del Gobierno Jurásico: cómo recuperar el compromiso perdido
por la competencia, proponiendo escenarios de cambio social, que
tiene a la Administración Pública como instrumento. Se parte del bajo
rendimiento y alta desconfianza, con enormes implicaciones para la
gobernabilidad de EEUU - también común
en Europa- así como la mala relación con los ciudadanos.
Propone a la par un renacimiento hacia un nuevo
espíritu de la Administración Pública progresiva, si bien ahora - no como el
new deal - no en aras de una gran
Administración, sino hacia un buen gobierno. Esto ha de ser una tarea política en aras de
trabajar en nombre de la ciudadanía, de mejores servicios, disminución de las
presiones políticas, de los intermediarios
y de los fracasos de gestión.
Tareas ellas para salir del cuello de botella. Esta obra refleja la idiosincrasia
propia de la Ciencia de la
Administración americana; Pensar en la Administración Pública, sin
Estado .
De su parte R.J.
Stillman en ¿Dónde va la Administración Pública estadounidense?, en Gestión y Política Pública, 2-1 de 2008. Nos da cuenta de la dinámica de los estudios
en Administración Pública. Mientras que en Europa llevábamos más de cuatro siglos, en esta tarea es en 1887,
cuando apareció el primer ensayo, sobre la necesidad de “El estudio de la
administración”, por Woodrow Wilson, publicándose en 1926 el primer libro de texto con el título: Una introducción al estudio de la
Administración Pública, de Leonard White.
Stillman nos da cuenta de que la Constitución norteamericana
de 1787 no hace mención alguna del servicio civil, los presupuestos, la gestión
Pública la organización ni de nada que
huela siquiera a administración. Su razón última está en el acto constitutivo
de la nación ya que la Declaración de
Independencia de 1776 contiene en gran medida la necesidad de evitar los agravios administrativos regios de Jorge III, como razón fundamental de
los colonos para incitar a la revolución.
Lord Acton, afirmaría que la constitución
estadounidense se concentró en proteger las libertades individuales o “negativas”.
Así, en una nación en la cual la Constitución se reverencia como a la Santa Biblia, la Administración Pública fueron –y siguen siendo– es considerada
por muchos como algo extra constitucional y hasta ilegítimo.
Pero resultó que las grandes corporaciones o los grandes
sindicatos, la inversión extranjera, la veloz urbanización, las innovaciones
tecnológicas masivas, el peligro militar e internacional del extranjero, la
inquietud ante la fuerza de trabajo y la administración, y los considerables trastornos
económicos a partir de los inicios del siglo XX, transformaron la mentalidad
hacia la necesidad de nuevos servicios
gubernamentales proporcionados a una sociedad de masas.
La gran diferencia – nótese_
es que a diferencia de Europa y
del resto de aquel orbe - donde
hubo primero Estados administrativos fuertes y después constitucionalismo
democrático - , Estados Unidos primero tuvo su Constitución y sólo después, a
regañadientes, creció su Estado administrativo para que, por último, hicieran
su aparición las ciencias
administrativas. Ciencias que no han dejado de ser inductivas, experimentales, fragmentarias,
aplicativas, y casi siempre centradas en el cuestionamiento de los presupuestos
ortodoxos, en especial la separación política-administración y sus diferencias
o semejanzas con la gestión privada en aras del logro de la eficiencia.
Ya sabemos que nuestra tradición parte de un sentimiento de aprecio
por el Estado y su función de mejorar en la democracia liberal y social, lo que invita a
las teorías deductivas de arriba a abajo, bajo el principio de unidad de
acción, centralismo, dirigismo político. …
El antagonista americano desde el hecho inconcebible, de adoptar un Estado de arriba
abajo, informado por una teoría administrativa deductiva tuvo que crear una
teoría inductivamente, desde las
fragmentadas experiencias de un determinado sistema de servicio civil, ensayando
sistemas presupuestarios de allá, o
desde la implementación de experiencias administrativas locales.
El marco jurídico sería, en lugar de un nuevo derecho administrativo o la tradición positiva
del derecho, una metodología de
enseñanza e investigación, arraigada en su Constitución antiadministrativa y en un derecho común basado en los precedentes de
casos previos. Esta escasez e
insuficiencia llevo al éxito al primer texto de Leonard White que optó por basar el nuevo campo en el proceso gerencial, más que en el fundamento del
derecho. La administración científica
de Taylor vino al dedo para congraciar
una Administración Pública con la era
progresista (1900-1920), y su idea de
personas “respetables y tenaces propias
de un hombre de negocios para dirigir un
gobierno eficiente y económico. Los
enfoques neoclásicos de Mooney o Gulick-Urwick son meras adaptaciones.
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