Veámos marcos teóricos, sustentados en
tiempos tan remotos como los de las grandes civilizaciones (siglo IV ac) y que invitan a una interpretación ortodoxa sobre
cómo gestionar los asuntos colectivos, sin permitir la patrimonialización del órgano
administrador que ejecuta las políticas regulatorias, distributivas o als
redistributivas MICIUS, pensador Chino (500 AC) diría que quien quiera hacer negocio tiene que disponer
de un sistema. (…)Hasta los operarios sin
destreza logran resultados si disponemos de un sistema. Si se trata de gobernar
un imperio sin tener un sistema como modelo ¿no resultaremos menos inteligentes
que los vulgares operarios? (sic)’
Otro personaje más conocido, CONFUCIO, al abandonar el cargo público en el
reino de Lu, condenaría el favoritismo y el partidarismo en la administración
de lo público. (…) En la Administración hay que mantenerse siempre
ocupado, hay que mantener los asuntos de gobierno siempre en la mente, sin
debilidad y ponen en aplicación los principios con absoluta consistencia, sin
desviaciones. Y por último, escoger honestamente y sin egoísmos a funcionarios
públicos capaces (…).
Las enseñanzas de Confucio se enmarcaron
en el ámbito de la filosofía ética, moral y política, considerando que los
propios actos externos de las personas se basaban en las cinco virtudes
(bondad, honradez, decoro, sabiduría y fidelidad).
También en el S. IV AC, en
su dialogo con Nicomedes, SÓCRATES le aconseja no despreciar para un
cargo público a quien tenga la habilidad suficiente para conducir una casa,
pues la dirección de asuntos privados,
difiere de la de los públicos, solamente en la magnitud; en todos los demás
aspectos son muy similares
A la muerte de Confucio surgieron dos
escuelas: una que acentuaba la bondad innata de la naturaleza humana, que podía
envilecerse por el propio esfuerzo destructivo o un ambiente perverso. La otra
escuela sostenía que las personas nacen con una naturaleza perversa pero
susceptible de regenerarse gracias a la educación moral. Esto que sería
repetido ante el debate Hobbes-Rousseau sobre la naturaleza humana, sigue
siendo el dilema, y la Ciencia de la Administración se hizo eco también en los
’40, al afirmar Robert DAHL en Ciencia
de la Administración Pública: Tres problemas(1947) que (…) estamos muy lejos de una Ciencia de la
Administración Pública, ninguna es posible a no ser que, entre otras cosas
… La naturaleza del ser humano en el
área de Administración Pública ha de ser mejor comprendida y su conducta más
predecible.
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