Una de las características sociológicas en los últimos tiempos en la relación Administración Pública-sociedad es el énfasis en la consideración general del sentido privado de la cosa pública. la llamada patrimonialización de lo público mediante diversas formas históricas ya mencionadas, (cesantías, botín, spoil system, Cátedras universitarias,…) ha tenido en la actualidad una expresión muy singular en esto de ser generoso con lo público, disponiendo con total libertad y sin límite como si la cosa fuera de uno (no te preocupes te hago recetas, fotocopia lo que quieras, que me llame de tu parte cuando quiera, esta es tu casa, yo le colaré, ya le conseguiré entradas, o incluso ya le adjudicaremos la plazo o el contrato … ).
Este sentido privatista no es sólo de los políticos, sino también de los empleados públicos o cualesquiera poseedores ocasionales de bienes públicos. Esto es muy bonito, porque podemos querernos todos a costa de lo colectivo, con el mínimo esfuerzo personal. Está muy bien pagar favores privados con bienes ajenos, al menos en la mediterrania. A todos, les ha ido muy bien con esta dinámica, por lo tanto no se puede hacer otra cosa que borrón y cuenta nueva, tomar nota, para al que va a venir y tan sólo pedir responsabilidades penales o administrativas donde las haya, al menos con la intención de reintegrar las arcas públicas, que tal vez sea más justo que multar a todo el que salga a la calle. La moralidad no puede ser otra que el derecho positivo. Los gustos políticos o meramente electorales por mor de la cosmovisión axiológica, las emociones, o la racionalidad limitada, son cosa de cada cual, pero no vale ya justificar al amigo gobernante por ser amigo, y menos porque el otro gobernante, también comete tropelías públicas.
Este sentido privatista no es sólo de los políticos, sino también de los empleados públicos o cualesquiera poseedores ocasionales de bienes públicos. Esto es muy bonito, porque podemos querernos todos a costa de lo colectivo, con el mínimo esfuerzo personal. Está muy bien pagar favores privados con bienes ajenos, al menos en la mediterrania. A todos, les ha ido muy bien con esta dinámica, por lo tanto no se puede hacer otra cosa que borrón y cuenta nueva, tomar nota, para al que va a venir y tan sólo pedir responsabilidades penales o administrativas donde las haya, al menos con la intención de reintegrar las arcas públicas, que tal vez sea más justo que multar a todo el que salga a la calle. La moralidad no puede ser otra que el derecho positivo. Los gustos políticos o meramente electorales por mor de la cosmovisión axiológica, las emociones, o la racionalidad limitada, son cosa de cada cual, pero no vale ya justificar al amigo gobernante por ser amigo, y menos porque el otro gobernante, también comete tropelías públicas.
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