Ya vimos en el mes de mayo pasado unas entradas sobre “La deconstrucción político-administrativa (1 a 4)” en las que desde la idea de destrucción creativa Schumpeteriana, hablamos de la necesidad de hacer las cosas de distinta manera desde soportes institucionales nuevos, construyendo nuevas estructuras y sistemas organizacionales, acordes con las exigencias ambientales.
En todas las denuncias sociales aparece la constante del despilfarro y la ineficacia de muchas de las instituciones. Ineficacia y despilfarro que se debe al perfil delos sistemas de cooptación para la provisión de los puestos. Muchos no son gente de bien, ni hacen bien las cosas. Son fracasados en negocios privados que hacen el agosto en el negocio público. Ya sé que esto que voy a decir no se compadece muy bien con el desorden establecido, ni los cantos de sirena de los movimientos sociales. El caso es que el producto político, - el output en sentido organizativo - no es ya el que era, ni es el que espera el ambiente, para resolver los problemas del entorno. Mas bien podría decirse que se funciona a mínimo gas por mor de la inercia del aparato administrativo.
Ni me gusta lo que hay, ni me fio de lo que se promete ni tampoco confío en las movidas de indignación, si quiera que fuese porque están muy cargados de razón emotiva y faltos de reflexión (Bauman dixit) para un salto a la política activa.
Para solventar el despilfarro hay que actuar sobre la estructura, por lo tanto cara a los próximas elecciones apoyemos a quienes promueven – con todo lógica y razón a quienes pides la desaparición/reducción del Senado, de las Diputaciones, y un ajuste muy serio en la gestión autonómica, con devolución de las políticas importantes al Estado (sanidad, seguridad, educación, Universidades,justicia, urbanismo,…)
En la deconstrucción hay que apoyar la reforma del sistema electoral pro bipartidismo que permite el reparto de puestos en los órganos de representación, los consultivos, e incluso en la justicia. Como los niños han roto el juguete hay que quitárselo, y lo mejor para no jugar al balón y romper cosas es quitar el balón, en este caso el institucional. Las autonomías y gobiernos locales podrían dedicarse a cosas que sí han hecho bien o muy bien. Me estoy refiriendo a los parques naturales, la reconstrucción del patrimonio histórico y cultural, la gestión medioambiental o insfraestructuras.
Por citar algo plausible, evidente, verificable y mesurable me refiero por ejemplo a El Saler y el cauce del rio turia en nuestra ciudad de Valencia. Puede observarse que ambos fueron reivindicaciones sociales de su época (‘El llit del turia es nostre y es volem verd’ y ‘El Saler per al poble’) en la que el político ha depositado la gestión en los técnicos. Recuerdo a un Director General con el que estuve colaborando hace unos años, cuando todavía se tenían en cuenta iniciativas de incremento del valor público, del que con el tiempo, ya retirado, un funcionario me dijo los buen gestor que había sido por respetar escrupulosamente la gestión técnica.
De poco sirve que la Ciencia de la Administración busque fundamentación para una mejor gestión si el político anda en otros tejemanejes. Tal vez este sea uno de los males genéticos de la ciencia administrativa.
En todas las denuncias sociales aparece la constante del despilfarro y la ineficacia de muchas de las instituciones. Ineficacia y despilfarro que se debe al perfil delos sistemas de cooptación para la provisión de los puestos. Muchos no son gente de bien, ni hacen bien las cosas. Son fracasados en negocios privados que hacen el agosto en el negocio público. Ya sé que esto que voy a decir no se compadece muy bien con el desorden establecido, ni los cantos de sirena de los movimientos sociales. El caso es que el producto político, - el output en sentido organizativo - no es ya el que era, ni es el que espera el ambiente, para resolver los problemas del entorno. Mas bien podría decirse que se funciona a mínimo gas por mor de la inercia del aparato administrativo.
Ni me gusta lo que hay, ni me fio de lo que se promete ni tampoco confío en las movidas de indignación, si quiera que fuese porque están muy cargados de razón emotiva y faltos de reflexión (Bauman dixit) para un salto a la política activa.
Para solventar el despilfarro hay que actuar sobre la estructura, por lo tanto cara a los próximas elecciones apoyemos a quienes promueven – con todo lógica y razón a quienes pides la desaparición/reducción del Senado, de las Diputaciones, y un ajuste muy serio en la gestión autonómica, con devolución de las políticas importantes al Estado (sanidad, seguridad, educación, Universidades,justicia, urbanismo,…)
En la deconstrucción hay que apoyar la reforma del sistema electoral pro bipartidismo que permite el reparto de puestos en los órganos de representación, los consultivos, e incluso en la justicia. Como los niños han roto el juguete hay que quitárselo, y lo mejor para no jugar al balón y romper cosas es quitar el balón, en este caso el institucional. Las autonomías y gobiernos locales podrían dedicarse a cosas que sí han hecho bien o muy bien. Me estoy refiriendo a los parques naturales, la reconstrucción del patrimonio histórico y cultural, la gestión medioambiental o insfraestructuras.
Por citar algo plausible, evidente, verificable y mesurable me refiero por ejemplo a El Saler y el cauce del rio turia en nuestra ciudad de Valencia. Puede observarse que ambos fueron reivindicaciones sociales de su época (‘El llit del turia es nostre y es volem verd’ y ‘El Saler per al poble’) en la que el político ha depositado la gestión en los técnicos. Recuerdo a un Director General con el que estuve colaborando hace unos años, cuando todavía se tenían en cuenta iniciativas de incremento del valor público, del que con el tiempo, ya retirado, un funcionario me dijo los buen gestor que había sido por respetar escrupulosamente la gestión técnica.
De poco sirve que la Ciencia de la Administración busque fundamentación para una mejor gestión si el político anda en otros tejemanejes. Tal vez este sea uno de los males genéticos de la ciencia administrativa.
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