Es conocido el «bucle reformador» de Morin al reflejar que las reformas no son únicamente institucionales o sociológicas, son reformas mentales que necesitan un pensamiento distinto, una revisión de los términos aparentemente evidentes de la racionalidad, de la modernidad y del desarrollo. La reforma del Estado, la reforma del espíritu y la reforma de sociedad se necesitan mutuamente. La reforma del espíritu requiere una reforma de la educación que depende, de la reforma previa del pensamiento político. Existe pues, una relación circular entre esas reformas que dependen unas de otras. La «política de civilización» debería contribuir a la reforma de la vida, la cual debería contribuir a la política de civilización. Reforma ética, reforma de la vida, reforma educativa, reforma social y reforma del Estado son interdependientes y se nutren mutuamente.
Un artículo de 1997 intitulado 'La incultura sentimental' del psiquiatra Enrique de Rojas apostaba a por edificarnos psicológicamente en una dinámica de educar las emociones. La lógica y discurso del autor supone educarnos para una inteligencia emocional, una racionalidad emotiva en lugar de dejarnos arrastrar por la vulgaridad y primariedad de los sentimientos y emociones populacheras.
En el marco de una cultura occidental promovida hacia el racionalismo económico y el grosero utilitarismo de las cosas y personas, es fácil dejarse llevar por emociones provocadas hacia el elogio de un bienestar material, facilón y frívolo.
El autor aboga por educar a los sentimientos, esto no es nuevo, otrtas culturas como la indú lo hacen,. En el pasado otras posiciones filosoficas lo propusieron pùes los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud.
Hoy esto es más difícil, debido a la debilidad del hombre frente a los males congénitos (miedo, el dolor, el fracaso,.. ) Nos encontramos en esta tesitura en un momento histórico de débil afianzamiento de los valores y sentimientos como resulta de la tesis de ‘Modernidad liquida’ del sociólogo Bauman, quien en esta dinámica recientemente ha señalado que al movimiento indignados le sobra sentimentalismo y la falta reflexión, al señalar que El 15-M es emocional, le falta pensamiento.
Esta falta de cultura racional de los sentimientos, más motivados por prejuicios que por juicios puede tener su relación con el actual bajo liderazgo carismático en lo político y religioso, que ha cedido terrenos en pro de la dominación racional burocrática, que nos otorga más seguridad en nuestras decisiones . Mientras que buena parte de nuestra vida y sus decisiones se encuentran en una suerte de jaula de hierro (Weber) sustentada en el utilitarismo y la predictibilidad, las emociones que nos harían ser más humanos desde la perspectiva espiritual se haya sometida a otra suerte de frivolidad alienante y pasajera.
El citado Bauman lo expresaría de la siguiente manera ; “ La incertidumbre en que vivimos se debe también a otras transformaciones entre las que se cuentan: el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo, o la renuncia al pensamiento y a la planificación a largo plazo: el olvido se presenta como condición del éxito. Este nuevo marco implica la fragmentación de las vidas, exige a los individuos que sean flexibles, que estén dispuestos a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades”.
Puede concluirse que la sociedad actual precisa de la recuperación de ciertos valores tradicionales, adaptados a nuestros tiempos en la dinámica positiva de progreso material y espiritual (valores democráticos, justicia, igualdad, solidaridad,mérito, esfuerzo...).
Estos valores deberían culturizar las emociones, para que nos sintamos bien o mal en función de los hechos y acontecimientos, que pueden valorar positiva o negativamente en función de los valores sociales adoptados.
Un artículo de 1997 intitulado 'La incultura sentimental' del psiquiatra Enrique de Rojas apostaba a por edificarnos psicológicamente en una dinámica de educar las emociones. La lógica y discurso del autor supone educarnos para una inteligencia emocional, una racionalidad emotiva en lugar de dejarnos arrastrar por la vulgaridad y primariedad de los sentimientos y emociones populacheras.
En el marco de una cultura occidental promovida hacia el racionalismo económico y el grosero utilitarismo de las cosas y personas, es fácil dejarse llevar por emociones provocadas hacia el elogio de un bienestar material, facilón y frívolo.
El autor aboga por educar a los sentimientos, esto no es nuevo, otrtas culturas como la indú lo hacen,. En el pasado otras posiciones filosoficas lo propusieron pùes los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud.
Hoy esto es más difícil, debido a la debilidad del hombre frente a los males congénitos (miedo, el dolor, el fracaso,.. ) Nos encontramos en esta tesitura en un momento histórico de débil afianzamiento de los valores y sentimientos como resulta de la tesis de ‘Modernidad liquida’ del sociólogo Bauman, quien en esta dinámica recientemente ha señalado que al movimiento indignados le sobra sentimentalismo y la falta reflexión, al señalar que El 15-M es emocional, le falta pensamiento.
Esta falta de cultura racional de los sentimientos, más motivados por prejuicios que por juicios puede tener su relación con el actual bajo liderazgo carismático en lo político y religioso, que ha cedido terrenos en pro de la dominación racional burocrática, que nos otorga más seguridad en nuestras decisiones . Mientras que buena parte de nuestra vida y sus decisiones se encuentran en una suerte de jaula de hierro (Weber) sustentada en el utilitarismo y la predictibilidad, las emociones que nos harían ser más humanos desde la perspectiva espiritual se haya sometida a otra suerte de frivolidad alienante y pasajera.
El citado Bauman lo expresaría de la siguiente manera ; “ La incertidumbre en que vivimos se debe también a otras transformaciones entre las que se cuentan: el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo, o la renuncia al pensamiento y a la planificación a largo plazo: el olvido se presenta como condición del éxito. Este nuevo marco implica la fragmentación de las vidas, exige a los individuos que sean flexibles, que estén dispuestos a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades”.
Puede concluirse que la sociedad actual precisa de la recuperación de ciertos valores tradicionales, adaptados a nuestros tiempos en la dinámica positiva de progreso material y espiritual (valores democráticos, justicia, igualdad, solidaridad,mérito, esfuerzo...).
Estos valores deberían culturizar las emociones, para que nos sintamos bien o mal en función de los hechos y acontecimientos, que pueden valorar positiva o negativamente en función de los valores sociales adoptados.
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