Opinión, Las Provincias, 31 de octubre de 2009
¡ Crisis ¡, What crisis? fue el título de uno de discos de éxito del grupo musical Supertramp publicada en 1975. Se dice que el título del álbum está extraído de la novela y película ‘El día del chacal’, si bien el líder del grupo lo reconocería como propio de antemano. Lo bien cierto que por la carátula del álbum y la fecha de la publicación, sin duda, se refiere a la crisis económica originada por el corte de suministro de petróleo a los países occidentales que ayudaron a Israel en la guerra del Yom Kippur de 1973. Esa crisis económica tras un crecimiento durante tres décadas continuadas, sí fue por causas económicas.
El personaje de la carátula del álbum parece no inmutarse ante la crisis, alienado y al margen de la degradación económica, social y ecológica que le circunda.
En el último libro de Alex Rovira, intitulado ‘La buena crisis’, se da cuenta de que a pesar de los avisos del estallido de la burbuja, la gente seguía alienada, comprando con dinero que no tenía, adquiría bienes que no necesitaba, para enseñárselos a quien no conocía. Descripción sin igual, pues asemeja a todas las clases sociales a las privilegiadas de siempre, para ganar dinero sin el sudor de su frente, parir sin dolor y adelgazar sin cansancio. Para el autor la crisis tiene en su origen el menosprecio de la cultura del esfuerzo y del sacrificio, recomendando un giro hacia posturas más austeras y sobrias. La receta para salir de la crisis no reside en las opciones entre ideologías, sino en la opción entre personas decentes o no. La crisis se asocia con la idea de Catarsis – como momento de limpieza y depuración - y con la de crisálida o ninfa – vida que nace nueva -. Una nueva generación de personas y valores ha de surgir, no sé si la generación X - Peter Pan treintañeros - llegarán a tiempo para hacer mejor las cosas, pero la mentalidad de premiar el resultado frente al esfuerzo, ha hecho mella en el imaginario colectivo. El resultado se consigue sin esfuerzo en no pocas ocasiones, aunque debe predominar la premisa de que la mayoría de las veces el esfuerzo conlleva el logro buscado.
La corrupción no es sino un epifenómeno de la crisis de valores. Recientemente desde la sociología valenciana se ha indicado que “el desprestigio de los políticos se encuentra en su momento más álgido desde el franquismo, la percepción popular mayoritaria es que los políticos son gente oportunista, con escasa preparación intelectual y profesional y de moralidad dudosa”. El citado artículo también refleja la incidencia en ello del sistema de listas cerradas.
La corrupción y otras actitudes indecentes no están sólo en la política, también en las empresas, las organizaciones no lucrativas y en los profesionales cada día más precarios y menos independientes. Sumidas en una dinámica de mantenimiento del poder o su rol de influencia todas parecen coincidir en la misma patología: una estructura permisiva con los ineptos y los incorrectos, además de un sistema social alienado por el confort sin esfuerzo.
Henry Mintzberg, reconocido académico en las áreas de gestión y estrategia de negocios, en su obra ‘Directivos, no MBAs’, fundamenta que el error con respecto a la educación en gestión en la actualidad está fundamentado en que los buenos directivos requieren tres características: visión, la experiencia, y la ciencia. Cuando se incide sólo en la última y en el entusiasmo por los resultados el trípode queda cojo. A la par en el clásico ‘La estructuración de las organizaciones’ denominaba como tecnoestructura, al rol de apoyo a la decisión que aporta análisis y conocimiento para la consecución del deseado control y funcionamiento de la organización. Los diversos casos de malas prácticas se enmarcan en este contexto, pues sin duda, ha fallado el rol tecnoestructural, bien por no existir, o ser ejercido por personas inexpertas, cobardes o indecentes, que no han podido o no han querido utilizar la visión, la experiencia, y la ciencia para advertir que los comportamientos inadecuados (despilfarros, nepotismo,comisiones,sobrecostes,…) acaban pasando factura a la organización, máxime cuando resulta que la ética en los negocios es rentable como enseña la valenciana fundación para la ética en los negocios y en la organizaciones ETNOR.
Lo peor de todo, es que en la actualidad estamos en los niveles de hambruna mundial de 1970, resultando insultante que con bastante menos del coste del saneamiento financiero mundial, se habría solucionado el problema.
La crisis ha de inspirar una crisálida para una economía y una acción de gobierno más social, austera y solidaria, que se nutra de los colores primarios de nuestro sentido moral innato, que para la Teoría sobre la fundamentación moral del psicólogo J. Haidt, en su, resultan del cuidado del otro, la justicia, la lealtad al grupo, la autoridad y la pureza. Para ello, sabiendo que las organizaciones tiene el sentido de lograr los objetivos que el hombre no puede conseguir en solitario, hay una tarea previa en el actuar organizativo, cual resulta de la superación del narcisismo de grupo y del maniqueísmo ideológico.
¡ Crisis ¡, What crisis? fue el título de uno de discos de éxito del grupo musical Supertramp publicada en 1975. Se dice que el título del álbum está extraído de la novela y película ‘El día del chacal’, si bien el líder del grupo lo reconocería como propio de antemano. Lo bien cierto que por la carátula del álbum y la fecha de la publicación, sin duda, se refiere a la crisis económica originada por el corte de suministro de petróleo a los países occidentales que ayudaron a Israel en la guerra del Yom Kippur de 1973. Esa crisis económica tras un crecimiento durante tres décadas continuadas, sí fue por causas económicas.
El personaje de la carátula del álbum parece no inmutarse ante la crisis, alienado y al margen de la degradación económica, social y ecológica que le circunda.
En el último libro de Alex Rovira, intitulado ‘La buena crisis’, se da cuenta de que a pesar de los avisos del estallido de la burbuja, la gente seguía alienada, comprando con dinero que no tenía, adquiría bienes que no necesitaba, para enseñárselos a quien no conocía. Descripción sin igual, pues asemeja a todas las clases sociales a las privilegiadas de siempre, para ganar dinero sin el sudor de su frente, parir sin dolor y adelgazar sin cansancio. Para el autor la crisis tiene en su origen el menosprecio de la cultura del esfuerzo y del sacrificio, recomendando un giro hacia posturas más austeras y sobrias. La receta para salir de la crisis no reside en las opciones entre ideologías, sino en la opción entre personas decentes o no. La crisis se asocia con la idea de Catarsis – como momento de limpieza y depuración - y con la de crisálida o ninfa – vida que nace nueva -. Una nueva generación de personas y valores ha de surgir, no sé si la generación X - Peter Pan treintañeros - llegarán a tiempo para hacer mejor las cosas, pero la mentalidad de premiar el resultado frente al esfuerzo, ha hecho mella en el imaginario colectivo. El resultado se consigue sin esfuerzo en no pocas ocasiones, aunque debe predominar la premisa de que la mayoría de las veces el esfuerzo conlleva el logro buscado.
La corrupción no es sino un epifenómeno de la crisis de valores. Recientemente desde la sociología valenciana se ha indicado que “el desprestigio de los políticos se encuentra en su momento más álgido desde el franquismo, la percepción popular mayoritaria es que los políticos son gente oportunista, con escasa preparación intelectual y profesional y de moralidad dudosa”. El citado artículo también refleja la incidencia en ello del sistema de listas cerradas.
La corrupción y otras actitudes indecentes no están sólo en la política, también en las empresas, las organizaciones no lucrativas y en los profesionales cada día más precarios y menos independientes. Sumidas en una dinámica de mantenimiento del poder o su rol de influencia todas parecen coincidir en la misma patología: una estructura permisiva con los ineptos y los incorrectos, además de un sistema social alienado por el confort sin esfuerzo.
Henry Mintzberg, reconocido académico en las áreas de gestión y estrategia de negocios, en su obra ‘Directivos, no MBAs’, fundamenta que el error con respecto a la educación en gestión en la actualidad está fundamentado en que los buenos directivos requieren tres características: visión, la experiencia, y la ciencia. Cuando se incide sólo en la última y en el entusiasmo por los resultados el trípode queda cojo. A la par en el clásico ‘La estructuración de las organizaciones’ denominaba como tecnoestructura, al rol de apoyo a la decisión que aporta análisis y conocimiento para la consecución del deseado control y funcionamiento de la organización. Los diversos casos de malas prácticas se enmarcan en este contexto, pues sin duda, ha fallado el rol tecnoestructural, bien por no existir, o ser ejercido por personas inexpertas, cobardes o indecentes, que no han podido o no han querido utilizar la visión, la experiencia, y la ciencia para advertir que los comportamientos inadecuados (despilfarros, nepotismo,comisiones,sobrecostes,…) acaban pasando factura a la organización, máxime cuando resulta que la ética en los negocios es rentable como enseña la valenciana fundación para la ética en los negocios y en la organizaciones ETNOR.
Lo peor de todo, es que en la actualidad estamos en los niveles de hambruna mundial de 1970, resultando insultante que con bastante menos del coste del saneamiento financiero mundial, se habría solucionado el problema.
La crisis ha de inspirar una crisálida para una economía y una acción de gobierno más social, austera y solidaria, que se nutra de los colores primarios de nuestro sentido moral innato, que para la Teoría sobre la fundamentación moral del psicólogo J. Haidt, en su, resultan del cuidado del otro, la justicia, la lealtad al grupo, la autoridad y la pureza. Para ello, sabiendo que las organizaciones tiene el sentido de lograr los objetivos que el hombre no puede conseguir en solitario, hay una tarea previa en el actuar organizativo, cual resulta de la superación del narcisismo de grupo y del maniqueísmo ideológico.
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