Obtuvimos una muestra
cualitativa -de quince alumnos de diversas Administración Publicas en la
Comunidad Valenciana y con funciones directivas o predirectivas- acerca del conocimiento o aplicación del
enfoque de políticas en sus cometidos público-directivos. Concretamente un cuestionario preguntaba
acerca de si el análisis y gestión de las políticas públicas o un equivalente y equipotente mecanismo
analítico y evaluativo está presente en nuestro entorno político-administrativo
más inmediato, y, en suma, atisbar cuan cerca o lejos estamos de una gestión
pública orientada a políticas, o a impactos, metas, resultados, incremento de
valor público. (publicado en Pinazo Hernandis, J. (2019). ¿Sigue Weber siendo
un referente para la sociología político-administrativa? Reconceptualización de
sus tipos ideales” en Inseguridades y desigualdades en sociedades complejas,
(C. Díaz y Moreno Carrillo, J.M. (Coords.), Albacete, UNO Editorial.
(Sociología Hoy 2018 , Asociación Castellano Manchega de Sociología),pp. 86:90).
https://acmspublicaciones.revistabarataria.es/sociologia-hoy-2018/
La síntesis y sinopsis, de respuestas a
cuestiones de autoevaluación comprensiva de la actividad formativa de análisis
y metaanálisis de políticas públicas se formularon diversas entre las que
destacamos esta agrupación de respuestas;
1). ¿Por qué no es posible la racionalidad absoluta en la toma
de decisiones?
ü La problemática del que
decide está en muchos casos más allá de la ética y de la técnica, pues el
contexto de juego implica una racionalidad limitada debido a la información
incompleta y los valores ambiguos.
ü Un enfoque de racionalidad
absoluta supondría capacidades intelectuales y fuentes de información y de tiempo
que los hombres no tienen.
ü
Porque
tratamos con personas, hablamos de sujetos y de subjetividad.
ü
Es muy
difícil que un sujeto sea totalmente objetivo y que en ningún momento aparezca
su propio pensamiento.
ü Hay impedimentos legales
que limitan las alternativas planteables.
ü A veces los objetivos no
están claros o son relativos.
ü Depende de los políticos
como personas, de su desarrollo personal y profesional.
ü
Aunque se disponga de información y datos
imparciales, existen siempre factores ligados a percepciones, deseos o
intereses que pueden decantar la balanza en uno u otro sentido siempre y cuando
quede cierto grado de discrecionalidad.
ü
El modelo de racionalidad es adecuado
para tratar problemas relativamente simples, a pequeña escala, con pocas variables
y dimensiones valorativas limitadas.
ü
La
problemática del decisor político implica una racionalidad limitada debido a la
información incompleta, valores ambiguos y decisiones frecuentemente
contaminadas emocionalmente
2). ¿Realmente puede racionalizarse al máximo la decisión o
evitarse las tendencias a la irracionalidad?
ü A pesar de los fallos del
sistema, se puede aspirar a una racionalidad objetiva para abordar los
problemas.
ü
En
estos momentos es imposible, vivimos en una sociedad con demasiados intereses
creados.
ü
Para
que eso pudiera ocurrir tendríamos que empezar desde cero, hacer tabula rasa y aun así se volvería a
viciar todo, porque es el propio ser humano con sus diferentes intereses el que
hace que esto ocurra.
ü
Con
voluntad puede racionalizarse mucho ya que es demasiado fácil disfrazar y
pervertir las cosas.
ü
El grado de racionalización puede
elevarse, en muchos casos de modo exponencial, dependiendo del punto de partida
en situaciones de asignación nominativa y discrecional de subvenciones,
convenios e inversiones.
ü
Para evitar la tendencia a la
irracionalidad disponemos de recientes desarrollos normativos en materia de
subvenciones, contratación administrativa, o la puesta en marcha de baremos
comunes, transparentes y públicos para la distribución de ayudas. No obstante
siempre cabe plantearse si la propia formulación de dichas normas podría haber
sido aún más objetiva.
ü La decisión no puede
racionalizarse al máximo, ya que muchas de las decisiones políticas están
contaminadas emocionalmente (populismo, clientelismo, ideología e interés
propio) y debería evitarse en la medida de lo posible esta tendencia a la
irracionalidad.
ü La actualidad ofrece
ejemplos de creación de políticas ad hoc
para legitimar decisiones que no han sido basadas en la racionalidad, en la
asignación de recursos públicos sino en otros intereses.
3). ¿Los modelos analíticos pueden aportar más racionalidad en
la decisión política?
ü Nunca puedes medirlo todo,
la información esta sesgada y la parálisis por el análisis no deja de ser un
acto infructuoso, tiene que haber una serie de criterios de actuación y buscar
un punto óptimo.
ü La racionalidad total no
se puede lograr, ya que la decisión política lleva inherente un cierto
componente de irracionalidad.
ü
Sí, puede aportar un mayor grado de
racionalidad en la toma de decisiones, siempre y cuando sea definido bajo un
prisma aséptico, no ligado a sesgos ideológicos de quienes van a fundamentar
sus decisiones en el resultado del modelo.
4). ¿Es factible y oportuno la introducción de modelos
analíticos en la decisión y el proceso de las políticas?
ü Sí, hay que apostar por el
análisis de la acción pública como instrumento al servicio de la gobernabilidad.
ü
Sería factible, aunque debería escogerse
concienzudamente el modelo a implementar, optando en mi opinión por modelos lo
más objetivos y racionales posible, aunque con cierto margen para incorporar
argumentos ligados al análisis de la realidad social.
ü
Siempre hallaríamos a quien rebatiría el
modelo analítico escogido (por considerarlo inadecuado, alejado de su enfoque
político o simplemente por no hacer suyas soluciones escogidas por otras
opciones políticas).
ü Es factible y sería oportuno;
ahora bien, el analista debería entender la parte política del juego, de forma
que su labor genere la confianza de los decisores políticos, y pase a
convertirse en otro miembro del equipo decisor, pues de lo contrario el
análisis será considerado carente de interés, improductivo e imposible de
aplicar.
ü Los análisis deberían
hacerse más argumentados y estratégicos, tendentes a evaluar la factibilidad
política de cada alternativa, lo que dependerá de su diseño, de la estrategia
política y de la habilidad de la implementación.
5). ¿Por qué no se hace análisis de políticas según los
cánones teóricos?
ü El análisis de políticas
públicas aparece como una selva de diversas y conflictivas formas de
investigación, con terminología inconsistente y estilos intelectuales
divergentes e, incluso, con ciertos paradigmas imposibles de comprobar.
ü Quizás la confrontación
entre los dos enfoques (prescriptivo y explicativo) de las dos grandes
corrientes de investigación, haya generado una dispersión doctrinal que
dificulta la generación de una metodología consensuada y aceptada por los
teóricos de las políticas.
6). ¿Por qué no existen analistas de políticas en las
estructuras de gobierno?
ü Porque los políticos no
quieren. Prefieren tener asesores supuestamente expertos que se limiten a
validar y avalar con argumentos sus decisiones políticas muchas veces tomadas
sin la debida consideración de las opiniones expertas.
ü
Porqué, de acuerdo con Dror requeriría de
superprofesionales de la política capaces de aunar conocimiento profundo de las
materias a abordar, la estructura organizativa del gobierno y una teórica
abstracción de los factores irracionales que motivan, en algunos casos, la toma
de decisiones políticas.
ü
Se trata de un perfil de conocimiento muy
amplio, y, al mismo tiempo, muy ligado a los propios decisores y asesores, que
en algunos casos tienen como función la legitimación de decisiones políticas
con la aportación de datos que le den apoyo, más que el análisis profundo del
ciclo completo de las políticas públicas desde su formulación a su
finalización.
ü Porque se limitan a
otorgar el visado de la legitimación de lo acordado, fruto del consenso, bien
de una lectura incrementalista o bien de entender la toma de decisiones como
una mera asignación de recursos públicos.
ü Es muy difícil que
existan, puesto que tratamos con personas y no existiría objetividad, cada
gobierno elegiría a sus propios analistas y ¿quién sería el primero en ponerle
el cascabel al gato o tirar piedras sobre su propio tejado?
7). ¿Las estructuras decisoras y de gestión pública serian
aptas para instaurar modelos analíticos estables?
ü Quizás en un entorno en el
cual el ciclo de políticas propiciara los cambios en las estructuras decisoras,
para que pudieran conservarse instrumentos como los modelos analíticos que
permitieran contar con una evaluación y seguimiento de las decisiones presentes
y pasadas, su problemática inicial y su incidencia sobre la sociedad.
ü Lo importante es que se
hagan análisis. Habría que reconducir la praxis hacia un marco teórico.
ü
Lamentablemente, no parece que sea esa la
principal característica del actual escenario político.
8). ¿La perversión del proceso obedece a razones muy distintas
de otros escenarios organizativos o de decisión de la sociedad civil o del
mundo empresarial?
ü No obedece a razones muy
distintas.
ü
Es un cúmulo de circunstancias ya que los
políticos parten de una idea generalmente utópica, bien sea para ganar votos,
bien sea porque realmente creen en ella y cuando llega el momento de llevarla a
cabo se encuentran con las presiones externas y con demasiados intereses
creados.
ü
Si
consideramos que mucha gente solo persigue poder, prestigio social e ingresos
económicos, posiblemente la perversión es similar en los diferentes escenarios
organizativos. Este tipo de personas anteponen fines como la perpetuación en el
puesto y la acumulación de presupuesto y poder, antes que los fines de la
entidad que gestiona.
ü
Por
suerte no todo el mundo es igual, hay entidades donde los gestores de verdad se
centran en los fines que deben perseguir. Por desgracia son los menos.
ü
El hecho de estar asignando fondos
públicos a la puesta en marcha de políticas debería sobre el papel, dotar de
una transparencia e imparcialidad absoluta a todo el proceso de toma de
decisiones.
ü
En la práctica, son múltiples las
decisiones que, pese a suponer directa o indirectamente la asignación de
presupuesto público, tienen cierto grado de discrecionalidad que mueven la toma
de decisión hacia motivos no puramente desinteresados o irracionales.
9). ¿Podría tener el ‘garbage can’ dimensiones cualitativas y
cuantitativas determinantes en el proceso político?
ü En el mundo de la empresa
sería interesante combinar ambos modelos mediante decisiones racionales
(planificadas formalmente) y emergentes (no planificadas formalmente).
ü No debería, puesto que con
el garbage can no se busca lo óptimo,
sino evitar lo peor en función de alternativas menos malas a una ya mala de por
si, donde hay una mínima racionalidad y una ausencia de análisis o evaluación.
ü
Estaría en función de la elección llevada
a cabo por las personas con responsabilidad en la toma de decisiones.
ü
La actualidad judicial mundial nos aporta
numerosos ejemplos de creación de políticas ad hoc para legitimar decisiones no basadas en la racionalidad en la
asignación de recursos públicos sino en otros intereses.
10). ¿Qué es hoy un inconcebible en la política y en las
políticas?
ü La lealtad, la sinceridad,
el servicio, la crítica, el escepticismo, la vocación, la ética, la
imaginación, etc.
ü Que los políticos sean
totalmente objetivos a la hora de ejercer su trabajo.
ü Deben considerar su cargo como un trabajo cuyo
objetivo es el interés general y centrarse en eso y dejar de ponerse la
zancadilla unos a otros.
ü
Trabajar
en equipo para conseguir los mejores resultados para el país,
independientemente del partido que sea, si hay una buena idea, por qué no
aceptarla, aunque venga del partido que está en la oposición.
ü El verdadero inconcebible en la realidad actual de la política y las
políticas es la convivencia de maneras de decidir propias de épocas pretéritas,
con alto grado de discrecionalidad pero vestidas de teórica objetividad, con
discursos políticos basados en el populismo (en todo el espectro ideológico) en
lugar de apostar por un posibilismo que permita plantear políticas que, con los
limitados recursos disponibles, tengan en el horizonte el bienestar de la
sociedad y no únicamente la lógica partidista.
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