Nos encontramos hoy en un proceso históricamente lógico y prácticamente
inevitable de dispersidad, diversidad disolución
y fragmentación de la Ciencia de la
Administración Pública que es
coincidente con la idea de deconstrucción político-administrativa del Estado.
Hoy como vestigios y sucesores o sucedáneos nos encontramos con la Gestión
Pública y con el análisis de políticas que
estudias mas al gobierno que a la Administración
Pública y lo hacen no tanto en lo que debían hacer como instrumentos políticos
y técnicos del estado sino que y como lo hacen.
Etimológicamente no hay distinción entre administración y gestión
y esto lo vemos en el nacimiento de la Ciencia de la Administración misma. charles-jean
bonnin la usó en 1812, cuando refirió la ejecución de las leyes como un
asunto necesario a la "gestión de los asuntos públicos" (gestión des
affaires publiques).
incluso en1842 en la obra de OLIVÁN, De la
Administración Pública con relación a España al afirmar que (...) Gestionar es en buena parte
administrar y el hecho de administrar es tan antiguo como la existencia de los
Gobiernos pero la Ciencia de la Administración es muy moderna (...)
El vocablo
‘administración proviene del latín, donde se forma con las palabras ‘ad’ y
‘ministrare’, que significa servir, por contracción ‘ad manus trahere’, que
implica alusión a la idea de manejo o gestión. La Administración
alude a gestión de asuntos o intereses, pero una gestión subordinada a unos
fines y a unas directrices. Pese que ya se dijera hace años, esta afirmación es
tan nuclear que merece recordarse, y
ahora enfatizarse, pues si la acción es la de gestionar, el objeto condiciona
totalmente esta acción, este es el significado de administrare en Cicerón.Existen pensadores administrativos franceses que, con mucho fundamento,
reclaman como originalmente galo el término management. Durante el siglo xviii, management se equiparaba con
ménagement, de ménage, una palabra francesa formada desde el siglo xvi, que proviene de la voz latina
manere (cuidado de la casa). Management también tiene estrecha
cercanía con el vocablo meniement, que de manera similar significa asir con la
mano. a pesar de sus diferencias semánticas y etimológicas, los franceses han
insistido en derivar management de ménagement.
Desde la década de los ochenta, gestión
comenzó a ser usada como antónimo de administración, precediendo e inspirando a
la corriente anglosajona de la nueva gestión pública (new public management). Resulta evidente la semejanza con el ‘to manage’
inglés es universalmente sabido que la cuna de los
nuevos modelos de gestión pública es el reino unido, y que una vez aterrizados
en suelo estadounidense, australiano y neozelandés, han tenido un desarrollo
propiamente anglosajón, con miras a propagarse en todo el planeta.
En español dicho vocablo ha sido usado como
sinónimo de administración, o, más generalmente, como una parte de la misma. De
modo que el gestor es un procesador, un hacedor de acciones. Inclusive la
gestión se concebía como algo que apunta exclusivamente al funcionamiento de
esa administración y tenía un matiz de actividad secundaria y subordinada.
Una
aproximación histórica nos reflejaría que administración y gestión no son
conceptos excluyentes ni antagónicos, sino más bien han ido alejándose por las dinámicas de las denominadas
buropatologías de la
Administración y por el gerencialismo economicista de la
empresa privada. Debe reconocerse pues una equivalencia entre administrar y gestionar. Lo cierto es que
surge como reacción natural el hacer una distinción inmediata entre ambos
conceptos en sede de Administración pública, en la sobre todo desde los ’80 del
S XX se identifica enfáticamente gestión
con economía mientras que administración lo haría con legalidad. En sede de
Gestión pública deben utilizarse como
términos complementarios y convergentes hacia una equivalencia conceptual.
Pero ambas han fracasado, la praxis ha demostrado
que la vieja Ciencia de la Administración o la nueva Gestión Pública y su
compañera análisis de políticas no salido del
armario teórico. La idea de poder sobre la Administración Pública, la
patrimonialización política, a ineptitud (por actitud y aptitud de los gestores)
y el infeliz abuso de poder ha hecho que
finalmente confiemos mas en el Derecho Administrativo como mecanismo reparador
que en una Ciencia de reflexión y orientación
aplicativa. La causas ya las
hemos señalado con hartazgo con sentencias
irrefutables como las de Dahl y Oikelly como síntesis. Pero la Ciencia de la
Administración es un epifenómeno científico
y ha sido una víctima neutral del más lamentable
fracaso de la teoría democracia en su normatividad aplicativa. Dicho en otras
palabras es el centro del fracaso de una
teoría política de la Administración Pública o de una teoría administrativa del Estado.
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