Por aquel entonces Max Weber diría que si el Estado quiere modernizarse y
ponerse a la altura de su tiempo debe contar con unos medios idóneos en su seno
que la dirijan (políticos) y que la manejen (funcionarios) y que él representaría
mediante una contradicción entre los
tipos ideales o construidos vs. el tipo real o promedio. Idealización que responde
al desideratum de racionalidad instrumental de adecuación de
medios a fines.
Para su correspondencia con la novela galdosiana y la reforma municipal precitada
merece destacarse estas, también
literales afirmaciones sobre el comportamiento político-administrativo; (…)El séquito de los príncipes guerreros
o el de los héroes revolucionarios viven del botín, el robo, las
confiscaciones, las contribuciones o imponiendo el uso forzoso de medios de
pago carentes de valor, procedimientos todos esencialmente idénticos. Sin embargo,
éstos son, necesariamente, fenómenos excepcionales. En la economía cotidiana sólo el patrimonio
posibilita la independencia…Quien vive para la política tiene que ser además
económicamente libre, esto es, sus ingresos no han de depender del hecho de que
él consagre a obtenerlos todo o una parte importante de su trabajo personal y
sus pensamientos. Plenamente libre en este sentido es solamente el rentista, es
decir, aquel que percibe una renta sin trabajar, sea que esa renta tenga su
origen en la tierra, como es el caso de los señores del pasado o los
terratenientes y los nobles de la actualidad (…)
…Como consecuencia de
esta situación, la dirección de un Estado o de un partido por gentes que, en el
sentido económico, viven para la política y no de la política, significa
necesariamente un reclutamiento plutocrático de las capas políticamente
dirigentes …el que tal dirección plutocrática exista no significa que el grupo
políticamente dominante no trate también de vivir de la política y no
acostumbre a utilizar también su dominación política para sus intereses
económicos privados. No ha existido jamás ningún grupo que, de una u otra
forma, no lo haya hecho (…)
Así para Weber el botín se forma ahora porque (…) el reclutamiento no plutocrático del personal político, tanto de
los jefes como de los seguidores, se apoya sobre el supuesto evidente de que la
empresa política proporcionará a este personal ingresos regulares y seguros…en
el pasado, las remuneraciones típicas con que los príncipes, premiaron a sus
seguidores fueron los feudos, las donaciones de tierras, las prebendas de todo
género y, más tarde, con el desarrollo de la economía monetaria, las
gratificaciones especiales. Lo que los jefes de partido dan hoy como pago de
servicios leales son cargos de todo género en partidos, periódicos,
hermandades, cajas del Seguro Social y organismos municipales o estatales (…)
(…)Toda lucha entre
partidos persigue no sólo un fin objetivo sino también, y ante todo, el control
en la distribución de los cargos. Todos los choques entre tendencias
centralistas y particularistas en Alemania giran en torno al problema de quién
ha de tener en sus manos la distribución de los cargos. Los partidos políticos sienten más una
reducción de su participación en los cargos que una acción dirigida contra sus
propios fines objetivos (…).
Pues resulta también que Weber también conocía las desdichas del sistema
de la vieja política que describe Don Benito al afirmar que (…)Hasta hace pocos años, en España se
alternaban los dos grandes partidos, mediante elecciones fabricadas por el
poder y siguiendo un turno fijo convencionalmente establecido para proveer con
cargos a sus respectivos seguidores. En las antiguas colonias españolas, tanto
con las elecciones como con las llamadas revoluciones, de lo que se trata
siempre es de los pesebres estatales, en los que los vencedores desean saciarse
(…).
Para el comentarista de Miau Galdós retrata a los políticos de su tiempo
como figuras de una comedia de magia, mostrando un desprecio por la
charlatanería y la politiquería y un interés en descender a los abismos de la
pobreza, lo que representa una moral ciudadana poco aceptable para la clase gobernante,confortablemente
instaurada en la corrupción.
La rabiosa actualidad político-administrativa de mediados de 2016 se
comenta por sí sola y todo apunta que no habrá nueva política mientras se
mantenga el viejo –cansino y rutinario - sistema del botín administrativo. Es
más, el debacle económico de hoy minusvalora el gran mal social de la
patrimonialización de la Administración Pública, pues ahora se presenta como una
oportunidad de negocio para algunos o de supervivencia para todo un ejército de
reserva.
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