martes, 19 de julio de 2016

La ¿nueva política? y el viejo botín de la Administración (1)


De ‘vieja’ y ‘nueva’ política habló Ortega  el 23 de marzo de 1914 en el Teatro de la Comedia de Madrid, al presentar a la Liga de Educación Política Española, como algo nuevo respecto del sistema canovista de entonces propio de la restauración Como lugar común, hoy de nuevo  se debate  sobre si estamos en otra ‘nueva política’ en España a la vista de nuevos actores políticos y sus relatos, o en realidad,  no hay más que viejas y cansinas rutinas populistas o demagógicas, con nuevos chamanes.

Cansina rutina es la de la política como lucha del botín administrativo, como ocasión de distribuir potestades exorbitantes  y atribuir unilateralmente recursos públicos. En el inicio de la  Ciencia Administrativa española encontramos bonitas alocuciones – calificadas de ingenuas o travestidas, por notables administrativistas - sobre  lo que se esperaba de aquella incipiente Administración deciomonónica, tales como (…)la Ciencia de la Administración como la ciencia de lo útil y de lo dañoso… la Administración es la más variada, la más vasta, la más útil de todas las ciencias moral(…) o aquella de (…) no hay mesura en el pedir ni en el conceder y que a los más altos puestos de Hacienda y Gobernación aspira, y a veces sube, quien para ninguna otra cosa ha parecido ni bueno ni mediano… Los buenos empleados vendrán cuando se busquen, y abundarán cuando se formen (…)

Nadie como Benito Pérez Galdós describió la España de su época, tal  como se refleja  hace en Misericordia de 1897 aunque es  1888  y en su obra Miau, donde se da cuenta de la vida administrativa, personificada en el cesante Ramón Villaamil. Este vive trágicamente su cesantía infinita, fruto del sistema del botín que permitía – formal y materialmente - que los vencedores de las elecciones incorporaran al presupuesto a amigos y paniguados, con el correlativo alejamiento del comedero de  los beneficiarios de la situación política anterior, aunque estos fueran probos y competentes. Añádase que el protagonista habría preparado una reforma técnica de la Hacienda española, sustentada fundamentalmente en la moralidad y en la justicia.

A lo largo de la novela  en boca del principal protagonista y de otros próximos a la Administración nos encontramos con afirmaciones que merecen su literalidad galdosiana, tales como;

(…)País de raterías, Administración de nulidades, cuando no se puede afanar una peseta, se tima el entendimiento ajeno…
… A mí me pasa esto por decente, pues  si yo hubiera querido desembuchar ciertas cosa que sé de pájaros gordos,… otro gallo me cantara …
… Así es la Administración Pública,  que es una mujer pública, hablando mal y pronto…
…no quiero más que la verdad  delante, la buena administración y conciliar,compaginar,armonizar los intereses del Estado con los del contribuyente, … yo no pido más que orden, moralidad y economías …
…la lógica española no puede fallar. El pillo delante del honrado; el ignorante encima del entendido; el funcionario probo debajo, siempre debajo…
…lo vengo diciendo desde hace tiempo. Se necesita no tener verguenza para servir a este cabrón de Estado…
…la condenada Administración es una hi de mala hembra con la que no se puede tener trato sin deshonrarse… pero los que tienen hijos amigo, ¿qué han de hacer sino prostituirse? (…)

El suicidio de Villamil se produce posteriormente al  anuncio a unos desconocidos de que ‘hay que despreciar al gran pindongo del Estado, pues es el mayor enemigo del género humano’, y como soliloquio preparatorio y suerte  de legado empírico conclusivo se dice (...)   trabajos y preocupaciones no he tenido tiempo de mirar hacia arriba ni para enfrente. Siempre con los ojos hacia abajo, hacia esta puerca tierra que no vale dos cominos, hacia la muy marrana Administración, a quien parta un rayo, y mirándoles las cochinas caras a Ministros Directores y Jefes de personal,... Gracias a  Dios que saboreo este gusto de contemplar la naturaleza, porque ya se acabaron mis penas y mis ahogos y no cavilo más en si me darán o no el destino; ya soy otro hombre, ya sé lo que es independencia; ya sé lo que vida y ahora me los paso a todos por las narices, y de nadie tengo envidia, y soy el más feliz de los hombres (...)

En la exposición de motivos del revolucionario Estatuto Municipal de 1924, de Calvo Sotelo y otros, - en ese momento Director General de Administración del Directorio Militar de Primo de Rivera -, señala que  para la erradicación del caciquismo  e institucionalización de las oposiciones como sistema principal de  reclutamiento (…)No basta demoler caducas organizaciones, secularmente acogedoras del feudalismo político; se necesita además oxigenar la vida municipal, dando a las Corporaciones locales aquella dignidad, aquellos medios y aquel alto rango que les había arrebatado una concepción centralista...la mala administración no era debida a los de abajo, sino a los de arriba,… los concejales eran antes que nada secuaces de un partido y servidores de una consigna, generalmente sectaria (…)

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