De ‘vieja’ y ‘nueva’ política habló Ortega el 23 de marzo de 1914 en el Teatro de la
Comedia de Madrid, al presentar a la Liga de Educación Política Española, como
algo nuevo respecto del sistema canovista de entonces propio de la restauración
Como lugar común, hoy de nuevo se debate
sobre si estamos en otra ‘nueva política’
en España a la vista de nuevos actores políticos y sus relatos, o en
realidad, no hay más que viejas y
cansinas rutinas populistas o demagógicas, con nuevos chamanes.
Cansina rutina es la de la política como lucha del botín administrativo,
como ocasión de distribuir potestades exorbitantes y atribuir unilateralmente recursos públicos.
En el inicio de la Ciencia Administrativa
española encontramos bonitas alocuciones – calificadas de ingenuas o travestidas,
por notables administrativistas - sobre lo que se esperaba de aquella incipiente Administración
deciomonónica, tales como (…)la Ciencia
de la Administración como la ciencia de lo útil y de lo dañoso… la
Administración es la más variada, la más vasta, la más útil de todas las
ciencias moral(…) o aquella de (…) no
hay mesura en el pedir ni en el conceder y que a los más altos puestos de
Hacienda y Gobernación aspira, y a veces sube, quien para ninguna otra cosa ha
parecido ni bueno ni mediano… Los buenos empleados vendrán cuando se busquen, y
abundarán cuando se formen (…)
Nadie como Benito Pérez Galdós describió la España de su época, tal como se refleja hace en Misericordia de 1897 aunque es 1888 y
en su obra Miau, donde se da cuenta de la vida administrativa, personificada en
el cesante Ramón Villaamil. Este vive trágicamente su cesantía infinita, fruto
del sistema del botín que permitía – formal y materialmente - que los
vencedores de las elecciones incorporaran al presupuesto a amigos y paniguados,
con el correlativo alejamiento del comedero de
los beneficiarios de la situación política anterior, aunque estos fueran
probos y competentes. Añádase que el protagonista habría preparado una reforma técnica
de la Hacienda española, sustentada fundamentalmente en la moralidad y en la
justicia.
A lo largo de la novela en boca del
principal protagonista y de otros próximos a la Administración nos encontramos
con afirmaciones que merecen su literalidad galdosiana, tales como;
(…)País de raterías,
Administración de nulidades, cuando no se puede afanar una peseta, se tima el
entendimiento ajeno…
… A mí me pasa esto por
decente, pues si yo hubiera querido
desembuchar ciertas cosa que sé de pájaros gordos,… otro gallo me cantara …
… Así es la Administración
Pública, que es una mujer pública,
hablando mal y pronto…
…no quiero más que la
verdad delante, la buena administración
y conciliar,compaginar,armonizar los intereses del Estado con los del
contribuyente, … yo no pido más que orden, moralidad y economías …
…la lógica española no puede
fallar. El pillo delante del honrado; el ignorante encima del entendido; el
funcionario probo debajo, siempre debajo…
…lo vengo diciendo desde
hace tiempo. Se necesita no tener verguenza para servir a este cabrón de Estado…
…la condenada Administración
es una hi de mala hembra con la que no se puede tener trato sin deshonrarse…
pero los que tienen hijos amigo, ¿qué han de hacer sino prostituirse? (…)
El suicidio de Villamil se produce posteriormente al anuncio a unos desconocidos de que ‘hay que
despreciar al gran pindongo del Estado, pues es el mayor enemigo del género
humano’, y como soliloquio preparatorio y suerte de legado empírico conclusivo se dice (...) trabajos y preocupaciones no he
tenido tiempo de mirar hacia arriba ni para enfrente. Siempre con los ojos
hacia abajo, hacia esta puerca tierra que no vale dos cominos, hacia la muy
marrana Administración, a quien parta un rayo, y mirándoles las cochinas caras a
Ministros Directores y Jefes de personal,... Gracias a Dios que saboreo este gusto de contemplar la
naturaleza, porque ya se acabaron mis penas y mis ahogos y no cavilo más en si
me darán o no el destino; ya soy otro hombre, ya sé lo que es independencia; ya
sé lo que vida y ahora me los paso a todos por las narices, y de nadie tengo
envidia, y soy el más feliz de los hombres (...)
En la exposición de motivos del revolucionario Estatuto Municipal de 1924,
de Calvo Sotelo y otros, - en ese momento Director General de Administración
del Directorio Militar de Primo de Rivera -, señala que para la erradicación del caciquismo e institucionalización de las oposiciones
como sistema principal de reclutamiento (…)No
basta demoler caducas organizaciones, secularmente acogedoras del feudalismo
político; se necesita además oxigenar la vida municipal, dando a las Corporaciones
locales aquella dignidad, aquellos medios y aquel alto rango que les había
arrebatado una concepción centralista...la mala administración no era debida a
los de abajo, sino a los de arriba,… los concejales eran antes que nada secuaces
de un partido y servidores de una consigna, generalmente sectaria (…)
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