martes, 12 de junio de 2012

Recta política y sana economía, estúpidos

No paramos de leer referencias en si la salida a la crisis que vivimos es cuestión política o económica. Con origen en la sentencia de James Carville (politólogo y jefe de campaña de Bill Clinton en la de 1992) se ha venido sosteniendo que no es la ideología ni la democracia lo que tira y pone gobiernos, sino la economía,(…Es la economía estúpidos…). Es sabido que la economía y la política no han estado separadas nunca, sus orígenes como ciencias sociales se encuentran en pensadores que hablaban de ambas cosas (por todos, Adam Smith). Los antecedentes de la Ciencia de la Administración – la ciencia cameral y la ciencia de policía - tenían a la Hacienda Pública y la economía por escenario principal de actuación, por no hablar del colbertismo francés. En el notable y pionero pensamiento administrativo español del S. XIX se contemplaba esta unidad. Ortiz de Zúñiga en 1840 señaló que la economía política fue la que preparó el camino para el grandioso descubrimiento de otra ciencia más importante aún, conocida con el nombre de Administración. Colmeiro escribiría en 1850 que la administración pura, no la aplicada, era la economía política. Aquí y ahora observamos que el gobierno nacional actual no acierta con su política económica, y se muestra ya como un equipo quemado apenas seis meses, lo que no es de extrañar con la que se encontraron. Los datos del último barómetro del CIS no dejan lugar a dudas: los ciudadanos suspenden a los 13 ministros del Ejecutivo. Ninguno llega a sobrepasar el 5 raspado y los pocos que en enero habían aprobado. La causa de la sentencia popular es que el equipo de Gobierno a pesar de sus diatribas cuando era oposición, no controlan a la economía, se les va de las manos la situación, su poder de dominación solo alcanza a los débiles. Los gurús economistas y políticos de renombre nos indican otra política económica más popular para Europa, conciliable en un necesario escenario de reducción del déficit. Ahora se habla de la Economía del bien común como un movimiento social en ciernes que en escasos cinco años aspira a convertirse en el principal eje del sistema económico mundial. Se dice que dicha concepción de la economía consiste en primar la cooperación, en lugar de la competencia. Relegar los principios imperantes del egoísmo y la irresponsabilidad, en pro de la honestidad, la confianza, el respeto, como actitudes que conformen la base de toda actividad económica. Otras voces nos hablan de crisis de valores religiosos o espirituales, de civilización,…, pero cada día estoy más convencido de la certeza de aquella sentencia de Mounier que decía que la revolución económica será moral o no será, y que la revolución moral, será económica o no será. Los guardianes de la moral se escandalizan con cuestiones ridículas, de fondo y de forma y miran hacia otro lado con la praxis de la economía financiera y especulativa, que ha dañado las entrañas de las instituciones y personas hasta observar como sucede en España de que prácticamente menos de la mitad de la población vive de su trabajo. Para no seguir siendo estúpido hay que hacer una buena política que reconduzca la economía capitalista o la que sea oportuna en el tiempo y espacio. Una economía al servicio del hombre y que aporte valor añadido. Una economía que recupere el sentido de catalaxia (intercambio) y que tenga en el trabajo su mejor factor de cambio. Sé que es difícil esto del pleno empleo en una economía post industrial y tecnológica que cada vez precisa de menos mano de obra. En 2005 se decía que el triunfo de la democracia cristiana y la socialdemocracia – coadyuvantes del progreso del welfare state vino avalado por la presión de la alternativa del socialismo real y que el declive de éste, hizo también caer las exigencias de las alternativas sociales democráticas. Algo de esto merece atención cuando tantos escándalos políticos hay con origen en una economía malsana. Al final la cuestión se reduce hoy a que unos buenos políticos controlen la mala economía actual, y que unos buenos científicos preparen a políticos venideros para que establezcan una economía al servicio de la sana política. Mientras que la estupidez y necedad persista en no ver quiénes son los actores causantes principales del malestar actual, no podremos dar el paso político.

1 comentario:

  1. Que interesante la información que has compartido.
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