No sé si el reo de corrupción debe o no salir de la cárcel antes de que devuelva lo usurpado, pero sí sé que la prisión provisional y las fianzas personales están para algo.
Tampoco sé si esto es equiparable a la situación italiana de manos limpias, y si existe un entramado de corrupción similar al de las mafias. Me parece que estamos ante un problema de moralidad social, como reacción propia a los sistemas económicas que no generar igualdad material. Y lo de lo que sí estoy seguro que muchos ámbitos privados de gestión se han beneficiados de los regalos de los gobernantes.
Parece que la huelga se presenta como una medida desesperada para evitar el debacle del estado del bienestar. Como algo sé de esto diré que lejos de los ismos ideológicos y consignas políticas , ya deslegitimadas, hay un indicador claro sobre el Estado del bienestar de los últimos años en lo que señala índice de Valor Publio e índice de efectividad de valor público, el cual arroja datos sorprendentes que ahora voy a obviar.
No me creo que el colapso del bienestar venga por hacer trabajar el mes de julio a un colectivo o por quitar prebendas y subvenciones sindicales, o mucho menos aún, por establecer un ridículo copago, más allá de 40% que ya pagamos por las recetas. Véase los modelos comparados al efecto. Tampoco soy un entusiasta ni del Obrigstaat del S. XIX ni lo soy de la propuesta actual del Estado neoadministrativo (D3) sustentado en la desactivación, la desregulación y la devolución, sin perjuicio de que algo deba pasar en ese sentido.
Lo que pasa es que tampoco me creo al mensajero y sobre todo pienso que las medidas desesperadas tiene que ir a hacer desaparecer todo atisbo de corrupción, ineptitud e ineficiencia. Es mucho lo que se ha sembrado, y es mucho lo que se calla toda vía. Por ello hace falta una suerte de estimulante para hacer desaparecer la corrupción institucionalizada, de la que hablaremos en la entrada siguiente. Me creeré al mensajero cuando ya no quede nadie de los de antaño, y cuando sea él el que destape los casos, aunque sea por lo privilegiado de la información.
Hace unos años un autorizadísimo alto cargo me habló dela corrupción de la alfombra de la década de los ’90, y recientemente otro de la misma cualidad, refiriéndose a nuestra actualidad regional lo definió como el binomio ineptitud-clientelismo. Por sus obras los conoceréis, añado.
No sé si las medidas desesperadas contra la corrupción requieren de una Consellería anticorrupción (como la de empleo o la de igualdad) igual da, si se producen denuncias masivas, pero fundadas claro, previa y se estimulan éstas, Aquí si valen las prebendas por productividad y medalla al mérito del Servicio Público con distintivo rojo . No termino de creerme al mensajero, aunque sí quisiera, porque he visto la película ‘Durmiendo con su enemigo’.
Tampoco sé si esto es equiparable a la situación italiana de manos limpias, y si existe un entramado de corrupción similar al de las mafias. Me parece que estamos ante un problema de moralidad social, como reacción propia a los sistemas económicas que no generar igualdad material. Y lo de lo que sí estoy seguro que muchos ámbitos privados de gestión se han beneficiados de los regalos de los gobernantes.
Parece que la huelga se presenta como una medida desesperada para evitar el debacle del estado del bienestar. Como algo sé de esto diré que lejos de los ismos ideológicos y consignas políticas , ya deslegitimadas, hay un indicador claro sobre el Estado del bienestar de los últimos años en lo que señala índice de Valor Publio e índice de efectividad de valor público, el cual arroja datos sorprendentes que ahora voy a obviar.
No me creo que el colapso del bienestar venga por hacer trabajar el mes de julio a un colectivo o por quitar prebendas y subvenciones sindicales, o mucho menos aún, por establecer un ridículo copago, más allá de 40% que ya pagamos por las recetas. Véase los modelos comparados al efecto. Tampoco soy un entusiasta ni del Obrigstaat del S. XIX ni lo soy de la propuesta actual del Estado neoadministrativo (D3) sustentado en la desactivación, la desregulación y la devolución, sin perjuicio de que algo deba pasar en ese sentido.
Lo que pasa es que tampoco me creo al mensajero y sobre todo pienso que las medidas desesperadas tiene que ir a hacer desaparecer todo atisbo de corrupción, ineptitud e ineficiencia. Es mucho lo que se ha sembrado, y es mucho lo que se calla toda vía. Por ello hace falta una suerte de estimulante para hacer desaparecer la corrupción institucionalizada, de la que hablaremos en la entrada siguiente. Me creeré al mensajero cuando ya no quede nadie de los de antaño, y cuando sea él el que destape los casos, aunque sea por lo privilegiado de la información.
Hace unos años un autorizadísimo alto cargo me habló dela corrupción de la alfombra de la década de los ’90, y recientemente otro de la misma cualidad, refiriéndose a nuestra actualidad regional lo definió como el binomio ineptitud-clientelismo. Por sus obras los conoceréis, añado.
No sé si las medidas desesperadas contra la corrupción requieren de una Consellería anticorrupción (como la de empleo o la de igualdad) igual da, si se producen denuncias masivas, pero fundadas claro, previa y se estimulan éstas, Aquí si valen las prebendas por productividad y medalla al mérito del Servicio Público con distintivo rojo . No termino de creerme al mensajero, aunque sí quisiera, porque he visto la película ‘Durmiendo con su enemigo’.
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