Los fantasmas familiares de la democracia aparecen cíclicamente, lo que de suyo es lógico en una sociedad dinámica y de progreso y en el marco del mundo de las ideas, como son las políticas. Si en 1975 Crozier, Huntington y Watanuki, denunciaron la Crisis de Gobernabilidad de las Democracias, y en el 2000 nuevamente, Pharr and Putnam enfocaron el tema desde una desafectación de la democracia, más en términos de gestión que de modelo Ahora parece que se juntan los dos. Toda crisis económica cavad en una crisis política y en una revisión del modelo administrativo.
La crisis en sus efectos catárquicos exigirá la actualización de los valores democráticos relevantes en la actualidad, regenerará a personas y a instituciones y hará surgir nuevas propuestas de gobernabilidad que reconceptualizarán las actividades definitorias el Estado-Administración.
La situación es que el sistema tiene serios déficits democráticos que todos critican pero nadie se atreve a reformularlo en términos iconoclastas. Incluso los iconoclastas de ayer han acabado aproximándose a él, aunque formalmente no quieran reconocerlo.
Libertad, bienestar y economía de recursos buscan su ajuste, como lo hacen la libertad y la seguridad. En la búsqueda de esa triada la experiencia del welfare state no tiene competidor. Como diría W. Churchill en su discurso en el House of commons el 11 de noviembre de 1947.”Muchas formas de gobierno han sido probadas y se probarán en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno excepto todas las demás formas que han sido probadas en su oportunidad.”. Afirmación que se repite en el tiempo cuando en 1987 Corona Ramón, sobre todo desde el énfasis de la eficiencia opina de la democracia como “el peor de los sistemas políticos, si excluimos a todos los demás” Ya nos avisaría pues, W. Wilson - uno de los padres de la Ciencia de la Administración anglosajona - que “es más difícil para la democracia organizar la administración, que para la monarquía”.
No se oculta la apuesta y apología por el mantenimiento de modelo de Estado Social, pues con sus imperfecciones, carencias y deficiencias, hasta la fecha también resulta el menos malo de los conocidos.
Todos estos factores ponen en evidencia que la cuestión del Estado es una cuestión de Estado y el estado de la cuestión es que el Estado está en cuestión política y económica, pero no socialmente. La sociedad ya no puede autoordenarse, necesita, dada su complejidad, una heteronomía organizativa, que sólo puede garantizar un Estado administrativo.
La crisis en sus efectos catárquicos exigirá la actualización de los valores democráticos relevantes en la actualidad, regenerará a personas y a instituciones y hará surgir nuevas propuestas de gobernabilidad que reconceptualizarán las actividades definitorias el Estado-Administración.
La situación es que el sistema tiene serios déficits democráticos que todos critican pero nadie se atreve a reformularlo en términos iconoclastas. Incluso los iconoclastas de ayer han acabado aproximándose a él, aunque formalmente no quieran reconocerlo.
Libertad, bienestar y economía de recursos buscan su ajuste, como lo hacen la libertad y la seguridad. En la búsqueda de esa triada la experiencia del welfare state no tiene competidor. Como diría W. Churchill en su discurso en el House of commons el 11 de noviembre de 1947.”Muchas formas de gobierno han sido probadas y se probarán en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno excepto todas las demás formas que han sido probadas en su oportunidad.”. Afirmación que se repite en el tiempo cuando en 1987 Corona Ramón, sobre todo desde el énfasis de la eficiencia opina de la democracia como “el peor de los sistemas políticos, si excluimos a todos los demás” Ya nos avisaría pues, W. Wilson - uno de los padres de la Ciencia de la Administración anglosajona - que “es más difícil para la democracia organizar la administración, que para la monarquía”.
No se oculta la apuesta y apología por el mantenimiento de modelo de Estado Social, pues con sus imperfecciones, carencias y deficiencias, hasta la fecha también resulta el menos malo de los conocidos.
Todos estos factores ponen en evidencia que la cuestión del Estado es una cuestión de Estado y el estado de la cuestión es que el Estado está en cuestión política y económica, pero no socialmente. La sociedad ya no puede autoordenarse, necesita, dada su complejidad, una heteronomía organizativa, que sólo puede garantizar un Estado administrativo.
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