Sidney Webb, profesor de Administración Pública, fundador de la Fabián Society y de la London School of Economics and Political Science en 1895, escribió, entre otros, este texto sobre la vida cotidiana de un habitante de Birmingham.
(...) John Smith se despierta en la vivienda que le ha proporcionado el Municipio por las campanas del reloj municipal. Enciende la luz eléctrica de la fábrica municipal, hace su aseo con el agua del abastecimiento municipal y bebe un vaso de leche certificada municipal, calentada con el gas de la fábrica municipalizada…. En la calle, naturalmente municipal, toma el tranvía o el autobús municipal. Gracias a la policía municipal llega seguramente a su oficina. Smith comerá posiblemente en un restaurante municipal, leerá los periódicos o revistas en una biblioteca pública, contemplará las obras de arte de un museo municipal, practicará el deporte en un parque municipal, consumirá alimentos conservados en las cámaras frigoríficas municipales y distribuidas en los mercados municipales o tal vez en las expendedurías reguladoras del mismo carácter. Si no pertenece a la clase bastante pudiente de la ciudad, será asistido y hospitalizado en los establecimientos o por los facultativos municipales, y allí dará a luz su mujer. Cuando se encuentre sin trabajo, acudirá a la oficina municipal de colocación. Y habrá realizado sus estudios en las escuelas municipales. Un día, como todos los humanos, John Smith morirá, y, después de la inscripción en el registro municipal, será llevado por el servicio fúnebre municipal al cementerio municipal. (...)
*Texto recogido en Jordana de Pozas, L. “El problema de los fines de la actividad administrativa” en Revista de Administración Pública nº 6, 1951.
Merece traerse a colación que en 1975 se publicó la obra de G. Burdeau “El Estado”, para quien éste era el ente encargado de esa acción pública, “ Al Estado, nadie lo ha visto, pero el lugar que ocupa en nuestra vida cotidiana es tal, que no podría ser eliminado de ella sin que a la vez se viesen comprometidas nuestras posibilidades vitales”… “los hombres han inventado el Estado para no obedecer a los hombres. Lo han convertido en sede y soporte de un poder cuya necesidad y peso experimentan a diario, pero que una vez imputado al Estado, les permite plegarse a una autoridad que saben ineluctable sin verse por ello sujetos a voluntades humanas.El Estado es una forma del Poder que ennoblece la obediencia. Su razón de ser primordial es la de proporcionar a la mente una representación del fundamento del Poder, que autorice a basar la diferenciación entre gobernantes y gobernados en algo distinto de las simples relaciones de fuerza”
He tenido ocasión de estar este verano en dos países de la UE, uno de tradición anglosajona y otro de costumbre administrativa continental, y el caso es que me he sentido más controlado y al par más seguro, en el que supuestamente hay menor presencia del Estado Administrativo. Avisos por todas partes, no haga esto, si lo hace, será sancionado. Policía omnipresente, servicios públicos eficaces, y sobre todo un gran sentido de orden por la colectividad ciudadana. En el administrativo, había cierta sensación de caos, o de un orden caótico. No es ahora mi intención comparar, de hecho, no los menciono por no dar pistas que permitan explicaciones, pero me temo que en ambos aún están presentes las secuelas del 11-S, el problema de la crisis económica y el desbordamiento de una inmigración. Hay una suerte de Estado invisible que se confunde con la colectividad en cuyo status predomina una burocracia sociológica palmaria que otorga al ciudadano una combinación de predictibilidad, seguridad y eficiencia en sus hábitos cotidianos o extraordinarios.
La Ciencia de la Administración, además de las otras áreas de conocimiento, debe pensar esta realidad actual de la expresión burocrática para dar una explicación propia que coadyuve a la antropológica y sociológica. A pesar de los años transcurridos en la historia político-administrativa, los líderes, siendo necesarios, parecen eclipsados o muy coyunturales. El ciudadano se fía más del INEM que de las promesas de su empleador o de su sindicato, espera más del aparato judicial, que del líder político de turno, por mencionar generalizaciones, sin necesidad de entrar en ámbitos más delicados propios del ejercicio de la coercibilidad carismática y tradicional.
Pensemos, pensemos… sobre este concepto tan mal traído y llevado, por mor de su anfibología o ignorancia, al que llamamos `burocracia´.
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