martes, 22 de abril de 2014

La Administración Pública; ¿Oximorón,Babel u obra humana? (y 4)

Llevado esto al sistema político-administrativo  científico diríamos que lo mismo sucede con los planteamientos weberianos reflejados en 1919 en El político y el científico. La racionalidad que ha hecho prosperar económicamente necesita de un sistema político-administrativo racionalmente  equivalente. El equivalente del empresario es el político, y el del técnico/científico es el funcionario. Hay un binomio poder económico/político+teckne científico/profesional que son el fundamento del buen funcionamiento del sistema. Esto lo representa Weber en los tipos ideales para el político  y el funcionario, sus roles, psicología, ética distinta, son meramente metodológicos, una analítica en el marco de la sociología comprensiva weberiana, en la que lo comprensivo tiene por objeto la captación del sentido de una actividad humana: es decir la política.
La grandeza  de la obra weberiana, más intuida que entendida, supone que las categorías éticas utilizadas son avisos - desde una Ciencia no libre de valores (ética de la responsabilidad vs. ética de la convicción) – hacia un ardor revolucionario de intelectuales políticos obstinados  tras los hechos de 1918. Así avisa de que toda acción comprende culpa  y la responsabilidad de los efectos políticos ha de recaer sobre de lleno sobre el hombre que hace de sí una causa. Avisará pues de que (...)Quien busque la salvación de su alma y la redención de las ajenas no la encontrará en los caminos de la política, cuyas metas son distintas y cuyos éxitos sólo pueden ser alcanzados por medio de la fuerza Los genios o los demonios de la política viven en pugna interna con el dios del amor, así se trate del dios cristiano en su evocación eclesiástica; y esa pugna puede convertirse en cualquier momento en insoluble conflicto. Esta experiencia la conocían los contemporáneos de la hegemonía eclesiástica (…).
Hay que leer   El Político y el Científico teniendo en cuenta la relación social entre ambos tipos en un escenario en el que  un profesor (científico) enseña a unos alumnos (futuros políticos) desde un atrio universitario, cual es la estructura de la realidad política.
Esa metodología nos diría que el hombre es lo que es sociobiológica,antropológica y económicamente, a lo que puede sumarse lo indicado sobre la vanidad y otros comportamientos humanos en política (vistos en la entrada La separación política-Administración (1): De la ortodoxia a la heterodoxia )
Cuando termina de leer que de una parte la corrupción política ha supuesto 1700 causas judiciales con  500 imputados y tan sólo, por ahora, 20 políticos en prisión, y de otra, que no hay que alarmarse porque en la CV esto sólo lo ha hecho un 1 ó 10 % , - que potencia depredadora- uno se queda temblando.  Así que seguro que más de alguno habrá que diga, aquí y ahora, que de una aplicación del esquema weberiano, el político real ‘típico’ de nuestros tiempos  está más cerca de ese “vulgar ricachón, ostentoso, propenso al goce del lujo inútil” que del empresario o político ideal.  Ya lo dijo el sociólogo “Vive de la política como profesión, quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive parala política quien no se halla en este caso”.
Los excesos de esa manera de política (los que ‘viven de’ y no ‘para’) hicieron que  voces proféticas en los ’30 avisaran de los excesos del abuso de la democracia (por todos MADARIAGA en Anarquía o Jerarquía, o  HELLER en Rechtsstaat o der Diktatur? o  Europa und der Fascismus). Revisítese pues la historia en las soluciones al malfuncionamiento del republicanismo democrático, pretorianismo judicial o militar, tax revolt, bloqueos y embargos internacionales, dinámicas manos limpias …)
Dónde está pues esa figura del político emprendedor que tiene la legitimación del poder  sobre la  Administración  como empresa estatal de dominación para el progreso social y económico. Ese figurante, se nos presenta  vanidoso y soberbio por inepto, adulado solo por sus vasallos, cual señor feudal, que alimenta y da prebendas.
Sobre ese político dirigente definido y analizado por Weber ya se pronunció en términos esperanzadores  Ortega y Gasset, pues en 1952 (Conferencia sobre “The contribution of managment to European prosperity”  organizada por el British Institute of Management, Torquay,Reino Unido)  diría (…)  que  al complicarse en tal grado el proceso de producción la figura del gerente ha tenido que adelantarse a primer término. Sin él nada puede marchar. Deprimido el capital, excitados los obreros, siendo forzoso el empleo de técnicas difíciles, todo viene a gravitar sobre la capacidad de los gerentes (…)
Todo se complica más cuando a ese protodirectivo hábil y capaz no se le permite implementar sus innovaciones por ser políticamente incorrectas o molestas al establishment. Y ya se sabe que de  la frustración a la corrupción hay un paso. Dicho en feliz  expresión de Frederick Herzberg  "no se puede motivar a nadie a hacer un buen trabajo, si no tiene un buen trabajo que hacer"
Sobre el rol del político actual recientemente también  se han preguntado los científicos de la  Administración Pública,  en el marco de los debates sobre los nuevos paradigmas político-administrativos.
Así  C. POLLIT, manifiesta (…) ¿Qué se supone que deben hacer los políticos en este Desafiante Nuevo Mundo? ¿A qué se dedican nuestros representantes electos? En este sentido, tenemos que ser bastante cuidadosos, ya que la teoría gerencial que se he importado del sector público durante los últimos  veinte años dibuja a los políticos como estrategas que fijan objetivos generales y definen los valores dominantes, dejando después el rumbo de la nave en manos de los gestores. Esta visión siempre me he parecido poco realista, y contraria tanto a la evidencia científica como a mi propia experiencia. Los políticos ni quieren ni están preparados pare ser super planificadores, no están preparados ni quieren apartarse de los detalles organizativos; de hecho, parece existir un imperativo político que exige parecer implicado cuando las cosas van mal (los desastres son siempre organizativos, nunca doctrinales) (…)
[“Hacia una nueva teoría de la Administración Pública: Algunos comentarios sobre la 5ª  conferencia Braibant de Jocelyne Bourgon” en Revista Internacional de Ciencias Administrativas,  73-1, 2007]
Para ir pensando pues, tras relacionar los tentativos enfoques cono métodos analíticos descriptivo-normativos, podría decirse que si la  Administración Pública ;
Ø   es un oxímoron, por perversión o ineptitud, preferiríamos la anarquía organizada, con vuelta al espacio de dominación efectivo (Forsthoff). No debe mantenerse económicamente un sistema así. Un ‘análisis racional compresivo/sinóptico’ podría examinar esto como alternativa republicano-comunitaria-autogestionaria-  a la burocracia frente a los mecanismos sociológicos de dominación pretéritos carismático y tradicional.
Si  el desorden ha sido  establecido perversamente por la clase dominante, con cirugía extírpense los tumores y cauterícense los espacios tecnoestructurales. Sígase un ‘modelo normativo óptimo’ para una regeneración institucional político-administrativa en la que ya no sirven esas reformas gatopardistas sobre buen gobierno y transparencia (el inventario sobre los bienes de los altos cargos ya fue  ordenado por el Conde Duque de Olivares en tiempos  de Felipe IV). Aquí hablamos de los negocios con lo público en los servicios sociales, del pantouflage entre la  Administración y las grandes empresas públicas y privadas,…
 
Ø  es Babel, como confusión de lenguas, establézcase un ‘modelo incremental estratégico’  y que vuelva la lengua de los derechos como categorías conceptuales y positivas, a ser una de las alternativas de opción. Es decir una  Administración Pública para el servicio ciudadano y si la partitocracia no puede asegurar esto, refórmese la ley electoral u otórguese legitimación a otros representantes de la sociedad, o redúzcase el ámbito de lo político al máximo. El lenguaje de la  Administración es la gobernabilidad, la equidad, la eficacia/eficiencia, el servicio público, el ciudadano-propietario, el funcionario servidor, el político apto, la igualdad, la solidaridad, el derecho, el buen gobierno, la gerencia profesional, la elección racional, los bienes públicos…
 
Ø Si la  Administración Pública, como toda pretensión colectiva, es una  obra humana inacabada pero  en progreso constante, desde un ‘incrementalismo simple o desarticulado’, la acción de gobierno debe facilitar los medios propicios para su devenir evolutivo. Sin duda nuestra Administración Pública  desde un enfoque de contingencias culturales, es un reflejo de un entorno plagado de graves deficiencias éticas (vg. los profesionales y empresarios no sólo no se fían de sus competidores, es que tampoco de sus clientes y viceversa)
Las exigencias de la buena administración no se agotan en una compliance social sobre el Código de buena conducta administrativa del 2001, sino en un cambio  cultural sobre la concepción de lo público. El que nuestro bienestar mediterráneo dependa  - afortunadamente- en un alto porcentaje en la familia, no significa el cumplimiento axiomático de que, cuando se alcanza un cargo público haya que corresponder inmediatamente a la familia extensa. No se justifica ningún tipo de legitimación en ello, menos todavía la legal. No puede corresponderse con bienes colectivos a los compañeros de cancha, los vecinos de la urbanización, las hijas del jardinero, lo ex socios  de la empresa de la mujer, los sobrinos constructores de familia, y así …
Es fácil averiguar por qué esto no sucede en aquellos países en los que lo colectivo supone cerca del 60% de la renta individual, y por ende, sus referentes religiosos, consideran a las prácticas contra la sociedad una falta grave.
En su tiempo el Barón Karl Von Stein, -no confundir con el posterior Lorenz Von Stein- ministro de Federico Guillermo I de Prusia y político impulsor de reformas sociales y administrativas de calado, recomendaba que para mantener el espíritu activo de la administración, sería conveniente además de fusilar cada tres años a algunos ministros,consejeros y generales, el despedir a todos los funcionarios de más de 50 años.
 La  madre Teresa de Calcuta, al preguntarle un periodista sobre qué habría de cambiar con urgencia en la Iglesia Católica, contestó; usted y yo. Me quedo con esta reflexión también para la Administración. O sea, que si bien hay que hacer cambios tecnoestructurales e institucionales radicales, estos requieren de revolucionarios cambios culturales.

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