martes, 19 de marzo de 2013

Límites en la acción Pública estatal: ¿Quién define?

Hobbes,Von Stein, Von Humbolt, Adam  Smith ofrecieron respuestas a sus tiempos, son referentes de muy alta factura sin duda, pero  ahora son otros los problemas y otras las soluciones. La arquitectura institucional ya no responde, lo actores políticos no están a la altura, el modelo del bienestar no ha sido todo lo eficaz que se esperaba y la deconstrucción de este no ha servido para otra cosa que para el colapso económico y la ocupación de los poderes perversos y antisociales. Nuestro orden político está gastado.
Se ha indicado que nos encontramos, no sólo tanto en un cambio de era sino en lo que Karl Jaspers  denominó tiempo  eje. Como si ahora otra vez estuvieramos en aquel siglo IV AC  en el  que se fraguaron las grandes civilizaciones. En ese tiempo y en una línea geográfica entre los paralelos 40 y 20 se dieron  la aparición del Budismo, Taoísmo, Confucionanismo, las Upshanidas  hinduistas, la doctrina de Zoroastro en Persia; la impronta de Elías,  Jeremías e Isaías  en el judaísmo, y el llamado paso del Mito al Logos en Grecia.     
Hic et nunc el proceso de deconstrucción administrativa sigue y sigue, lo próximo está en la  Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración local, según la cual Los ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes serán intervenidos, se procederá a la disolución de mancomunidades y se redistribuirán  competencias en función del tamaño del municipio. Pero esto no son más que medidas coyunturales, lo que se precisa es una  nueva lógica en la acción gubernamental, tanto en el diseño político como en la implementación técnica y ésta ha de ser de calibre equivalente al cambio de aires que estamos saboreando en el Vaticano con el esperanzador nuevo papado.  
Sin duda, quien debe definir es la propia sociedad aquello que desea que sea gestionando colectivamente y que todo apunta a mantener los pilares básicos del bienestar aunque con nuevas lógicas más colectivas y sociales, entre las que sin duda se haya la intromisión perversa y arbitraria en lo que no concierne al bien común. Los partidos políticos no pueden atribuirse el monopolio de la acción social, es notorio la desafección social por la política, y que ésta no resuelve los graves problemas sociales.
Una nueva política supone una nueva dimensión humana, que parta de las aportaciones de las otras ciencias sociales (antropología, sociología, psicología, economía,…) si quiere dar respuestas válidas a un tiempo nuevo que habrá de venir más pronto que tarde, y que ha de jugar un rol neguentrópico frente al caos y colapso del modo socioeconómico actual. En esto estamos todos, sobre todo si pensamos en nuestros hijos y alumnos, propios o ajenos, próximos, prójimos o lejanos.
Si en definitiva como resultado  habríamos de pensar en una nueva forma de organizarse el Leviatán de otrora, no sirve. El progreso y la cultura actual exige la superación de las condiciones sociales y antropológicas que hicieron pensar en él como solución. No obstante no olvidemos que  el dilema Rousseau-Hobbes sigue estando ahí.

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