Perseverancia frente a ese fenómeno que se denomina los mercados – eufemismo de la
especie de titán - poderes
económicos y financieros
- que está ahora arruinando bancos, empresas, países y lleva unos años haciendo temblar a nuestro continente europeo y especialmente a España
hasta el punto de que se considera uno de los principales enemigos para los
servicios de inteligencia españoles. Cada año los mercados mueven 3.450
billones de euros, frente
a los 45 billones que supone el PIB mundial, eso es
algo así como 76 veces lo que genera la economía real.
Genera tanto daño (paro, angustia, miedo,
miseria…) como la imposibilidad de imputación en sus autores merced a su naturaleza etérea. Podemos ser ignorantemente cómplices al confiar los
ahorros a un fondo de inversión que nos dice que compra y vende activos
tales como divisas, acciones, deuda pública o productos derivados, y que resulta que
de sus operaciones se encarecen los productos
alimenticios básicos generando hambrunas en los países más débiles.
Este titán que supone especialmente el poder
financiero con sus diversas hidras cabezas y manos, está guiado por la codicia desmedida susceptible de
ser una de las causas del colapso
político y económico. De hecho tiene ya subyugado a los poderes institucionales
cuya dominación se sustentaba en el carisma o la tradición.
Jared Diamond
entendió como “un colapso”, a una crisis
que puede poner punto final a una civilización. Para este autor son cinco los
factores que pueden provocar el colapso de una civilización: Un grave deterioro
medioambiental por las actividades humanas, un cambio climático, las acciones
de vecinos hostiles, el abandono de vecinos amigos y la incapacidad de la
sociedad de reaccionar ante los problemas. Todos estos factores podemos sentirlos
en la situación actual, a escala mundial
o doméstica, y que sin duda agrava de
manera galopante el malestar social.
Ante la profundidad del mal, lo politólogos, sociólogos
o economistas ya no puede sólo describir, han de prescribir e imponer recetas a
los decisores públicos, antes de que las soluciones sean más traumáticas y de
la mano de actores deslegitimados o intrusos.
Ahora bien, si se produce el colapso
de la civilización, - que en todo caso debe distinguirse con el cambio de era
descrito por el el historiador Paul Kennedy
ante cambios tan significativos como la
disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la
carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU -, su causa no se reduce a cuestiones materiales, técnicas,
estructurales o económicas, sino al tipo de cultura dominante en sí merced de
los errores axiológicos y antropológicos, que permiten que la política
esté al servicio de una errática economía. Ahora las ciencias sociales y la
teología pueden permitirse abordar sin
tapujos ni imposturas los males del hombre y encontrar soluciones desde la
necesidad de una verdadera revolución espiritual, superadoras de cosmovisiones
particulares.
A los problemas estructurales se añaden diversos factores coyunturales especialmente
significativos en nuestro país. Por mencionar algunos de ellos nos referimos al
número de bandas organizadas asentadas en nuestro país, junto a los casos de corrupción pública que
permiten describir lo que puede
denominarse como diletantismo político y
que anclado en el binomio ineptitud-nepotismo, permite entender que
nuestra patria es suelo propicio para su
disfrute por buena parte de los nuevos titanes.
Frente a ellos, de momento, un grupo
de luchadores anónimos, día a día no
hacen sino imitar a Prometeo, dejándose el hígado cada jornada.
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