Las Provincias, Tribuna, 26 de julio de 2009
Ante la ocasión de leer diversas noticias sobre la desaparición física de Vicente Ferrer, incluida una en esta tribuna titulada ¡Gracias Vicente¡ escrita por una persona privilegiada por el conocimiento de primera mano de la persona y obra de Vicente Ferrer, me he acordado de las personas y obras que llegan allí donde la Administración no ha estado todavía, o lo hace de forma precaria.
En la última encíclica de Benedicto XVI, ‘Caridad en la verdad’ se hace una llamada a los poderes públicos para corregir errores y disfunciones, de los sistemas sociales. Señala igualmente el magisterio del Papa que “El amor es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz, y que la justicia es la primera vía de la caridad”, o como dijera Pablo VI su medida mínima.
Tuve ocasión de asistir como invitado a la concesión del doctorado honoris causa en la Universidad Politécnica de Valencia y contemplé en aquel acto la humildad y singularidad de este hombre así como la extrañeza e indiferencia que mostraba ante el boato académico mediante el cual se le profesaba el tributo. Luego, leí su biografía y comprendí al hombre que hizo de su vida testimonio de la caridad procurando una justicia social para un colectivo abandonado. Gracias a personas como Vicente Ferrer, creyentes o no, muchas buenas obras sociales perduran en el tiempo cumpliendo sus fines, como ahora hemos podido celebrar en nuestra Comunidad con los 100 años de Fontilles, tras aquel primigenio impulso del jesuita Carlos Ferris y del abogado Joaquín Ballester. En estas obras, para su perdurabilidad es tan importante la fidelidad al fundador o promotor, como la adaptación a los tiempos, combinando el mantenimiento de los fines, objetivos y funciones propios de la organización.
Por sus obras los conoceréis dice el Evangelio de San Mateo, y el compromiso personal de Vicente ha conseguido librar de la miseria a más de dos millones de personas en el estado indio de Anantapur, cuando estaban olvidados por sus semejantes y gobernantes. Otro Vicente Ferrer, éste valenciano y santo oficial dejó una buena marca obrando el bien allí por donde pasó en España y en Francia.
Una impronta y huella indeleble ha sido fijada por Vicente Ferrer y lo será por tiempo sobre todo si continuamos su obra de las mil maneras que es posible (donativos, promoción, marketing, microcréditos, sensibilización,oraciones ...).
Como español y cristiano, me orgullezco del personaje y de su obra y con mucha gente consideraré a Vicente Ferrer un santo por sus obras y su mística cristiana especial. El Cardenal Martini en reciente entrevista al diario italiano La Repubblica, ha indicado que la caridad implica “ escuchar a los demás, comprenderlos, incluirlos en nuestro afecto, reconocerlos, romper su soledad y ser sus compañeros” y que “ a veces los no creyentes están más cercanos que muchos falsos devotos”. Sobre el particular habrá que leer con atención su último libro ‘Estamos todos en la misma barca’.
Por su compañía y fraternal caridad con aquellos `sin voz’ Vicente Ferrer obtuvo en 1998 el premio Príncipe de Asturias de la concordia y recientemente más de 2.500 personas en la impresionante basílica de Santa María del Mar de Barcelona, asistieran al funeral de Vicente Ferrer. En la despedida su esposa señaló "Conozco muy bien a mi marido y sé que no tiene ningún interés en descansar en paz; seguro que está muy ocupado asegurándose que las puertas del cielo están abiertas para todos", " sólo hay una manera de recordarle: continuar su acción".
Conforme pasa la vida, cada vez entiendo mejor,lo que diría en el siglo pasado el filósofo George Bernanos de que “Hay santos que la tierra impone al cielo. Pero hay santos que el cielo impone a la tierra”
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