En los catorce apartados previos hemos dado cuenta de posiciones
y discusiones teóricas sobre la Ciencia Administrativa, pero también debe
hablarse de actuaciones prácticas para promover el cambio. Tuve ocasión de participar en el proyecto de I+D+i 'Los Institutos de
Administración Pública en España: evaluación y metaevaluación de su actividad
formativa e investigadora de 1999 a 2005' , igualmente he tenido ocasión de intervenir
en el Seminario: Administración y Pública y
Gobernabilidad: El necesario impulso de un nuevo modelo, celebrado
en la UCH-CEU de Valencia, lo mismo con las Jornadas sobre liderazgo público de
la UPV, o en los congresos GIGAPP, entre actividades de las que puedo hablar. En
todas ellas he oído aspectos innovadores de parte de conocedores de la Administración
Pública y, sin duda, cada día crece la opinión de la necesidad urgente de un
nuevo modelo político-administrativo. Las urnas en las recientes elecciones europeas,
dicen que el sistema está colapsado, que tenemos un problema grave de gestión.
Lo que nos recuerda al informe de PHARR
y PUTNAM
del año 2000, en el que se replanteo la desafectación de las democracias,
más en términos de gestión del modelo. El Raport de 2007 de la OCDE recomendó en lo que a Gestión Pública
se refiere, atender el envejecimiento de la función pública, a la disciplina
presupuestaria, a la trasparencia e integridad en el servicio público y a la necesidad de
reducir la carga administrativa para el ciudadano e impulsar la E-adm.
En el Raport de 2008 y 2009 se insistió en los mismos temas añadiendo la necesidad de evaluar el
desempeño y eficacia de las administraciones, fomentar la innovación y la
participación ciudadana. En todo esto se ha hecho poco o muy poco, entre otras razones
porque el talento humano al servicio de la Administración Pública, tanto
político como administrativo, esta envejecido biológicamente y anticuado sociológicamente.
Los comportamientos al uso, son viejos,
del siglo XIX, en algunos casos hasta feudales.
Vimos con satisfacción de la inclusión de
materias de Ciencia de la Administración en los temarios para TAG en al AGE. Hemos oído
de fusionar las escuelas de formación de funcionarios, emulando el modelo francés
de la ENA, lo que es alentador. Hay que revisitar con orgullo el pasado español
y observar que la primera
escuela de Administración Pública se situó
en España en 1843 – en Francia
en 1848 – en la que se desarrolló una Ciencia
de la Administración autónoma, pero sin disociación de lo político. En 1843 Gómez de la Serna, siendo Subsecretario de Gobernación promovió
la creación de una Escuela de especial para los estudios de Administración. En 1841 ya propuso la creación de
una Facultad nueva, con la denominación
de ‘administrativa’, en la cual se comprenderán los estudios necesarios a los
que hayan de servir al Estado en todos los destinos públicos, civiles y
administrativos. La intención política era que (…) Transcurridos que sean los años que se prefijen para esta carrera, el
Gobierno no podrá nombrar para ningún empleo civil o administrativo a ninguno
que, no habiendo servido algún destino antes de la promulgación de la presente
Ley, no haya obtenido el grado de licenciado en la facultad administrativa. (…).
El proyecto fracasó como consecuencia de la
caída del Gobierno. La Regencia del General Espartero retomó la idea,
canalizándola a través de una escuela especial, que se crea por Decreto de 29
de diciembre de 1842. Esta escuela estaba destinada a los funcionarios
públicos, ya que la experiencia diaria acredita la necesidad de que se exijan
estudios previos a los que han de desempeñar cargos importantes de la
Administración pública. En ella se enseñaría el derecho político, el
internacional, la economía política, la Administración y el Derecho
Administrativo.
Por lo tanto las nuevas
generaciones de empleados públicos están llamados a hacer inexorablemente las
cosas de otra manera, tal y como se evidencia en buena parte de los políticos jóvenes.
La teoría y la praxis se necesitan en este momento crucial,
y seguir todo igual seguir igual significa seguir alimentando la desafección hacia lo público. Un
interesante trabajo (Gobernantes y Directivos: La Dirección política de la
Administración Pública como
factor clave de cualquier reforma” en ‘Desafíos de la Administración General
del Estado en la España del Siglo XX’ en
Documentación Administrativa nº 286-287, 2010) con sabor a Dror y
a Maquiavelo, y realizados por altos funcionarios de los cuerpos generales y
especiales de la AGE describe la
realidad dominante del sistema político-administrativo con palmaria
exactitud y con una loable franqueza acerca de los errores habituales en
el comportamiento estándar de los
dirigentes políticos, y que deberían evitarse, así vemos por ejemplo;
a) La obsesión por el
marketing y el titular
b) Que los
medios se conviertan en fines en la actividad reguladora.
c) Fracaso en la lectura de riesgos sistémicos y
coyunturales.
d) Caer bajo el
influjo de aduladores y otros tipos peligrosos.
Este merece
detallarse conforme a las afirmaciones genuinas
de los autores quienes señalan sin ambages que “la falta de capacidad de un gobernante (sobre todo si
cuenta con una Administración profesional que sepa amortiguar sus errores), el
de rodearse de aduladores o halagadores, aprovechados (del trabajo ajeno) o que
van de "listos', y ladrones o
corruptos, aunque estas características
suelen convivir en los mismos sujetos. Son - junto a los que teniendo que
hablar callan o miran a otro lado- los grandes apoyos y cómplices de la
incompetencia. Un gobernante incapaz atraerá a este tipo de personas con
extraordinaria frecuencia pues suelen encontrarse al acecho del poder y solo los muy avispados (y seguros de sí mismos) son
capaces de detectarlos y no sucumbir a sus encantos.
Estos errores junto a
otros déficits culturales hace que los autores aboguen por una escuela de
gobernantes, escuelas que pueden seguir el
modo ENA o, mejor aún, bien de
las propuestas de Dror. (Cfr.
“Asesores políticos para los Gobiernos”
en Documentación Administrativa n
º 241-242, 1995.)
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