Cabe preguntarse entonces como contemplamos y abordamos el
fenómeno; como una teoría científica, la misma pero pseudocientificamente, como
un conjunto dereglas, principios,fundamentos, -
generales pero no universales- , como filosofía, proverbios. Como un arte,técnica
o profesión. Posturas estas que son defendidas por algunos con cierta
radicalidad.
Posiciones
todas razonables, aunque siempre subjetivas que apuntan a cualquier otra cosa
que no sea una ‘Teoría científica’ sustentada en una Administración Pública para todo tiempo (A public management for all seasons)y toda situación (tout court) y desde luego a
años luz de un pretendido ‘eureka lo encontré’.
Hoy ante
la amenaza del Cross Modern que
nos atenaza de manera hostil e incesantemente, más que nunca es precisa una dinámica
constante de reflexión e investigación
sobre la praxis administrativa. En
general los modelos analíticos para
resolver los problemas al uso son ya
insuficientes, obsoletos, inadecuados, Estos modelos de análisis teoréticos
(incrementalismo, pluralismo, garbage
can,..), sirven, a veces, y como mucho, para describir por qué se hacen
las cosas de manera deficiente o insuficiente y muy a menudo alejada de la máxima racionalidad posible,
en el consabido contexto de la racionalidad limitada.
POLLIT (2007) al señalar que
ante la falta de una teoría en estos 25 años de NPM en el que ha sido imposible
encontrar una visión de conjunto a los diversos programas e iniciativas que
relacione las distintas y sucesivas
reformas que muestran las experiencias comparadas. Lo que hace falta es precisamente el desarrollo
de una Teoría integral, algo muy difícil en la disciplina ante la diversidad
del pensamiento académico en la materia en el último siglo y las importantes
diferencias epistemológicas y empíricas que originan enseguida reacciones
críticas a cualquier pretensión teorética y a la vez el imperativo político
exige atribuir a los fracasos argumentos organizativos, y nunca, cuestiones de
naturaleza doctrinal.
Cualquier
prudente posición científica, y no necesariamente alejada del planteamientos
positivistasdiría de todo lo anterior
que en todo caso podría hablarse de una posibilidad de elaborar una teoría
general, más descriptiva que normativa, pero no, de momento de una pretensión
universal y menos todavía positiva y unitaria. La vastedad y amplitud de
campos, de enfoques, generan ya de entrada recelos a cualquier sistematización.
Esta siempre será cautiva de una perspectiva y, desechada por las otras. De
entrada esto es un hándicap, sin posiciones comunes sistematizadoras,
difícilmente se podrá fundamentar una Teoría común.Ademása ello súmese dos elementos sustanciales a la misma, la
influencia política y la contingencia cultural.
La
realidad es que estos modelos de análisis de la acción pública, pocas veces
sirven para la prescripción que toda
teoría necesita para ser, no solo normativa, sino suficientemente científica. Dicho en síntesis,
no se puede hablar de orto-heteropraxis, si no se fija previamente la ortodoxia,
o al menos sus presupuestos. Pretenderlo no está de más, como alternativa al
incesante, inadmisible, pero actualísimo
método ensayo-error.
Incluso
en lo mediato e ideal los espacios
de comunicación, cognición, intelección,
e interacción de la doxa con la praxis, sirven además para
verificar la adecuación de los presupuestos teoréticos de la ortodoxia de moda
y sus leyes, acusadas como tales siempre de no ser contingentes y amenazadas
siempre por alguien, de heterodoxia
inminente.
El dilema
pues sigue estando presente ¿cómo prescribir científicamente, con pretensión
normativa, unitaria, universal e incluso integral ante
la singularidad de la Administración
Pública, sus límites y limitaciones determinados por lo cultural y lo
político, esto es su contingencia, en un escenario de máxima complejidad por
mor de la diversidad, la fragmentación y
el dinamismo del entorno.
Añádase
que el devenir político-administrativo, está sometido a la inmediatez cortoplacista, al incrementalismo
simple, la irreflexión, la debilidad y
la premura.
Piénsese
además en las diferencias entre tipos de organizaciones también dependen de las
tareas que traten de realizar, lo que constituye uno de los argumentos
principales de la teoría de la contingencia como método para el entendimiento de
las organizaciones en el sector público y en el privado. Como señala PETERS en La
Política de la burocracia(1999), referente a los problemas de la estructura
administrativa, ninguna estructura en particular ofrece la solución perfecta
para el problema de la organización de los servicios gubernamentales, sino
quela decisión de inclinarse por una u otra depende de diversos factores. Los
enfoques contingentes requieren tipologías de estructuras de decisión y de
situaciones; pero desarrollar éstas es una tarea extremadamente difícil porque
hay muchas dimensiones implicadas en tales estructuras y situaciones, y no es
fácil justificarla elección de sólo algunas (que es lo que permite construir cualquier tipología). Segundo,
igualar de manera adecuada las categorías de una tipología(estructuras decisorias)
con las categorías de la otra(situaciones)es algo frecuentemente complicado.
Tercero, a menudo, los casos reales no encajan bien en las categorías
desarrolladas.
Añadamos
además una cuestión vital, cual resulta del rol y concepto de Estado en el
marco de la globalización y la supranacionalidad de la mayor parte de las
decisiones más sustanciales. Sólo un enfoque sistémico-contingente y funcional
podría responder a postulados concretos, y según qué, a cuestiones universales.
Así pues, el ‘eureka empírico’ de existir en las ciencias sociales
está todavía muy lejos de la Ciencia de la Administración. Desde las
afirmaciones de Caiden en 1994 han pasado algo más de veinte años en los que se puede constatar que se
gobierna la Administración Pública sin
ciencia y se gestiona y administra sin
saber, ni método. Se cura con paños clientes y se receta sin conocer la etiología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario