Llevado esto
al sistema político-administrativo
científico diríamos que lo mismo sucede con los planteamientos weberianos
reflejados en 1919 en El político y el
científico. La racionalidad que ha hecho prosperar económicamente necesita
de un sistema político-administrativo racionalmente equivalente. El equivalente del empresario es
el político, y el del técnico/científico es el funcionario. Hay un binomio
poder económico/político+teckne científico/profesional que son el fundamento
del buen funcionamiento del sistema. Esto lo representa Weber en los tipos ideales
para el político y el funcionario, sus
roles, psicología, ética distinta, son meramente metodológicos, una analítica
en el marco de la sociología comprensiva weberiana, en la que lo comprensivo
tiene por objeto la captación del sentido de una actividad humana: es decir la
política.
La grandeza de la obra weberiana, más
intuida que entendida, supone que las categorías éticas utilizadas son avisos -
desde una Ciencia no libre de valores (ética de la responsabilidad vs. ética de
la convicción) – hacia un ardor revolucionario de intelectuales políticos
obstinados tras los hechos de 1918. Así
avisa de que toda acción comprende culpa
y la responsabilidad de los efectos políticos ha de recaer sobre de
lleno sobre el hombre que hace de sí una causa. Avisará pues de que (...)Quien busque
la salvación de su alma y la redención de las ajenas no la encontrará en los
caminos de la política, cuyas metas son distintas y cuyos éxitos sólo pueden
ser alcanzados por medio de la fuerza Los genios o los demonios de la política
viven en pugna interna con el dios del amor, así se trate del dios cristiano en
su evocación eclesiástica; y esa pugna puede convertirse en cualquier momento
en insoluble conflicto. Esta experiencia la conocían los contemporáneos de la
hegemonía eclesiástica (…).
Hay que leer El Político y el Científico teniendo en cuenta la relación social
entre ambos tipos en un escenario en el que
un profesor (científico) enseña a unos alumnos (futuros políticos) desde
un atrio universitario, cual es la estructura de la realidad política.
Esa
metodología nos diría que el hombre es lo que es sociobiológica,antropológica y
económicamente, a lo que puede sumarse lo indicado sobre la vanidad y otros
comportamientos humanos en política (vistos en la entrada La separación
política-Administración (1): De la ortodoxia a la heterodoxia )
Cuando
termina de leer que de una parte la corrupción política ha supuesto 1700 causas
judiciales con 500 imputados y tan sólo,
por ahora, 20 políticos en prisión, y de otra, que no hay que alarmarse porque
en la CV esto sólo lo ha hecho un 1 ó 10 % , - que potencia depredadora- uno se
queda temblando. Así que seguro que más
de alguno habrá que diga, aquí y ahora, que de una aplicación del esquema
weberiano, el político real ‘típico’ de nuestros tiempos está más cerca de ese “vulgar ricachón,
ostentoso, propenso al goce del lujo inútil” que del empresario o político
ideal. Ya lo dijo el sociólogo “Vive de la política como profesión, quien
trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive parala política
quien no se halla en este caso”.
Los excesos de esa manera de
política (los que ‘viven de’ y no ‘para’) hicieron que voces proféticas en los ’30 avisaran de los
excesos del abuso de la democracia (por todos MADARIAGA en Anarquía o Jerarquía, o HELLER en Rechtsstaat o der
Diktatur? o Europa und der Fascismus). Revisítese
pues la historia en las soluciones al malfuncionamiento del republicanismo
democrático, pretorianismo judicial o militar, tax revolt, bloqueos y embargos internacionales, dinámicas manos
limpias …)
Dónde está
pues esa figura del político emprendedor que tiene la legitimación del
poder sobre la Administración como empresa estatal de dominación para el
progreso social y económico. Ese figurante, se nos presenta vanidoso y soberbio por inepto, adulado solo
por sus vasallos, cual señor feudal, que alimenta y da prebendas.
Sobre ese
político dirigente definido y analizado por Weber ya se pronunció en términos
esperanzadores Ortega y Gasset, pues en
1952 (Conferencia sobre “The contribution of managment to European
prosperity” organizada por el British
Institute of Management, Torquay,Reino Unido) diría (…)
que al complicarse en tal grado el proceso de
producción la figura del gerente ha tenido que adelantarse a primer término.
Sin él nada puede marchar. Deprimido el capital, excitados los obreros, siendo
forzoso el empleo de técnicas difíciles, todo viene a gravitar sobre la capacidad
de los gerentes (…)
Todo se
complica más cuando a ese protodirectivo hábil y capaz no se le permite implementar
sus innovaciones por ser políticamente incorrectas o molestas al establishment.
Y ya se sabe que de la frustración a la
corrupción hay un paso. Dicho en feliz expresión de Frederick Herzberg "no
se puede motivar a nadie a hacer un buen trabajo, si no tiene un buen trabajo que
hacer"
Sobre el rol
del político actual recientemente también se han preguntado los científicos de la Administración Pública, en el marco de los debates sobre los nuevos paradigmas
político-administrativos.
Así C. POLLIT, manifiesta (…) ¿Qué se supone que deben hacer los políticos en este Desafiante
Nuevo Mundo? ¿A qué se dedican nuestros representantes electos? En este
sentido, tenemos que ser bastante cuidadosos, ya que la teoría gerencial que se
he importado del sector público durante los últimos veinte años dibuja a los políticos como
estrategas que fijan objetivos generales y definen los valores dominantes,
dejando después el rumbo de la nave en manos de los gestores. Esta visión
siempre me he parecido poco realista, y contraria tanto a la evidencia
científica como a mi propia experiencia. Los políticos ni quieren ni están
preparados pare ser super planificadores, no están preparados ni quieren
apartarse de los detalles organizativos; de hecho, parece existir un imperativo
político que exige parecer implicado cuando las cosas van mal (los desastres
son siempre organizativos, nunca doctrinales) (…)
[“Hacia una
nueva teoría de la Administración Pública: Algunos comentarios sobre la 5ª conferencia Braibant de Jocelyne Bourgon” en Revista Internacional de Ciencias
Administrativas, 73-1, 2007]
Para ir pensando pues, tras relacionar los
tentativos enfoques cono métodos analíticos descriptivo-normativos, podría decirse
que si la Administración Pública ;
Ø es un oxímoron,
por perversión o ineptitud, preferiríamos la anarquía organizada, con vuelta al
espacio de dominación efectivo (Forsthoff). No debe mantenerse económicamente un
sistema así. Un ‘análisis racional compresivo/sinóptico’ podría examinar esto
como alternativa republicano-comunitaria-autogestionaria- a la burocracia frente a los mecanismos
sociológicos de dominación pretéritos carismático y tradicional.
Si
el desorden ha sido establecido
perversamente por la clase dominante, con cirugía extírpense los tumores y
cauterícense los espacios tecnoestructurales. Sígase un ‘modelo normativo
óptimo’ para una regeneración institucional político-administrativa en la que
ya no sirven esas reformas gatopardistas sobre buen gobierno y transparencia
(el inventario sobre los bienes de los altos cargos ya fue ordenado por el Conde Duque de Olivares en
tiempos de Felipe IV). Aquí hablamos de
los negocios con lo público en los servicios sociales, del pantouflage entre la
Administración y las grandes empresas públicas y privadas,…
Ø es Babel, como confusión de lenguas,
establézcase un ‘modelo incremental estratégico’ y que vuelva la lengua de los derechos como
categorías conceptuales y positivas, a ser una de las alternativas de opción.
Es decir una Administración Pública para
el servicio ciudadano y si la partitocracia no puede asegurar esto, refórmese
la ley electoral u otórguese legitimación a otros representantes de la sociedad,
o redúzcase el ámbito de lo político al máximo. El lenguaje de la Administración es la gobernabilidad, la
equidad, la eficacia/eficiencia, el servicio público, el ciudadano-propietario,
el funcionario servidor, el político apto, la igualdad, la solidaridad, el
derecho, el buen gobierno, la gerencia profesional, la elección racional, los
bienes públicos…
Ø Si la Administración Pública, como toda pretensión
colectiva, es una obra humana
inacabada pero en progreso constante,
desde un ‘incrementalismo simple o desarticulado’, la acción de gobierno debe facilitar
los medios propicios para su devenir evolutivo. Sin duda nuestra Administración
Pública desde un enfoque de
contingencias culturales, es un reflejo de un entorno plagado de graves
deficiencias éticas (vg. los profesionales y empresarios no sólo no se fían de
sus competidores, es que tampoco de sus clientes y viceversa)
Las
exigencias de la buena administración no se agotan en una compliance social sobre el Código de buena conducta administrativa
del 2001, sino en un cambio cultural
sobre la concepción de lo público. El que nuestro bienestar mediterráneo
dependa - afortunadamente- en un alto
porcentaje en la familia, no significa el cumplimiento axiomático de que, cuando
se alcanza un cargo público haya que corresponder inmediatamente a la familia
extensa. No se justifica ningún tipo de legitimación en ello, menos todavía la
legal. No puede corresponderse con bienes colectivos a los compañeros de
cancha, los vecinos de la urbanización, las hijas del jardinero, lo ex
socios de la empresa de la mujer, los
sobrinos constructores de familia, y así …
Es fácil
averiguar por qué esto no sucede en aquellos países en los que lo colectivo
supone cerca del 60% de la renta individual, y por ende, sus referentes
religiosos, consideran a las prácticas contra la sociedad una falta grave.
En su tiempo
el Barón Karl Von Stein, -no confundir con el posterior Lorenz Von Stein- ministro de
Federico Guillermo I de Prusia y político impulsor de reformas sociales y administrativas
de calado, recomendaba que para mantener el espíritu activo de la administración,
sería conveniente además de fusilar cada tres años a algunos ministros,consejeros y
generales, el despedir a todos los funcionarios de más de 50 años.
La madre Teresa de Calcuta, al preguntarle un
periodista sobre qué habría de cambiar con urgencia en la Iglesia Católica,
contestó; usted y yo. Me quedo con esta reflexión también para la Administración.
O sea, que si bien hay que hacer cambios tecnoestructurales e institucionales radicales,
estos requieren de revolucionarios cambios culturales.
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