En Administración Pública la filosofía está condicionada por los valores, reglas, principios, hábitos que conducen a cumplir sus funciones, fines y objetivos, y que siguiendo a R Mayntz, debe distinguirse en las tres por cuanto el objetivo de la organización constituye el punto de arranque para el análisis ya que es lo que guía las decisiones, las actividades y los procesos hacia un fin específico. Es decir;
• El ‘Objetivo;’ indica un
propósito fijado por la propia voluntad,
que puede alcanzarse y redefinirse
establecerse secuencialmente –
táctica o estratégicamente -en conjunción con otros simultáneos.
• El ‘fin’; refleja la idea instrumental de la organización, es un
cometido impuesto desde fuera y que se
debe cumplir continuamente y, por tanto,
supone una prestación continuada.
• La ‘función’; refleja la
contribución que, dentro del sistema
social, presta la organización en una
situación determinada, considerada
como deseable y fijada como norma
o pauta.
No debe buscarse coincidencia entre funciones,
fines y objetivos, pero si una
racionalidad y coherencia instrumental y teleológica, que le dé sentido a su
actividad y continuidad. Diversos y distintos
objetivos y fines pueden contribuir y coincidir funcionalmente en pro de algo
superior , bien entendido que hay algunos fines y objetivos que para nada
contribuyen a ello o, a la larga
conducen a su desaparición a su disfuncionalidad. (vg.
variables su dependencia de la política,
su carácter público y la
influencia del entorno).
Una filosofía condicionada por estos tres propósitos
tiene a su disposición la búsqueda del ‘valor
público’ es la capacidad de las Administraciones para orientar su trabajo hacia
lo que más le importa a la gente, y a darles servicios, en mejora de la calidad
de vida, ser más efectivos en la provisión de servicios públicos, contar con
una mejor capacidad de respuesta. El incremento del valor público integra la
dimensión política, la dimensión sustantiva de la acción pública y la dimensión
administrativa. Supone pues la
satisfacción de necesidades humanas presentes y futuras asociadas a la vida
mediante el esfuerzo humano organizado. Si las Administraciones Públicas tienen
la voluntad y capacidad para acomodar sus objetivos a las preferencias
ciudadanas asume que al entregar el valor público requerido, la gente estará
dispuesta a pagar por él con dinero, con el voto, u ofreciendo su tiempo para
colaborar con el gobierno.
Y también tiene a la ‘buena administración’, según la cual una buena institución
administrativa velará por respetar el
conjunto de reglas que rigen la gestión de las instituciones públicas y que
impone a estas últimas un comportamiento que permita alcanzar un equilibrio
entre el respeto de los derechos de los administrados y la preservación de buen
funcionamiento del sistema de Administración Pública.
Súmese
esto a lo que en nuestro caso español dice el art 103 CE y su legislación de
desarrollo, además del deficiente 41 de
la carta de los derechos fundamentales
de la Unión Europea.
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