Thomas Hobbes diría en su obra
magna (…) Es así como en el estado de naturaleza están las tres fuerzas que provocan la guerra entre los
hombres: competencia, desconfianza y - gloria. La competencia lleva a atacarse
por un beneficio. La desconfianza por la seguridad y la gloria por la fama. La
competencia usa la fuerza para dominar. La desconfianza la usa para defensa y
la gloria la usa por algo personal, por sentirse humillado en su reputación. De
esto deriva el estado de guerra permanente de unos contra otros. Los hombres
viven con la única seguridad de su fuerza usada contra otros. Así la sociedad
no es posible. La vida cotidiana carece de sentido, no se emprenden trabajos colectivos,
ni se piensa en el futuro. Todo es efímero. El hombre vive aislado, triste y
desea morir para terminar con este estado de guerra donde no hay justicia y la
única ley es la fuerza, ya que en la guerra no hay sentido de pertenencia, las
cosas se toman y se lucha por conservarlas. Esto se puede superar por las
pasiones y por la razón. Las pasiones llevarán al hombre a querer vivir en paz,
a temer por su vida y a querer una vida confortable. La razón lo hará pensar en
las normas, en las leyes consensuadas (…)
Es sabido que la apuesta por un poder
absoluto venía del carácter temeroso además del ambiente hostil de su época.
Así el Leviatán - Estado o Civitas
- es una construcción para remediar
el estado de naturaleza en el
que los seres guiados por el instinto de
supervivencia, el egoísmo y la ley del
más fuerte se hallan en una guerra de todos contra
todos que haría imposible el establecimiento de sociedades en paz y la armonía. Sin el Leviatán todopoderoso sobreviene el caos y la
destrucción convirtiéndose el hombre en
un lobo para los otros hombres. Solución hobesiana supone la necesidad de un pacto o contrato
social mediante el cual, los poderes individuales se transfieren preferiblemente
a un solo hombre o a una asamblea de ellos:
el Estado o Leviatán que, como el monstruo bíblico, se convierte en
el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos los poderes individuales.
El concepto puro del
Estado de Von Stein conlleva un movimiento hacia la libertad que se contrapone
al movimiento hacia la servidumbre que caracteriza a la sociedad. El Estado
ideal no se deja arrastrar por la clase dominante, como en el Estado real, pues
se contradice con su situación de dominio. El Estado, por encima de la
sociedad, brilla más limpiamente cuanto más pretenden someterlos las fueras
imperantes en la sociedad. Estado es por su esencia pura – como en Hegel – algo
trascendente.
Más tarde Lorenz Stein
continúa su planteamiento haciendo recabar en la Monarquía social –
aprovechando la buena imagen de las monarquías europeas en la tradición clásica
de la filosofía política del mundo cristiano-germánico- un árbitro institucional que represente al
Estado, situándose por encima de los intereses de la sociedad. Von Stein –
influenciado otra vez pro Hegel – considera positivamente a la monarquía por su
carácter histórico de integración y dinamización. “La monarquía occidental no
ha funcionado como popa sino, como proa en la gran navegación del mundo
europeo” llega a decir en un momento en que esta institución se siente más
atacada que nunca.
En
la órbita liberal Guillermo VON HUMBOLT, uno de los intelectuales alemanes de mayor y más perdurable
influencia en la cultura de su país ,diría
en 1792 en Los límites de la
acción del Estado,
que
el crecimiento administrativo conducía a la atrofia de la sociedad civil
entorpeciendo la vitalidad de la nación. El acento del Estado debe ponerse en la procura del bien
público y en la evitación del mal. La
búsqueda de la felicidad por parte del Estado suele derivar en burocracia
indolencia y falta de libertad. Así diría (…) puedo establecer este principio positivo , el mantenimiento de la seguridad, frente al enemigo exterior, como
frente a las disensiones interiores debe constituir el fin del estado y el objeto de su
actividad.
Para Humbtolt la
auténtica finalidad del hombre es la educación máxima y más equilibrada de sus
fuerzas para formar un todo. Para esta educación es la libertad la primordial y
la más imprescindible de las condiciones. (...) Precisamente aquella, que surge de la unión de la diversidad, es el
bien más alto que da la sociedad y esa diversidad se pierde con certeza en el
mismo grado en el que el Estado se entromete. De hecho, no son los miembros de
una nación los que viven entre sí en sociedad, sino que son súbditos aislados
los que se relacionan con el Estado, es decir, con el espíritu que rige su
gobierno, de tal forma que la superior fuerza del Estado impide el libre juego
de fuerzas. Causas similares producen efectos similares. Es decir, cuanto más
interviene el Estado, más semejanzas presentan no sólo los efectos, sino
también lo realizado. (...)
Casi todos
lo que han intervenido en las reformas de los Estados o han propuesto reformas
políticas se han ocupado exclusivamente de la distinta intervención que a la
nación o a algunas de sus partes corresponde en el gobierno, del modo como
deben dividirse las diversas ramas de la administración del Estado y de las
providencias necesarias para evitar que una parte invada los derechos de la
otra. Y, sin embargo, a la vista de todo Estado nuevo a mí me parece que
debieran tenerse presentes siempre dos puntos, ninguno de los cuales puede
pasarse por alto, a mi juicio, sin grave quebranto: uno es el de determinar la
parte de la nación llamada a mandar y la llamada a obedecer, así como todo lo
que forma parte de la verdadera organización del gobierno; otro, el determinar
los objetivos a que el gobierno, una vez instituido, debe extender, y al mismo
tiempo circunscribir, sus actividades (...)
Leía
hace poco en prensa escrita que en la que estamos es
muestra de la extensión de la cultura del mercado ha reducido al ciudadano a un
hombre económico y que dada la promiscuidad entre política y dinero, la
corrupción aparece como sistémica. Sigo leyendo que donde no impera el orden
político, se cuelan los poderes oscuros y perversos. En ello se imputa al
modelo liberal la causa del desprestigio de lo
político por mor de que este no haga eficaz lo que pretende, sino que
deje al poder económico a su libre dinámica.
En prensa muy reciente puede leerse que la muerte de más de
20.000 pacientes de hospitales británicos podría haberse evitado si los
responsables de la sanidad pública y el poder político hubieran atendido a las
alertas sobre la elevada tasa de defunciones en varios centros a lo largo de la
última década. Todo ello es debido, según un asesor del Gobierno, a las
extremas negligencias por parte del personal médico, administrativo y los
propios gestores del sistema, con el resultado de tantas muertes innecesarias.
El primer ministro británico, califico de verdaderamente espantoso
el funcionamiento de al menos 14 hospitales del National Healthg System – especialmente
en los centros del condado de Stattfordshite, donde los pacientes incluso se
vieron privados de agua y alimentos.
Ya en 1932 Madariaga en ‘Anarquía o Jeraquía’ denunciaría
la incongruencia del sistema liberal en el que si la política respectaba el
ámbito de la política, no sucedía lo contrario. Decía Don Salvador el mundo se hallaba gobernado por la banca
oficial y que como poder dominador e irresponsable era extraño a Platón y al
mismo Montesquiaeu.
Un poco antes Herman Heller a finales de la
década de los ’20 del S XX en plena crisis del parlamentario y auge de los totalitarismos avisaría de la
necesidad de transformar el Estado liberal hacia un contenido económico y social, idea
que se institucionalizaría en Alemania en la constitución de 1949. Este nuevo
leviatán protector que es el Estado
social del bienestar, se muestra, en plena sociedad del riesgo - ahora incapaz de atender una de las tareas
básicas del estado social desde sus orígenes, la salud de sus ciudadanos, mientras
que se inmiscuye en tareas superfluas, utilizando los recursos públicos para
hacer negocios y controlar al indómito. Por eso es de
referencia la lectura de Gonzalez Seara (Las estructuras del Bienestar.Propuestas de reforma y
nuevos horizontes (2002) de que “(..)hay aquí un
problema de difícil solución, que llega hasta nuestros días. La defensa de la
libertad es necesaria para impedir el abuso del poder del Estado, pero el
Estado es necesario para evitar el mal uso de la libertad por parte de los
individuos y para garantizarle la libertad (…).
Hobbes,
Hegel y Stein de una parte, Kant, A. Smith y Von Humbolt, dando
soluciones distintas al dilema.
Yo digo que si el Estado se utiliza perversamente, si el Estado
no cumple con su función heterordenadora, la sociedad deberá autocomponerse. O
bien Estado o bien una suerte de Anarquía Organizada, en el sentido de que no
puede aceptarse la dominación jerárquica si esta es incapaz de ordenar la
dicotomía Estado-Sociedad como pretendió el pensamiento administrativo para el
Estado Social. Así con el citado
Madariaga debe reafirmarse que (…) la
finalidad del individuo como hombre y su subordinación al Estado como ciudadano son perfectamente compatibles, por
que el Estado sirve al hombre en la esfera de los fines y de los valores y es
servida por él en la de las funciones y los medios, o en un palabra, el ciudadano es para el Estado y el Estado es para el hombre (…)
La acción estatal debe tener por fin primario
eliminar los obstáculos que parte de la sociedad va poniendo al resto de la
misma (corrupción, malas prácticas sociales, abusos de poder, subvenciones de
lo superfluo, carrera política, apropiación de lo público, contubernios entre
la política y la insana economía,…)
La generación de jóvenes percibe esto como un
mal social que hay que erradicar ya pues
cuanto más se tarde, más se verán afectados por ello, no obstante en lo cotidiano,
el dram que supone el alto grado de desempleo juvenil. Hay que escucharles y
tenerles en cuenta en lo inmediato, para
que tomen el relevo en la gestión social, acto seguido, y no será porque no
tienen criterio sobre lo que sucede a su alrededor.
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